sábado, 6 de diciembre de 2008

Tánger: Un viaje en el tiempo.

Cuando leas estas lineas y durante los proximos 6, 7 y 8 de Diciembre, estaremos en Marruecos 101 nazarenos y nazarenas, en una visita cultural organizadas por el Ateneo. Para aquellos que no hayais podido venir, y como consuelo, os vamos a regalar este relato de viaje que nos ha sido enviado por el autor, nuestro amigo y socio Santiago García-Dils, editor de un boletin de sus viajes por Andalucia y el mundo, que nos ha cedido amablemente para su publicacion en nuestro blog. Va por todos ustedes y la proxima vez será...
Relato de Viajes. "Tanger: un viaje en el tiempo" .
Por Santiago García-Dils
En esta ocasión os propongo un viaje en el tiempo. Quizás muchos de nuestros viajes son eso, viajar al futuro o al pasado. En nuestro caso los viajeros más imaginativos podrán incluso trasladarse a la Edad Media. Además muy cerquita de nosotros, lo tenemos a la vuelta de la esquina.Iniciaremos nuestro viaje siguiendo los pasos de nuestro compatriota Ah Bey (Domingo Badía), cuando cruzó por primera vez el Estrecho durante el verano del año 1803.

“La sensación que experimenta el hombre que por primera vez hace esta corta travesía no puede compararse sino al efecto de un sueño. Pasando en tan breve espacio de tiempo a un mundo absolutamente nuevo, y sin la más remota semejanza con el que acaba de dejar, se halla realmente como transportado a otro planeta.En todas las naciones del mundo los habitantes de los países limítrofes amalgaman y confunden sus lenguas, usos y costumbres, de suerte que se pasa de unos a otros por gradaciones casi insensibles; pero esta constante ley de la naturaleza no existe para los habitantes de las dos orillas del Estrecho de Gibraltar [...] Aquí el observador toca en una misma mañana los dos extremidades de la cadena de la civilización; en la pequeña distancia entre ambas orillas se palpa la diferencia de veinte siglos”

Mucho ha cambiado el país desde que el rey Mohammed VI emprendió la modernización de Marruecos. Sin embargo Ceuta sigue siendo la frontera con mayor diferencia económica de todo el planeta. Y eso que la diferencia no está sólo en el bienestar material; pero en fin, todo se andará, espero.
Como decía antes, el viajero -no el turista-, descubridor por naturaleza, podrá conocer la vida de antaño, cuando dependíamos de los ritmos de la naturaleza y para sobrevivir debíamos ser cuidadosos observadores de lo visible y de lo invisible, respetuosos con nuestro entorno, solidarios con nuestro vecino y hospitalarios con el viajero. Los pueblos a los que llamamos en vías de desarrollo necesitan tener una mente lúcida y un corazón generoso. Este tipo de vida, mucho menos confortable que la nuestra, tiene la ventaja de ser relativamente sostenible, sin embargo la nuestra no deja de producirnos cierta desazón al percibir que estamos derrochando unos caudales que ni producimos ni nos pertenecen.
Pero volvamos a nuestro viaje.





    Cruzaremos el Estrecho por Tarifa. El catamarán tarda sólo media hora (www.frs.es) Salimos de Sevilla y enfilamos la proa de nuestra vehículo al sur. “El sur, siempre al sur...”Elegimos un itinerario de lujo: Jerez, Medina Sidonia, Vejer y Tarifa. Ciudades todas ellas que merecerían un viaje aparte. Tarifa, al igual que Vejer y Conil son poblaciones claramente moriscas. No vamos por Algeciras a pesar de la autopista porque culpa del tráfico podríamos perder el tiempo que hemos ganado a base de correr. Para el viaje contar con 2:30h.
    La sola imagen de Yebel Mussa al otro lado del Estrecho hace que nuestro corazón se acelere. Para los navegantes griegos esa desafiante mole rocosa junto al Peñón de Gibraltar eran las columnas de Hércules. Más allá no había nada -non plus ultra-, se extendía un mar infinito sin orillas.

    El Estrecho de Gibraltar es uno de esos lugares únicos, que más cargados de historia y de significado están. El viajero experimentará la misma emoción que el pirata de la canción de Espronceda: “África a un lado, al otro Europa y allá a su frente... Tánger”

    Nuestro mundo previsible, organizado y aséptico se aleja en el horizonte mientras otro de aventuras y sorpresas se aproxima.

    Tánger se derrama de blancura monte abajo hasta alcanzar la fina arena lamida por las olas del mar. Recordaría a una ciudad andaluza si no fuese por la silueta del alminar de la mezquita de la Kasbah.

    El puerto se halla a los pies de la medina. Por el porte de los barcos y el tráfico de camiones uno ve enseguida que se halla ante un importante nudo de comunicaciones. Existe un proyecto para hacer un “mega macro” puerto de mercancías fuera de la ciudad, conectado con la autopista costera, que podría suponer la cabecera de la dorsal africana.


    Hoteles
    Cuando descendemos a tierra podemos ver en la medina, en primer plano, detrás de una palmera dominante (foto abajo), el legendario Hotel Continental, nuestro preferido en Tánger, uno de los hoteles más prestigiosos del siglo XIX, hoy restaurado sin perder el sabor de antaño. Las vistas desde su terraza no se deben de perder. En su interior hay un bazar que parece la cueva de Ali Baba.

    Otro hotel legendario, más “fino” y adecuado, es el Minzah, en la parte alta de la ciudad, en su centro neurálgico. Desde su ambiente refinado aventurarse en la “miseria” de la medina es como tirarse a una piscina de agua helada.

    Nada más traspasar el arco de Bab el Bahah nos perdemos en las brumas del pasado, las angostas y umbrías callejuelas de la medina parecen surgir como sombras del medioevo. La kasbah, los mercados, el zoco, están muy lejos de nosotros, no nos parecen reales, sin embargo nos resultan familiares, despiertan sensaciones dormidas que permanecían olvidadas en el desván de nuestra memoria lejana.

    Pero, ¡ojo!, ni Marruecos es sólo Tánger, ni Tánger es sólo su medina. Fuera palpita la ciudad moderna, basta con deambular por las calles que suben desde el Bv. Pasteur para comprender en qué está metido el personal.

    La medina se ha quedado anclada en el pasado; su ambiente puede resultar opresivo y sórdido para el pulcro turista europeo que cruza el Estrecho por primera vez. Sin embargo, otras medinas resultan más amables, sin ir más lejos la de la vecina Arcila (Asilah), toda de blanco, a orillas del mar, con sus puertas de azul, verde o marrón, resplandece con una luz de ensueño y tiene el encanto de un pueblecito de Lanzarote. También Chauen enteramente encalada de añil parece salido de un cuento de hadas, o Essaouira, con un ambientazo que no tienen las otras, pues su medina es la ciudad propiamente dicha, no el típico casco antiguo marginado tras la expansión centrífuga de la ciudad.

    No se vaya a creer que en la medina todo es miseria y pobreza, nada más lejos de la realidad. Las apariencias engañan. Aquí parece darse cumplimiento al mandamiento coránico de no ofender al pobre con la ostentación de tu riqueza; tras las puertas más humildes se esconden auténticos palacios que no se pueden ver.

    Lo que sí se puede visitar es la antigua legación cultural americana; su elegancia, exquisitez e intimidad interior nos darán una idea de lo que es una mansión lujosa con entrada de casa pobre.
    Marruecos es de los pocos países donde todavía se sigue haciendo una artesanía artística y creativa. Será tarea del viajero separar el grano de la paja y encontrar lo verdaderamente bueno, saberlo apreciar y valorar.

    Una de nuestras tiendas preferidas es la de Majid, anticuario de gran prestigio, hombre amable y culto que os sabrá aconsejar. Se encuentra en Rue des Cretiens, cerca del Zoco Chico.

    Llama la atención la multitud de carteles al estilo de “Pensión Becerra”. Tánger tiene un pasado reciente español, de cuando el protectorado. Multitud de gente sigue hablando nuestro idioma sobre todo “los antiguos”, incluso hay una sociedad de escritores en lengua castellana que se reúnen con frecuencia.

    Para los románticos, la sola imagen decadente del Gran Teatro Cervantes ya merecería la pena el viaje. Su extraordinaria fachada art deco con azulejos amarillos y azules, abandonada a su suerte, nos mira con sus ojos tristes y nos habla de un pasado brillante hoy arruinado.

    Después de la 1 Guerra hasta bien entrados los 50 Tánger gozó de un estatuto internacional igual que Estambul, Hong Kong o Jerusalén. Durante esos años fue el ombligo del mundo, su clima excepcional unido a una libertad sin límites y su situación estratégica lo convirtió en meca de pintores, poetas y escritores; millonarios y bohemios; comerciantes y traficantes; agentes secretos y espías. Las fiestas fastuosas de los millonarios hacían palidecer los cuentos de las mil yuna Noches. La famosa y acaudalada Barbara Hutton, afirmaba: “si existe un paraíso en la tierra, este paraíso esta aquí”. Esa extravagante mujer hizo ensanchar varias calles de la medina para que pudiera pasar su RolIs Royce.

    Aún hoy Tánger es famosa por su vida nocturna.
    Comida
    La comida marroquí es buena y sabrosa. Los productos del campo, el pescado y la carne son muy frescos y variados, cocinados con delicadas especias.

    En el restaurante del hotel que aconsejamos al desembarcar, el Continental, frente al puerto de pesca, se come estupendamente por un precio razonable y en un entorno morisco, como mandan los cánones.

    El minúsculo restaurante Andalus, barato, sencillo, limpio y con una cocina estupenda está al principio de la rue du Comerce, muy cerquita del Zoco Chico, aunque no tiene glamour turístico es como una perversión comer en él.

    El “Saveur de Poisson”, cerca del Minzah, bajando las escaleras que conducen al puerto. El precio es fijo se coma lo que se coma, el ambiente de lo más atípico, el dueño es como un alquimista de la cocina, comida fresca, bien cocinada y abundante. No lo olvidareis.

    Para tomar café con dulces, “Cafetería Pastelería la Española”, junto al Café Paris, ambiente selecto. En el bulevar Pasteur está Le Petit Prince, una pastelería que también tienen pasteles salados deliciosos, ideales para tomar en el velador de una cafetería o en el barco.

    No dejar de ir al mercado, las aceitunas negras están para una ruina.

    Tánger no es sólo un viaje al pasado, sigue siendo la puerta de Africa, o la de Europa, según se mire, y ejerce el magnetismo propio de lo que separa dos mundos tan diferentes. Es como la puerta del cielo, tanto para los de un lado como para los del otro. La Tierra Prometida siempre se halla más allá, al otro lado de las montañas, del desierto, del mar. Desde cada una de las dos orillas se mira al horizonte y se idealiza lo que la distancia oculta. Aquí, más que en ningún otro sitio, se cruzan sin encontrarse los anhelos de unos y los sueños de otros.

    Desde la alta atalaya del Café Hafa es desde donde mejor se divisan nuestras costas. Situado entre pinos y peñascos, en terrazas que descienden sobre el Océano. A la caída de la tarde decenas de jóvenes se reúnen a tomar el té, unos charlan, otros juegan al dominó o al parchís, alguno rasguea una guitarra, los hay que están simplemente en silencio, saboreando un vaso humeante de té a la menta, mientras que dejan que su mirada se pierda en el horizonte de montañas grises del otro lado del Estrecho. De sus costas, tan lejanas y próximas, parecen llegar voces que cantan las maravillas de la tierra donde mana leche y miel, donde los sueños se hacen realidad y el horizonte no tiene limites.

    Desde mi orilla, cuando me asomo a las costas marroquíes, también escucho los cantos de una tierra donde el tiempo transcurre al lento ritmo de las estaciones, de la luna y el sol, al ritmo de los latidos del corazón. Donde el reloj no es ese taxímetro implacable del time is money. Un lugar donde la gente te mire a los ojos y se ríe y canta como antiguamente se reía y se cantaba en Andalucía.

    Excursiones.
    Una bonita salida de Tánger es al cabo Espartel y las Grutas de Hércules. Nada más cruzar el río lhoud se asciende al Monte, cubierto con un denso bosque, donde se hallan las mansiones, residencias y palacios. La suave brisa atlántica entre los pinos y las vistas desde lo alto del acantilado suponen un agradable respiro tras las apreturas y los tumultos de la ciudad. La gruta impresiona, el mar entra rugiendo dentro de ella, el espectáculo de su blanca espuma rompiendo entre las rocas es sobrecogedor. Asilah podía ser otra excursión inolvidable de medio día, o el destino de nuestro próximo viaje.



    SECCIÓN PEDAGÓGICA
    Como ODIAR Marruecos desde tu primera visita a Tánger.

    He aquí algunos consejos para llegar a ser uno de esos que dicen “,Marruecos? No, gracias. Fui una vez y no vuelvo ni para heredar”.

    Lo primero será que no leas ninguna guía, de esta forma no tendrás ni idea qué haceren Tánger ni dónde ir. En este estado de virginal inocencia dirígete a una oficina de turismo y apúntate a una visita guiada. Aunque no tengas interés por las alfombras, ni por la rica artesanía local, ni las embriagadoras esencias y las delicadas especias, no te preocupes, seguro que te llevarán a distintos bazares donde te darán un curso intensivo, durante las horas necesarias (no hay prisa), para que sepas apreciar lo que te ofrecen.

    En el caso de que vayas por libre, nada más llegar metete en el primer bazar que encuentres y compra todo lo que te llame la atención antes de que se acabe, pues todo es antiguo y original. Algunos viajeros aconsejan no comprar más de lo que cabe en un bolsillo; error, ¿te imaginas lo regio que puede quedar en tu pisito una mesa con el plato dorado de un metro de diámetro? Y las alfombras? Una casa sin alfombras está tan desnuda como una calle sin coches.

    No regatees, está mal visto y te tomarán por catalán, además los precios son fijos. Si esperas al último día corres el peligro de que tus gustos hayan cambiado y que lo que tegustaba el primerdíaya note guste. Es importante que siempre que compres algo vayas acompañado de aquel simpático moro que se ofreció a guiarte y te llamó hermano (seguramente por aquello del pasado común). Un guía causa respeto y el comerciante no se atreverá a cobrarte de más. Cuando vuelvas en el barco no digas lo que te ha costado, la envidia es muy mala y siempre hay alguien que ha pagado diez veces menos que tú por lo mismo. Además, las calidades aunque parezcan las mismas no lo son, lo barato puede estar hecho de madera vulgar y corriente, y lo tuyo de auténtico pino.

    Si buscas algo en concreto, un hotel o un restaurante, o quieres comprar una alfombra o alquilar un coche baratito, pregunta por la calle, elige a alguien desocupado, de esos que están atentos a todo lo que pasa a su alrededor, mejor si tiene el aspecto vivo y ágil de nuestros gorrillas, seguro que tiene un primo, cuñado o hermano que tiene lo que buscas a un precio irrisorio y calidad garantizada. Apuesto a que te acompañará amablemente hasta el lugar, siempre próximo, pero que no llega nunca. Cuando por fin llegues a tu destino, no te preocupes por el aparente mal aspecto del sitio, aunque las apariencias no siempre engañan.

    Hablando de apariencias, algunas cosas no son lo que parecen, ni la “hierba” es para hacer el té a la menta ni el “chocolate” se puede comparar con el chocolate belga. Sin embargo, el consejo es que debes de probar las especialidades de cada lugar y llevarte para que lo prueben tus padres y amigos. En la aduana no hará falta que lo declares, el chocolate marroquí es tan aromático que te lo encontraran del tirón, y de buen seguro que sabrán apreciar tu buen gusto.

    Para llegar a odiar el país de verdad y para los restos, debes de llegaren el último Ferry, el de media noche, no cojas taxi, cruza a pie todo el puerto e internarte en las silenciosas y oscuras callejuelas a preguntar por una pensión económica. Es importante que lleves un equipaje cuanto más nuevo y reluciente mejor, también ayuda que pongas cara de panoli. Aconsejo que vayas solo o como máximo con tu pareja. De buen seguro que te volveras, ligero de equipaje, en el ferry de la 7 de la mañana. Ahora, eso sí, la experiencia marroquí habrá sido corta pero intensa.

    Si sigues estos consejos, de buen seguro que no volverás a cruzar el Estrecho en tu vida.


    Santiago García Dils E-mail: cardils@cardils.com
    Depósito legal SE-1 572-94. Registro propiedad intelectual n° 2418







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