viernes, 21 de agosto de 1998

Blas Infante: Síntesis del Ideal Andaluz por Manuel Ruiz Romero

El ideal político de Blas Infante, de superación de la dependencia económica, cultural y política de Andalucía, supone la recuperación de la memoria histórica de Al Ándalus, el estudio de las implicaciones actuales que la impronta de la cultura musulmana nos legó, y el rechazo a toda teoría centralista, basada en una hegemonía ideológica de lo cristiano que impone, menosprecia y rechaza. En una palabra: el falseamiento de la historia y la cultura de un pueblo para su mejor sometimiento. “Mejor es callar lo que supuso desde el alba del estado moderno la uniformidad religiosa determinada por la confesión central”.

A partir de sus contactos con los intentos regionalistas de principios del siglo XX en España, Infante elabora su teoría y práctica política. Es difícil encontrar incoherencias en su pensamiento o en su obra. Notario, investigador autodidacta, y “amigo de todas las revoluciones” se vincula al movimiento del nacionalismo andaluz al que dedicará sus fuerzas, recursos, estudios, escritos y su propia vida. Desde su radicalidad será rechazado, pero en los últimos días de su existencia será reconocido institucionalmente, y nombrado Presidente de honor de lo que podría haber sido, en Septiembre de 1936, el futuro gobierno andaluz de no ser por la guerra civil española.

Infante descubre Al Ándalus en la dialéctica del estudio del pasado, la observación de la realidad, y la búsqueda de futuro para la prostituida historia de Andalucía. Blas Infante encuentra tres momentos en los que Andalucía es una nación reconocida; en aurora protohistórica con Tartessos; luego, en la Bética senatorial, y en la etapa de Al Ándalus.

Su nacionalismo opuso el “Principio de las nacionalidades” de Wilson (1.918), como propuesta germánica, racionalista y cartesiana, al “Principio de las culturas” entendido éste como dinámico y revolucionario: el deseo voluntario de ser pueblo. En Al Ándalus encontrará una Andalucía islámica que estudiará a través de sus principales autores, con nuevos ojos, y elaborará su síntesis histórica, económica y socio-cultural de la que derivará gran parte de la Andalucía de hoy. La comprensión de esta etapa marginada será vía obligada en la recuperación de la conciencia de pueblo para el andaluz.

Fruto de esas horas de estudio, dará a luz su libro “Motamid, último rey de Sevilla” que él mismo publicará en su imprenta, fundada a fin de difundir la cultura popular entre el campesinado. En fecha aún no localizada por el biógrafo Enrique Iniesta, escribe un segundo drama también de temática andalusí, hoy aún inédito, “Almanzor”, en el que vuelve a recrearse en los contenidos históricos, artísticos y culturales de la historia del Califato. Entre sus escritos destaca la continua presencia de reflexiones y versos en lengua árabe, así como de etimología musulmana.

Su interés en torno al tema que nos ocupa le obliga a visitar el extranjero. Será en 1928 cuando marche al Al Garbe, en concreto a Silves, en Portugal, para asistir a un homenaje al rey poeta Motamid. En 1924 viaja a Marruecos en plena guerra colonial española frente a Abd el-Krim. Visita como peregrino en Agmat la tumba de Al-Motamid, último rey andalusí de Sevilla al que ya había dado vida a través de su pluma. El impacto de la visita, la Kutubía, las nubas, los apellidos y barrios andaluces en el Norte de África, serán motivo de estudios que darán lugar a nuevas teorías socio-políticas.

El afán de estudio por el esplendor de Al Ándalus, le lleva a estudiar la lengua árabe, aprendizaje que realiza con una suficiencia como para ejercer de docente en los salones del propio Alcázar de Sevilla. La abundancia de textos manuscritos en lengua árabe y que tratan temas islámicos en su legado de inéditos, nos da idea del interés de la persona sobre el tema.

Incluso, en 1931, las Juntas Liberalistas inician una campaña a favor de la construcción de una mezquita en Sevilla “no con ánimo de hacer profesión o confesión de una religión determinada, sino con el objeto de afirmar la libertad y pluralidad religiosas, elementos de síntesis de la Historia de Andalucía”. Para ello, elaboran un cuestionario para los lectores: “¿Qué lugar de Sevilla sería el más a propósito (sic) para situar el templo musulmán?¿De cuáles medios pudiéramos valernos para allegar los necesarios recursos?”.Al Ándalus como fundamento de la Andalucía del futuroPara Blas Infante, Al Ándalus es la continuidad del espíritu griego. El reconocimiento de una nueva influencia cultural y de una síntesis autóctona peculiar (aculturación). Quizás el hecho histórico que más estudia la obra de Infante es el de la llamada “invasión-conquista”. Punto en el que no sólo se adelanta a los investigadores de su época, sino sobre el que hoy en día aún no se han posicionado con sentido crítico muchas de las Universidades de Andalucía.

A través de los Centros Andaluces primero y de las Juntas Liberalistas más tarde, Infante promociona Andalucía como unidad distinta y viva; un pueblo debe ser culto e ingenioso. Trata de conseguir su liberación por medio de la fuerza cultural y renovadora. En gran parte de las actividades motivadas desde estas entidades, sus publicaciones, manifiestos y llamadas, se intenta conseguir la deseada concienciación del pueblo andaluz.

Aunque Al Ándalus no significa la Andalucía de hoy, no se puede despreciar el hecho. Algunos autores contemporáneos a Infante sugieren la necesidad —más correcta en esta línea— de afirmar que España capituló ante los musulmanes antes de hablar de conquista. Otros, como en el caso de Ignacio Olagüe, hablan de integración de la Península en la cultura islámica en lugar de ocupación armada. Al margen de las interpretaciones legendarias que justifiquen la presencia de musulmanes en la península, lo cierto es que no se puede hablar rotundamente de conquista.

El relato que hace Blas Infante de la llegada de los árabes a Andalucía es claro: los andaluces les llaman, tras los años de invasión de los ‘bárbaros’, y ellos vienen, “reconocen la tierra y encuentran a un pueblo culto atropellado, ansioso de liberación. Acude entonces Tarik (¡14.000 hombres solamente!)”. Andalucía se levanta a su favor y, en menos de un año, 34.000 hombres consiguen establecerse en la Península Ibérica.

Los ochocientos años siguientes supusieron la inoculación de sangre semítica entre los andaluces, si bien Blas Infante sostiene que el ‘genio andaluz’ supuso la creación de un nuevo mundo árabe, tolerante y libre. Durante estos siglos los cristianos conservaron sus leyes, sus principios, sus tributos, sus cobradores...

“Ha flotado siempre, flota aún, sobre esta tierra hermosa y desventurada que hoy se llama Andalucía. Su sangre ha podido enriquecerse con las frecuentes infusiones de sangre extraña, pero sus primitivas energías vitales se han erguido siempre dominadoras; no han sido absorbidas, como simples elementos nutritivos, por las energías vitales de una sangre extranjera”.

Al Ándalus va a ser considerada como una etapa de libertad y brillantez cultural: “Lámpara única encendida en la noche del Medievo”. Desde un lenguaje no exento de crítica y lejos de visceralidades que provoquen subjetividad, sentencia Infante la cuestión afirmando: “Andalucía era libre; hoy es esclava”.

Durante estos siglos todos sabían leer y escribir, existía una gran actividad industrial, con modernos métodos agrícolas, “...y, sobre todo, aquel bienestar general que permitía ir a caballo a todo el mundo en lugar de ir a pie”. Andalucía brillaba con luz propia e iluminaba el oscuro pasado europeo: Córdoba “apasionada por las ciencias”, ciudad de bibliotecas, escuelas, academias, médicos y escritores ilustres; Sevilla con sus sabios: Abu Zacaría, Zeiat, Aben Motrif..., Granada, Málaga, Almería, Jaén..., todas con grandes personajes destacados en la ciencia y el pensamiento de aquellos años.

Para un planteamiento ‘oficial’, y presentado como científicamente serio, sólo se reconocerá la existencia de Andalucía a partir de la consiguiente ‘reconquista’. Pero no defiende Infante sólo la aparición de un Estado Al Ándalus (la nueva Castilla como se la llamaría después) como unidad cultural, definida aún por oposición en el contexto peninsular; sino también como el conjunto de aportaciones científicas con repercusión en lo cotidiano que trajo consigo esta permanencia en el tiempo. Hechos que están poco reconocidos, estudiados y en su justa medida valorados. Se potencia así al nuevo Estado castellano-cristiano como paradigma de la nueva realidad histórica que le toca vivir a Andalucía. La civilización andalusí, presente alrededor de cinco siglos en gran parte de Andalucía, se convierte en un paréntesis temporal de escasa importancia y despreciable interés.

“La historia del Islam peninsular ha sido descuidada durante mucho tiempo por el historiador profesional, el medievalista; quizás como resultado de la pervivencia, a través del nacionalismo (español) moderno de la vieja idea de ‘reconquista’, que tendía a considerar la presencia del Islam en la península como un accidente incapaz de sustentar derechos adquiridos de ningún tipo. Esto, unido a la falta de documentación adecuada, justifica el retraso de la investigación histórica sobre Al Ándalus”.

El auge alcanzado por las distintas capitales andaluzas Blas Infante lo considera como el principio de su diversidad:

“Andalucía es un anfictionado de pueblos, animados por el mismo espíritu y fundamentados en la misma historia; pero estos pueblos —ni por su tradición particular, la cual alcanza a distinguirse dentro de la unidad espiritual e histórica de Andalucía, ni por el carácter cultural de esa historia, que, al contrario de los pueblos de fundamento románico y gótico, no hace un fin esencial de la política— no pueden llegar a someterse a la regla inflexible de su estado político homogéneo. Puesto que, además, nos encontramos actualmente con el instinto de conservación de las capitalidades provinciales, las cuales, casi todas, han sido cabezas de reinos durante Al Ándalus, cada una de ellas debe llegar a constituir un Estado, el cual venga a reanudar la tradición de las pequeñas cortes erigidas en Academias, presididas por los príncipes. Esto no se opone a la existencia de una representación unitaria de Andalucía, en el orden político, constituída por delegados de los Estados andaluces”.

La convivencia, durante los años de Al Ándalus, de beréberes, árabes, gallegos, catalanes, eslavos,... e incluso tres religiones, judaísmo, cristianismo e islam, definen claramente el nacionalismo andaluz: ‘antibélico’, ‘acogedor’, ‘antirregionalista’ y ‘antinacionalista’, aspectos que quedan claramente reflejados en el lema “Andalucía por sí, para España y la Humanidad”. Este lema, en palabras de Blas Infante no es una “fórmula arbitraria”, sino que se convierte en la “síntesis de la Historia de Andalucía”.

Es más, el castellano hablado en Andalucía —habla andaluza— se encuentra claramente influenciado por los ‘sonidos’ dejados por los árabes. En resumen, estos ochocientos años fueron de plena libertad, de desarrollo y expansión:
“Hay que aprovechar esos períodos libres —dirá— para reencontrar el río de la genialidad, fuerzas sociales culturales, para hacer del hombre andaluz, hombre de luz, como lo fue antaño, cuando fue capaz de crear un foco cultural como Tartesos e inundó el mundo occidental con la sabiduría de Al Ándalus [...] Recobrar la libertad andaluza no significa separación, insolidaridad, sino tendencia a fortalecer la fraternidad, pero siendo uno, en sí”.

La demostración de la existencia de Andalucía y por lo tanto del ‘genio andaluz’ —en definitiva, de la existencia, desde siglos atrás, de la conciencia andaluza— lleva a Infante al estudio de Al Ándalus. Estos años constituyen un ejemplo del amor a la libertad política y a la democracia de los andaluces. Así, es en estos siglos cuando más concretamente se puede apreciar la ‘libertad de conciencia’ propiciada en las escuelas cordobesas, mientras que en Oriente la intransigencia y el fanatismo son notas dominantes. Córdoba y Granada, de este modo, fueron los refugios del genio democrático griego “durante la barbarie medieval en el resto del mundo”, ya que fue tal la fuerza del genio andaluz que somete al árabe y lo diferencia del resto del mundo islámico.

Es más, Al Ándalus significó un hecho histórico “extraño a la España europeizada; algo completamente ajeno a Europa” . Por consiguiente, Andalucía es Europa y África, una unidad rota en lo natural, lo político, lo moral y social. No es de extrañar, pues, que entre sus propuestas políticas figurara la unión con Marruecos, dos pueblos separados geográficamente por el Estrecho de Gibraltar o “Arroyo Grande”, de Abu Bakr:

“¿Se comprende ahora bien por qué aspiramos a que Marruecos, el Marruecos hoy sometido al protectorado de España, llegue a ser verdaderamente protegido, viniendo a formar un estado autónomo federado con los demás andaluces, dentro del gran Artificio de Andalucía?”.

“En los hogares castellanos o españoles se ha sugerido (sic) siempre odio y desprecio al moro. En los hogares marroquíes, odio y desprecio al cristiano (español). Los musulmanes expulsados de la península y acogidos en Marruecos, legaron siempre a sus hijos odio eterno a la raza que les arrebató y expulsó de su patria resplandeciente, Al Ándalus”.
Teoría militarista
Justificada la presencia del Islam en la península sobre la base de contenidos militaristas, en la denominada ‘reconquista’ se recurre a todo tipo de tópicos para justificar los avances de pueblos recluidos durante siglos en la Cordillera Cantábrica. Así se legitimaba la recuperación de la unidad de España, el establecimiento de la monarquía visigoda, y la restauración de la Iglesia frente al Islam. Este último argumento hizo del solar ibérico un espacio de Cruzadas, paralelas a las que existieron en Oriente Próximo, y por ello incorporó a la causa recursos de varios países europeos. Este objetivo religioso sí pudo ser compartido por otros núcleos políticos más distantes, y llegó a ser el verdadero motor de la empresa.

Blas Infante rompe con el mito de la ‘reconquista’ cristiana y sostiene que esta ‘conquista’ fue fruto de la continua rebeldía y de esas incompatibilidades psicológicas que tan bien caracterizan al genio de los andaluces. Tras la conquista se produce el retroceso histórico de Andalucía. La opresión política provoca la expulsión de millares de andaluces (moriscos y judíos) y “un bárbaro régimen económico jurídico; que produce la opresión y la miseria, repartiendo el solar andaluz en grandes porciones entre orgullosos guerreros y vanos magnates, incapaces de trocar la espada por el arado, como los nobles árabes, ni hacer otra cosa que mantener sus tierras en inacción o cobrar las rentas a sus colonos”.

“Andalucía, con nombre islámico es librepensadora”; ahora “el robo, el asesinato [...] presididos por la Cruz [...] empiezan a quitarnos la tierra [...] distribuida en grandes porciones entre los capitanes de las huestes conquistadoras [...] Y los andaluces, que tenían la tierra convertida en vergel, son condenados a la esclavitud de los señores”

Según Blas Infante, en Sevilla, capital andaluza, durante los años de la represión de la Inquisición “Dos mil personas fueron quemadas vivas en los campos de Tablada [...] Se confiscó los bienes y encarceló a diecisiete mil”.

Tras la ocupación de Granada, las capitulaciones fueron rápida y sistemáticamente violadas por los vencedores, dando comienzo a un proceso de destrucción de la cultura andalusí, un genocidio social y cultural que empieza con las primeras deportaciones en masa y continúa con cargas económicas y prohibiciones legales.

“El pueblo recién convertido por la presión de la intolerancia iniciada por Isabel, sometido a una persecución que culmina después del triunfo de D. Juan de Austria y de las terribles depredaciones que hicieron decir a Mármol que los soldados del Rey eran tropas de delincuentes.”

Andalucía fue conquistada por Europa, resistió y aún continúa resistiendo su invasión y, por ello, jamás será Europa:

“Nosotros no podemos, no queremos, no llegaremos jamás a ser europeos. Externamente, en el vestido o en ciertas costumbres ecuménicas impuestas con inexorable rigor, hemos venido pareciendo aquello que nuestros dominadores exigieron de nosotros. Pero jamás hemos dejado de ser lo que somos de verdad: esto es, andaluces; euroafricanos, ‘euroorientales’, hombres universalistas, síntesis armónicas de hombres”.
Santiago Matamoros
En este contexto destaca el mito de Santiago ‘mata-moros’. Durante su visita a Galicia, Infante propone una revisión histórica de este mito frente a la actitud que entiende que todos los malos son dignos de la espada del santo cristiano. A su vez, los historiadores árabes llamarán ‘gallegos’ a todos sus enemigos.

Es probable que en el siglo VIII el Santiago bélico no hubiese penetrado en la literatura eclesiástica [...] medio siglo más tarde [...] será convertido en el ‘anti-Mahoma’ y su santuario en el ‘anti-Kaaba’.”

Mitos como el de Santiago fueron exportados a América a fin de poder predicar el Cristianismo “y enseñar a los indios que Dios no había muerto, sino que era muy valiente y esforzado” . La actuación de Castilla en el denominado ‘Nuevo Continente’ no puede comprenderse sino como una extensión de su conducta frente al Al Ándalus nazarí. No falta pueblo aquí, pueblo evangelizado y conquistado, que no posea “una imagen de un feroz español con una cruz en la mano y una espada en la otra, caballero en un caballo matando hombres”

En Pontedeume y en Unión de José Mas, Infante es testigo de una anécdota que hará contar en sus publicaciones y en su inédito “Almanzor”.El legado de Al Ándalus Toda la teoría política de Infante tiene siempre su proyección en la praxis cotidiana. Conjuntamente con las plataformas políticas y socioculturales antes aludidas que promovió, defendió con sus propuestas y actuaciones el legado de Al Ándalus en Andalucía.

En primer lugar, por la divulgación de estas teorías a través de conferencias, encuentros, e incluso por medio de su propia editorial, Avante. En segundo lugar, por las propuestas que se defendieron desde aquellos círculos andalucistas con respecto a la realidad sociopolítica de Andalucía.

Los Centros Andaluces constituyen un ejemplo de ello. Así, entre las medidas enunciadas en el Reglamento de la Sección de Sevilla aparece la de despertar el espíritu regional a través de la enseñanza de la historia. Se consideraba imprescindible la redención de Andalucía para que ésta obtuviese de nuevo el “centro de la civilización peninsular”. Siente la nostalgia de su grandeza pasada y se sonroja de su actual estado triste, fruto de la actuación “de una tiranía extraña al servicio de dogmas de barbarie, que vació sus ciudades populosas, expulsando a sus hijos y dejando yermos sus campos de jardines”.

Al Ándalus es así considerado como el referente histórico más destacado, donde el genio y la idiosincrasia andaluza se expresaron con mayor nitidez. Va a ser una constante en todos los programas: “Restitución a Andalucía de la conciencia de su personalidad cultural creadora en lo pasado, de las más interesantes culturas de Occidente”. A su vez, “la reafirmación consciente de las aspiraciones esenciales de Al Ándalus, traducidas con criterios modernos o actualistas”.

Los andalucistas defenderán un “Estado Federal que delegue en Andalucía las relaciones internacionales con los pueblos africanos y de Oriente”. Reclamando igualmente una máxima protección, por parte del “Estado Andaluz”, “de los andaluces musulmanes y moriscos expulsados del territorio peninsular”. El andalucismo como ideal cultural comporta un anfictionado de pueblos unidos por la cultura. Frente al Marruecos colonial de la época, Infante aspira a hacer de este territorio, “un estado autónomo federado con los demás andaluces, dentro del gran anfictionado de Andalucía”. Postura igualmente promovida por los andalucistas norteafricanos. Norte y Sur confederados y unidos por las aguas del Estrecho.

En el caso del Estatuto de Autonomía que Andalucía pudo haber tenido en la II República, Infante y los andalucistas promoverán que las relaciones con Marruecos se cedan a Andalucía, en tanto que las relaciones con este país deben volverse “de colonizadoras en fraternidad política”, a fin de que sea posible “una cooperación de fundamento cultural a base de la personalidad norteafricana en inteligencia federativa con Andalucía”.

Infante y la Junta Liberalista procuran en los sucesivos encuentros y consultas, que se cuente con “personas notables de nuestra zona de Marruecos, musulmanes y moriscos de procedencia andaluza”. Insistiendo en esta presencia en base a “la paz con Marruecos y la influencia de España respecto a Africa y al Oriente.”

A la hora de buscar los símbolos de Andalucía, Infante y los Centros Andaluces piensan en la Historia de Andalucía. Sus ideas a este respecto serán asumidas mediante Ley por la actual institución de autogobierno de Andalucía. Para el caso del escudo, el lema “Andalucía por sí, para España y la Humanidad”, y sobre éste, Hércules como símbolo “de las fuerzas de la vida Bética-Al-Andalus”, como “símbolo divino [...] que vive para crear la conciencia de la vida”.

“Los regionalistas o nacionalistas andaluces —sentencia Infante— nada vinimos a inventar: nos hubimos de limitar, simplemente a reconocer en este orden lo creado por nuestro pueblo, en justificación de nuestra Historia”.

Sobre la disposición de la bandera andaluza (tres franjas horizontales de igual anchura: verde, blanca y verde), aprobada en la Asamblea Andalucista de Ronda en 1918, algunos autores han asociado el verde al “estandarte de la dinastía Omeya, en torno al siglo VIII”, y el blanco a los ideales de reunificación de los almohades con los distintos reinos andalusíes en el año 1146 . Pero en cualquier caso es “símbolo de esperanza y paz”.

Ejemplos posteriores confirmarán estas versiones: ondea en la Giralda de Sevilla hacia el año 1198 para celebrar la victoria en la batalla de Alarcos, e incluso en el color de la mayoría de los estandartes andalusíes conservados hoy. Incluso apoyan esta tesis otros datos más contemporáneos aún.

Para finalizar este apartado, tenemos que aludir a la que va a ser la primera casa propiedad de Infante: “Dar Al Farah” (Villa de la Alegría). Construida por jornaleros, el edificio es una muestra de la admiración del propietario por el arte islámico. Entre los arcos de herradura, las columnas, y los frescos de esta vivienda —de planta sencilla, pero refinada en su decoración interior— abundan las inscripciones en árabe.
El flamenco como herencia cultural
Una de las intuiciones más importantes de la visita a Marruecos ocurre cuando Infante escucha una nuba. Cinco años después, y fruto de nuevo de su afán investigador, nacerá su “Orígenes del flamenco y secretos del cante hondo”. Identificando la nuba como un canto coral de la Andalucía del destierro, la asocia en su origen a un módulo de canto individual. La música de la Andalucía islámica, proscrita en época cristiana se vuelve en época actual canto de “intimidad trágica”.

Infante rompe con todos los precedentes flamencológicos. El cante flamenco con su ‘ay’ tradicional es el cante del ‘fellahmngu’, en boca de “los últimos descendientes de la cultura más bella del mundo, ahora labradores huidos expulsados”

Es el cante del destierro de un pueblo obligado a vivir fuera de su medio ideal: una forma de “liberar su pena prisionera”. Por eso, este cante es “una música democrática”. Queda perplejo: “La música andaluza, proscrita en la sociedad, viene a refugiarse en el individuo: deja de ser coral, se torna secreta, inaccesible, pero al mismo tiempo se intensifica..., es una intimidad trágica”.
El problema de la tierra
Para Blas Infante, “el problema de la tierra en nuestro país, originariamente, antes que ser problema agrario, es el problema de un pueblo privado por conquista de la tierra de sus mayores”.

El jornalero andaluz pierde su tierra y se convierte en el esclavo del nuevo propietario, situación que dio origen a la miseria del campesinado:

“‘La tierra de Andalucía para el jornalero andaluz’ es precisamente el imperativo que actualmente viene a contener la vindicación esencial de un pueblo privado de su tierra por la conquista cristiana o europea”.

“Los pobres andaluces [...]; los cuales, privados durante siglos —que duran aún— de la tierra de sus padres, se arrimaban a las vallas de los cotos cerrados, desecho el corazón en el llanto del Islam; apercibiendo, con los ojos apagados y los cuerpos macilentos, cómo el ángel negro del feudalismo europeo ordenaba el crecimiento de malezas y de eriales con la savia de este suelo nutricio de las culturas primitiva, antigua y medieval, más intensamente inspiradas en el Mundo por el anhelo santo de elaborar, en hechos vivos del Espíritu, la creación de un cuerpo al imperativo creador de Divinidad”.

Efectivamente, la reconversión del jornalero andaluz en campesino, propietario de su tierra, al igual que ocurrió durante el período árabe, se convierte en uno de los ejes centrales de su teoría política y del regionalismo en general:

“La aplicación del principio: ‘nadie debe tener la tierra que no pueda cultivar’; con la cooperación obligatoria para el alumbramiento y conducción de aguas, pudiéndose hoy llegar a extender la cooperación obligatoria, por la sindicación, para abonos, maquinarías, etc..

Viviríamos, así, conforme a nuestro genio verdadero: variedad; libertad para la variedad de municipios, de enseñanza y aprendizaje, de religiones, de justicia, de cultivos y de industrias, de inmigración y de emigración... Andalucía volvería a ser la gran maestra de síntesis, científicas, religiosas, étnicas..

Una Isla de Humanidad, en Europa, condenada a vivir entre dos mares y dos continentes, residencia del Espíritu, que a la coordinación fecunda de las variedades llama. Dios volvería a tener en ella su jardín. Y el efluvio de este jardín vendría a condensarse en una mágica palabra, mensaje de Andalucía para el mundo: la paz.”

La nobleza despojó a los trabajadores agrícolas de sus tierras y repartió grandes extensiones (latifundios) entre apellidos de linajes ilustres. “La tiranía eclesiástica destruyó la cultura de Andalucía”, y encendió las hogueras de la Inquisición para “enormes falanges de esclavos jornaleros, de campesinos sin campos, campesinos expulsados”. La solución para la reforma agrícola en las tierras de baldío es bastante clara: “reforma de la agricultura, sin indemnización de los terrenos procedentes de la conquista”.

ConclusionesLa enorme importancia de la Andalucía árabe, y de su influencia en todos los ámbitos científicos, queda demostrada por la continua polémica que viene enfrentando a los partidarios de una historiografía que revisa la historia oficial, y a quienes defiendenlos enfoques tradicionales. La escuela arabista Francesa, en este sentido, es continuamente ignorada (Olagüe, Marcais, Dozy, Schack, Burckhardt, e incluso Leví-Provenzal), tal y como sucede con especialistas o con fuentes documentales árabes.

Blas Infante emerge en este contexto como un gran adelantado a su época. Desde su proyecto político, no deja de buscar el lugar digno que se merece nuestro pasado. Libre de tópicos, ideologizaciones por motivos religiosos, y exento de visiones centralistas.

Ninguna fase de nuestra historia es el paradigma de la Andalucía ideal: todos los hitos y la sucesión de culturas han contribuido a configurar la realidad andaluza. Infante describe su teoría política en favor del nacionalismo andaluz como la voluntad de ser por sí, de existir como pueblo diferenciado que surge de una memoria histórica, de una realidad cultural y de unos intereses comunes.

Este objetivo implica la aceptación y valoración en su justa medida de todos los pueblos y culturas que pasaron por esta tierra y dejaron su impronta para conformar una comunidad diferenciada, con personalidad e identidad propia, cuyo sustrato original, al mezclarse con otras aportaciones, actúa como catalizador que termina sintetizando y enriqueciendo esas aportaciones.

Afirmamos que Al Ándalus obtuvo un lugar destacado dentro del pensamiento político de Blas Infante. Para afirmar esto, no tenemos más que ver las continuas referencias que a este momento histórico hace el autor en su bibliografía.

Así, Blas Infante considera que la historia de Andalucía no comienza con la llegada de las tropas cristianas o europeas al suelo andaluz, con la amalgama de la ‘reconquista’, sino que los siglos anteriores fueron de una importancia tal que definen su ‘genio’, es decir, los rasgos diferenciales que la distinguen del resto de pueblos.

El líder andalucista no minusvalora los ocho siglos de presencia árabe. Redescubre un pasado fulgurante, brillante, donde los andaluces vivieron una época de esplendor con escuelas, tierras y cultura. “Un pueblo culto”, a diferencia de la oscuridad de la Edad Media europea. Al Ándalus se erige como la síntesis de las peculiaridades griega y romana. Sin embargo, sus sentimientos no se quedaron simplemente en la admiración sino que, a partir de estas ideas, extrajo sus conclusiones.

Es precisamente este punto el que lleva al ideólogo nacionalista a idear una Andalucía futura estrechamente relacionada con el Oriente, una región en la que Europa representa sólo una parte del hecho diferencial andaluz. Andalucía es Europa y África en uno.

No es de extrañar por tanto que la ‘conquista’ cristiana de Al Ándalus configurase la situación socioeconómica de la región a través de la implantación de un nuevo sistema de propiedad de la tierra basado en la explotación del jornalero y en los latifundios. Esta ‘conquista’ supuso un paso atrás en el progreso de la región, un paso hacia la miseria cultural y económica. Infante rompe de nuevo con el mito de la ‘reconquista’ como hecho que procura avance y progreso.

De igual modo, la interpretación de la llegada de los árabes al suelo andaluz también supone una quiebra de un viejo mito. La ‘conquista’ es entendida como mera asimilación, la venida como respuesta al llamamiento realizado por el ‘genio’ de los andaluces a las culturas vecinas para defenderse de los abusos ‘bárbaros’.
Manuel Ruiz Romero es Licenciado en Historia. Secretario del Centro de Estudios Históricos de Andalucía (Apartado de Correos 2034 de Málaga), y colaborador honorario del Departamento de Historia Contemporánea de la Facultad de Historia de la Universidad de Sevilla. Su correo electrónico: mansusi@gmail.com

jueves, 20 de agosto de 1998

El Ideal Andaluz por Blas Infante Pérez

Presentación

Señores Ateneístas:
Este es el problema: Andalucía necesita una dirección espiritual, una orientación política, un remedio económico, un plan cultural y una fuerza que apostolice y salve.



Voy a presentaros un trabajo, hecho de prisa, por quien no pudiera realizar grandes creaciones con mucho tiempo, mucha calma y prolijo estudio. Voy a exponeros unas cuantas verdades sencillas, inducidas de hechos cuya observación y análisis pueden ser efectuados por las inteligencias más simples. Defenderé la virtud de aspiraciones ideales, ya conocidas a las cuales alcanza la reacción del espíritu, tras su impresión por las realidades contrastadas; y esborzaré, con un elemental criterio político, la concreción circunstancial de aquellos principios, en fórmulas prácticas, moldeadas por las exigencias actuales de la Historia; señalando entre ellos los procedimientos que a su actuación conduzcan, los menos embarazados con dificultades del momento social.


En esta empresa de afirmar las conciencias de todos para la gran obra que a todos nos aguarda, ponga cada cual su grano de arena, como yo lo pretendo ahora, con esta modesta intención de un esfuerzo humilde.


I. El Ideal


Todos vosotros concebís y sentís el ideal. Escuchad una pobre definición de cómo yo lo concibo y siento.

Ideal de la Vida.

La Vida está latente para crear la Perfección Absoluta.
La Vida es lo Relativo caminando a lo Absoluto en el vehículo de la Forma.
Cuando obra perfección, adelanta en el camino que conduce al fin. En definitiva, sólo triunfan los perfectos; y todos los seres sienten su destino en el triunfo de su esencia. El Proceso Total se descubre y comprende al apreciar el desarrollo parcial de cualquiera de sus manifestaciones, regidas todas por la Ley que, en la variedad, mantiene del Universo la Soberana Armonía. Savia de perfección es la Lucha.

Como, las plantas luchan, aspirando a explayar en el triunfo de la flor el resumen de aromas y colores que adquieren, conquistando su esencia a las sonrisas de la luz y al perfume de las auras, así la vida del Universo resume la lucha de todos los seres, aspirando a explayar sus conquistas en el triunfo majestuoso y definitivo de la Eternidad. Esto es, de la Perfección Absoluta.

La Vida, pues, tiene un ideal absoluto: la Eternidad; y un ideal próximo: la relativa perfección; y una base de inmediata defensa: la conservación de la perfección y vida-ganada. Al primero, responde el destino que sienten los seres; al segundo, y a la última, hasta que el ser llega a hombre el instinto que a la lucha por el triunfo y por la vida los arrastra.


Ideal humano. Su génesis. Sus factores. Su modo de actuación


Así la Ley que en la esencia de todo lo que es, alienta, imprimió a cada uno y a todos los seres que constituyen el Universo; un movimiento dirigido hacia las avanzadas de la Vida. En la Tierra, la representa el hombre, que es la vida en llegando a la consciencia y a la libertad. Cuando el ser se conoció libre fue hombre; y desde entonces es hijo, principalmente, de sus propias obras.



Porque la libertad es la unción con que la Ley consagró su soberanía. Pero llega el hombre a conocer la razón de la libertad (poder crear o luchar, por libre amor), y cuando ya no presiente, sino que penetra, la razón de su destino creador (perfeccionar la creación, continuando la Obra), corre hacia él, aceptándolo, con gratitud a la Creación que lo produjo, y por amor, a su propia dignidad que a crear le empuja; y a la perfección en que la actividad creadora de la vida se revela, ofreciéndole visiones y goces parciales, como vislumbres de la Obra en el Fin. Y entonces, con respecto a los seres engrandecidos por razón de aquel conocimiento, ya no se precisa de la religión del Temor. Ellos, por consciente amor, se conducen y crean. Se conocen a sí mismos, como alientos soberanos de la vida universal; como la resultante libre, por ser perfecta, del proceso desarrollado por la lucha depuradora, y no ignoran la dignidad ni la responsabilidad de su rango director, como representantes de la Vida, en sus puestos avanzados. Por esto, como a sí mismos, la aman, sintiendo su hermandad con los seres de su especie, con los seres y las fuerzas de su mundo, y con todos los seres, y todas las fuerzas y todos los mundos; y, por esto, como por sí mismos, ofrendan sus amores en el ara de la Vida Universal, subyugando, para cumplir su destino, por la Virtud de su consciente esfuerzo, las fuerzas ciegas (externas o internas, instintos), que arrastran, tras lucha gigante, encadenadas al carro espléndido de sus triunfos gloriosos.


He aquí cómo la obra Creadora, para ser perfecta y continuar avanzando hacia la Perfección, produjo el efecto maravilloso de un Ser Creador, que tendrá su gloria en el goce de su propia Creación, como la Vida, por sus representantes, la tiene, ya, en el goce de la suya.


Encadenar las fuerzas ciegas, ordenándolas al cumplimiento del Destino Humano, es crear fuerza consciente.


El Pensamiento, para aquel fin, idea, explora y descubre la nueva conquista que es preciso efectuar. La Lucha consciente, la lucha creadora, responde a la ideación del pensamiento. Así, el hombre avanza, poniendo nuevos jalones, desde los cuales descubre horizontes nuevos en la ruta de su Fin.


Porque el conocimiento de éste no puede ser absoluto. El Ser humano dirige la vida desde el instante fugaz de lo Presente, que palpita, corno decía Carlylc, en el punto donde dos Eternidades confluyen, y desde esc balcón, no alcanza a descubrir el Principio, oculto en el fondo de las sombras, que pesan sobre el seno fecundo de la Eternidad pasada; ni el Fin, escondido tras los vagorosos velajes de esperanzas, que velan el seno virgen de la Eternidad futura.


Sólo alcanza a ver una porción de camino definida; es decir, la perfección se presenta concretada en una fórmula que podemos parangonar al límite de la extensión descubierta; a ella conducen otras, que son como ideales más próximos y secundarios, jalones o grados completos de perfección. A esa concreción circunstancial del Fin, corresponde un amor también concreto, condensación del sentimiento del destino que alienta en todas las condensaciones de la vida universal.


De lo dicho se desprende que el ideal humano es distinto del ideal absoluto de la vida (la Eternidad), y del objeto inmediato que ésta cumple a través de todos los seres (la Lucha). Es un ideal lejanamente mediato para dar amplio margen a la libertad. El hombre puede, contemplándole, responder a los imperativos de la conciencia o las exigencias del instinto; aceptar los dolores del parto creador, cuyas explosiones hasta las alturas del Ideal elevan, a abandonarse al sueño de no crear, por el que descienden los seres hasta el abismo del ser incapacitado para obra creadora.


Consecuencia de ser mediato, el ideal humano es concreto, es decir, formal; para excitar todas las fuerzas que en el hombre existen: las del cerebro, las de la fantasía, las del corazón. No hay idea como esa idea que fulgura en la chispa engendrada por el pensamiento, cuando rasga las sombras de la Historia y escapa buscando la radiosidad del Fin, como, nostálgico del sol perdido, parte, ansioso de la luz lejana, el insecto sumergido en la oscuridad del campo. No hay sentimiento como ese sentimiento que ofrenda a la idea un trono de amor. Así se concentra el vago sentimiento del destino para rendir culto al ideal; como al encontrar al amador el ser amante, recoge, en un núcleo de fervores, todas las energías de su amor, repartidas por la Naturaleza. No hay fantasía como la fantasía que troquela aquella idea al calor de este sentimiento; ni fuerza gigante que pueda oponerse a la fuerza invencible de esos fantasmas gloriosos que, rebeldes al Tiempo, acuden, invocados desde lo Porvenir, pugnando por encender en su luz las tinieblas del Presente enemigo que les ahoga. Nada pueden los desgarramientos de todos los martirios; nada las caricias de todos los amores. Los fantasmas del ideal sobrenadan, triunfantes, en la sangre de las hecatombes humanas. Su grito de combate se yergue victorioso sobre los ecos de todas las voces potentes. Mueren los profetas... perecen los apóstoles...; pero, hasta el Fin, resurgirán los profetas. Cristo resucitará siempre de entre los muertos. Su hábito sagrado en todo tiempo levantará la pesada losa del sepulcro, arrojándola sobre los asustados guardianes. Pero, hasta el fin, sobrevivirán los apóstoles. Siempre, mientras el hacha del verdugo tenga filo, encontrará la cabeza de un apóstol aguardando reposada sobre el tajo de la muerte.


Yo creo en la fatalidad de la muerte por la vida. Aquélla existe sólo como condición vivificadora. A través de los cataclismos, la vida triunfa por el renacimiento. Así, entre los hombres, triunfa de la tiranía por la libertad, de los egoísmos por el amor. Por esto, antes perecerá la Humanidad que el Ideal no encuentre una voz en que modular su eterno canto a la perfección humana. Mientras exista un solo hombre existirá un alma generosa en que tallar un altar para ofrendar el sacrificio.


El conocimiento de nuestra propia libertad es gradualmente adquirido. Todavía es muy imperfecto. Mejor dicho, nuestra libertad es muy imperfecta, porque su antecedente es el conocimiento. Ignoramos la transcendencia de muchas causas, cuya apreciación, el Progreso, hace cada día más posible, aumentando la esfera de la Libertad.


El Ser, hasta llegar al Fin, será sólo, principalmente pero nunca en absoluto, hijo de sus propias obras, porque hasta que el conocimiento y, por consiguiente, la libertad sean absolutos, la Ley seguirá actuando por la fuerza ciega que mantiene el dinamismo biológico y que en el instinto se condensa; aunque cada día su influencia disminuya en el avance del término libre de la Evolución. El conocimiento engendra amor y libertad, y el libre amor sustituye al instinto. La Lucha no es ya por la vida, sino por su imperfección, para la cual se vive. Resultado, el Ser más perfecto, hijo de la Libertad.


Aunque sólo una ínfima minoría de entre los hombres conoce la razón de su libertad y la de su destino creador, hablo de la especie, en general, para no distinguir distintos matices o grados de hombre, y porque indudablemente, es un progreso de la especie el alcanzado por esos sus representantes.


La vida hoy goza, principalmente por el hombre, sobre la tierra, de la obra de su propia evolución, recreándose en la perfección de las formas; de las esencias de los mundos, de los seres creados por la evolución de la vida; resúmenes de perfección alcanzados por ella en este momento del mundo. Más allá de éste gozará también de la perfección adquirida en el momento universal. Pero el hombre no sólo goza de la obra de la vida, goce que en cierto sentido puede atribuirse también a los demás seres. El hombre goza, además, de su propia obra o creación, elaborada por su especial progreso.


La virtualidad para la regresión de las fuerzas ciegas internas disminuye tanto como aumenta la consciencia, o sea la virtualidad del ser para el progreso, cuando aquéllas son ordenadas o sacrificadas a un fin de perfección. Este mismo efecto de aumentar la consciencia produce la ordenación aun de las fuerzas ciegas exteriores al hombre, para el cumplimiento del destino humano, no sólo porque la obra de perfección de esta naturaleza (cualquier monumento artístico u organismo material que traduzca conquistas del Arte o de la ciencia) tiene sus antecedentes en la depuración del ser que la dirigiera o creara, sino porque al reobrar de toda obra perfecta (desde luego, que no hablo de perfección absoluta) sobre el espíritu de los hombres, produce el efecto de engrandecerle, tendiendo a despertar en el mismo la consciencia del destino y el deseo de realizarle. En este sentido, hemos asegurado que, de un modo directo o indirecto, encadenar u ordenar las fuerzas ciegas al cumplimiento del destino humano, es crear fuerza consciente.

Sentido objetivo del Ideal.

Considerémoslo ahora en su sentido objetivo, en lo contemporáneo, tal como alcanza a descubrirle la miopía de mi inteligencia. El Ideal puede concretarse en una fórmula amplia, expresiva no sólo de sustantividades ideales, próximas o lejanas, que se perciben, más o menos borrosamente, en el camino del Fin, sino que, también, del medio, cuya práctica a éste siempre conduce. Espiritualizar la Forma. Formalizar el Espíritu.

En esta síntesis superior todos los ideales se funden. La ciencia, el arte, la moral, aspiran a penetrar el misterio de los arcanos, que son dominio de la eterna sabiduría; y a encarnar en la Forma, trasladando a la tierra el Poder, la Belleza, la Justicia, cuyas fuerzas se creyeron, un día, privativas de un centro de Gloria, puesto en el cielo. Así, hasta éste, elevan la Forma espiritualizada por la encarnación del Poder, de la Justicia, de la Belleza. Transformar la Tierra en Cielo, que es llevar, al Cielo, la Tierra: He aquí la obra creadora reservada al Titán.



Ideal de los individuos y de los pueblos.

Este ideal de los individuos es también el ideal de los pueblos. En el criterio que preside a la moderna concepción de la historia, se aprecia cuanto es, en lo presente, la virtud de esa verdad que claramente se vislumbra. Sólo se busca el resultado de la depuración de los hechos históricos, concretada en esta síntesis: "espacio recorrido de esa senda (ciencia, arte, moral, civilización) que es la senda del progreso".

Jesús tuvo conciencia de este ideal, claramente definido en los tiempos modernos, que santifica la vida y vivifica la Santidad, cuando pedía en su sencilla oración que la voluntad eterna, fuente de los Poderes, de la Belleza, de la Justicia, es decir, de la Flema Gloria, imperase lo mismo en el cielo que en la tierra, y cuando profetizaba a sus discípulos: "Se acerca el reino de Dios".

Los individuos y los pueblos víctimas de aberraciones, pueden perseguir, accidentalmente, ideales, mejor dicho, aspiraciones o fines contrarios al ideal. Pero tales aspiraciones no se pueden denominar propiamente ideales humanos, sino todo lo contrario. Son fines regresivos, cuyo triunfo implicaría, lejos de una exaltación, una pérdida del rango ganado por el ser, con el que he procurado sintetizar en la fórmula expresada. "Formalizar el espíritu: espiritualizar la forma". La Historia existe por ese ideal. A través de los hechos históricos se descubre a la humanidad avanzando hacia él trabajosamente.

Ideal de las naciones.

Un pugilato constante está latente y se desarrolla entre los individuos, aspirando todos, en la realización del Ideal humano, a explayar, en su esfera propia, el triunfo de su personalidad. Esto mismo sucede con las naciones.

En estas, del mismo modo que en los individuos, a través de las convulsiones internas que las agitan, se descubren, en último resultado, encontrados movimientos de la conciencia colectiva, impulsores de la lucha o sancionadores de la quietud y aun de la abdicación. El alma nacional tiene, a veces, trágicos desperezamientos, cuando despierta arrebatada por el ansia de triunfo, ante el espectáculo de esa lucha sostenida, sin cesar, por los demás pueblos de la tierra.


Ideal de España.

España, en el pugilato de las naciones, no hace pesar su potencia creadora. El triunfo de la civilización moderna no es español. No son los ecos poderosos de la voz de España los que vibran en el grito de victoria que afirma sobre el planeta sojuzgado el avance de la especie. Sin embargo, la ausencia de España se nota en el concurso civilizador.

Esa victoria necesita ser saturada con la sublime esencia de un idealismo caballeroso. España se desangró de un rudo batallar de siglos, tras los fantasmas desvanecidos de un ideal equivocado. A pesar de las cien derrotas, viven en el fondo del alma española un ansia perenne de robusta idealidad. Del aliento de esa alma necesita la civilización; como necesita el equilibrio que supone la vida mundial, del término necesario de un idealismo inquebrante. Tal vez por esto, por ese instinto conservador del bien, que al hacernos sufrir ante las grandezas caídas nos habla de la necesidad de la Virtud de la Grandeza, las naciones contemplan el resurgir de España con respeto y simpatía.

He aquí la razón de la inmortalidad de nuestra raza. No sólo damos al mundo Quijotes locos. También podemos ofrendar al Ideal Quijotes cuerdos. España es la patria de Alonso Quijano; pero también lo es de los Rodrigo Díaz. La civilización, el concierto de las naciones tiene necesidad de un pueblo que encarne el espíritu de un Cid, nivelado un grado menos de aquel que alcanza la locura sublime, a veces trágica, cómica a veces, pero siempre excelsa del Ideal. Falta un espíritu de abnegación y justicia que combata por Amor, y que, lejos de absorber en ajenos jugos la constancia y los alientos precisos para sus grandes empresas, prodigue en estas, sin cesar, las energías inagotables del Tesoro de su fe. Por esto es preciso que España no muera: por esto es necesario que el Cid vuelva a cabalgar: pero no para ganar batallas campales, sino para vencer en la Gran Batalla de lo porvenir, donde todas las naciones contienden. En la Gran Batalla por el Progreso.

El ideal de España está, pues, en arribar al pugilato manteniendo entre las naciones, con fuerzas bastantes para sellar con su triunfo la realización del Ideal Humano. En esta fórmula, se comprenden un Ideal próximo y otro remoto, medio y fin que habrá de practicar o perecer.

Hay que igualarse en la fuerza a las naciones que contienden; y téngase presente que la fuerza, cuando se habla del Ideal, es la fuerza de la cultural Moral y Física, es la fuerza de la Civilización; no la fuerza bruta subordinada a aquella fuerza, y de la cual, ésta, debe valerse como instrumento, para barrenar obstáculos históricos, que, sólo por este medio, son conmovibles. Únicamente en este sentido puede admitirse que es preciso europeizar a España: en que hay que elevar su nivel de cultura, su nivel de civilización, a la altura de las primeras naciones del mundo. Pero sólo en la intensidad, no en la cualidad. Esta ha de ser obra exclusiva de nuestra raza; como lo será también el alzarse sobre ese nivel y rebasarle, para conseguir el triunfo sobre todas las demás naciones. El proceso denominado de europeización ha de circunscribirse a dotar a España de la civilización de Europa (o por mejor decir, de los pueblos más civilizados del mundo, pues ya la hegemonía escapa de manos de Europa), pero sólo en lo que aquella civilización tiene de Universal; es decir, en cuanto suponga elementos de fuerza indispensables para la realización del Ideal Humano. El genio que ha de desarrollar e impulsar esa fuerza, cualificándola en los matices de creaciones originales, ese lo tenemos nosotros. Importarlo de fuera, equivaldría a la anulación, a la muerte por indignidad; a negar la misión histórica, substantiva e independiente de nuestra raza; o, lo que es lo mismo, a desconocer los fueros de su personalidad creadora. El genio español es el sagrado depósito que nos ha sido confiado por la Naturaleza y la Historia como acicate de nuestra vida, vinculada en la santa aspiración de desplegar su gloria en la hora suprema del triunfo definitivo; y este triunfo no será nuestro si en vez de ostentar en la lucha el carácter de factores activos y originales, renunciamos a nuestra propia personalidad y nos convertimos en instrumentos de las inspiraciones de un alma extranjera.


Medio de cumplir el ideal español.

Para cumplir ese ideal próximo, ese grado completo de perfección que alcanzaría al nivelarse con las más fuertes naciones. España necesita de la creación y desarrollo de fuerzas privativas suficientes.

Las unidades superorgánicas están constituidas por la suma de las fuerzas individuales más afines, y tienen por objeto robustecer esa suma, por el reobrar de la misma sobre sus componentes para la realización del Ideal Humano.

De este modo, la fuerza general, el hálito de la conciencia general, es el complemento superior de las particulares deficiencias.

Y esto que sucede con respecto a los individuos, relativamente a la más inmediata unidad superorgánica (la familia), ocurre con respecto a ésta, relativamente a las unidades superorgánicas superiores, y así hasta llegar a la Sociedad Nacional, a la Supernación y a la Humanidad. Las familias serán fuertes si lo son los individuos; los municipios, si lo son las familias; las regiones si lo son los municipios; las naciones, si las regiones lo son.

En último término, la fortaleza de todas estas sumas es la de sus componentes hasta llegar a los individuos, así como el fin de éstos (el ideal humano) es la razón de su existencia. Pero para suplir con este objeto las deficiencias particulares, convergen los elementos individuales en el seno de las unidades superorgánicas, y éstas en el de sus componentes superiores. Por esto, los componentes necesitan de su recíproca variedad. Sólo estando en la suma representados todos los matices, podrán encontrar mediante ella su recíproco complemento. Además, sin variedad, la vida, que en su aspecto adjetivo es un contraste de fuerzas engendradoras del movimiento, no existiría en el seno de las unidades superorgánicas. De este modo, respecto a los compuestos sociales, el progreso actúa y se mantiene por diferenciación, conforme a la ley de Spencer. ("Toda causa produce más de un efecto; toda fuerza más de un movimiento") sin ella, sin la variedad o, mejor dicho, sin su resultado convergente, las creaciones serán homogéneas, por ser aisladas; el progreso carecería de motivos, los cuales, en la esfera de que nos venimos ocupando, no son otra cosa que resortes creados por el medio social. Los compuestos, por consiguiente, lanío son ricos por la intensidad como por la cualidad.

De lo expuesto se induce que si a ellos importa la fortaleza de los factores, que es su propia fortaleza, a éstos no menos importa la del compuesto, cuyo reobrar les fortalece. Pero hemos visto, incidentalmente, y ahora directamente afirmamos, que, entre los compuestos sociales, existe un enlace más o menos inmediato, producto de una gradual subordinación natural, que constituye el cauce por donde natural y normalmente asciende o desciende la vida que entre ellos mantiene la relación. Cada unidad, en esa escala es receptora, y engendradora de fuerzas que, a las más próximas, comunica; y claro es, que para lodos los fines son ellas las que se han de relacionar primeramente.

Las naciones son unidades que deben ser inmediatamente Constituidas por las fuerzas regionales más afines, con el objeto y fin que dejamos dicho al tratar, en general, de los compuestos superorgánicos.

En la normalidad, a ellas importa, por consiguiente, inmediatamente el fortalecimiento de las regiones, que implica el de las demás unidades, hasta llegar a los individuos, primer eslabón de la serie; así como a éstos interesa el de la Nación, que supone también el de las unidades intermedias.

Como tender a la Normalidad, esto es, al imperio de la Naturaleza, es tender los brazos a la vida, he aquí por qué España, para realizar su ideal próximo, ha de procurar encontrar la fuerza necesaria en el fortalecimiento de las regiones.

Hasta en el átomo alienta la heterogeneidad convergente, madre de la vida. Los modernos descubrimientos relativos a la materia radiante parecen confirmar este postulado. El elemento más simple, el electrón, esto es, la homogeneidad aislada, supone el término de un ciclo de combinaciones; es decir, la disgregación y muerte de la materia.

Decimos deben ser, porque la Historia, contraviniendo la ley natural, demuestra muchas veces que las naciones no están constituidas por las fuerzas regionales más afines. Por contravenir la Naturaleza, la obra de las naciones así formadas (v. gr., Austria) no puede ser tan eficaz como la de las compuestas por dichas fuerzas.

En primer lugar se opone a ello la natural antisolidaridad y división latente en el interior de las mismas: la enemiga y guerra consiguiente.

En segundo, las creaciones propiamente nacionales no pueden existir, ni la unidad de fuerza que requiere un entusiasmo propiamente nacional, ordenando el triunfo de su genio. Y así sucederá hasta que la historia común funda en su crisol (mezclas de razas, instituciones comunes, ele.) las desigualdades existentes.

De naciones (como Italia y Alemania) compuestas por elementos afines, cuyos componentes han clamado de un modo espontáneo por su unidad, es lo porvenir. Continuidad de territorio y afinidades de fondo psicológico, sobre todo (sin negar la influencia más secundaria de tradiciones, sangre, lengua y creencias comunes), son condiciones que exigen (sin perjuicio de ser a veces incumplidas en la práctica) la convergencia de los elementos que las vinculan, inmediatamente en los compuestos nacionales. La concurrencia de ambas determinan la necesidad de la nación. En la Naturaleza, forman en la solidaridad de los compuestos las fuerzas más afines en cualidad y más próximas en el espacio.


Ideal de las regiones españolas.

Pero ello no tendrá lugar si las regiones no aspiran al fin de fortalecer a España; porque el alma española no es otra que el resultado de la convergencia, en la suma, de las energías regionales. Cuando éstas sean fuertes y definan vigorosamente los imperativos de la propia conciencia, entonces aquélla, robustecida, reobrará con aliento poderoso sobre las regiones y se impondrá el imperativo de la conciencia nacional dentro y fuera de España. Las regiones, por tanto, no han de esperar a ser redimidas por la nación, sino que, al contrario, por ellas ha de ascender la fuerza inicial por cuya virtud se redimirá la patria. Suprimida la esperanza de la ayuda ajena, surgirá la confianza en la propia virtud; pero ésta no ha de rebasar, al fijar la meta de su desarrollo, el siguiente límite: "Vivir, por sí, para España".

Una región española que quisiera, directamente, vivir como nación, pronto languidecería, o sería incorporada a otra nación, en cuyo armónico engranaje regional se introducirá a lo sumo; y entonces, como elemento extraño, falto del complemento preciso, arrastraría una vida miserable. Lo primero, por la tendencia a lo homogéneo de la individualidad aislada; por la necesidad de contrastes y de complemento recíproco en todos los elementos que constituyen esta sociedad natural de regiones que se llama España, creada por la influencia recíproca de la Geografía, de la Psicología y de la Historia, determinadoras y compenetradoras de las más próximas afinidades; lo segundo, porque en las actuales circunstancias de la historia internacional, esas asociaciones naturales superiores, a más de al fin permanente de progreso, responden al transitorio de defensa, resguardando a sus componentes de posibles rapacidades. Portugal violó el sagrado de la patria Ibérica, no emancipándose, sino rompiendo los vínculos naturales que la retenían en el seno común de la gran familia hispánica. Renegó de la Naturaleza, se colocó fuera de sus Leyes en cuanto ofrecen la necesidad de los imperativos, y fue a caer en el círculo donde actúa la fatalidad de sus sanciones. Y Portugal, como dice un escritor, que no quiso ser miembro de una gran familia, cayó en la esclavitud de un gran señor.

Y es que, en España, las regiones podrán denominarse naciones, pero sólo en cuanto se considere como supernación a España. Porque las regiones pudieron ser naciones en una época en que éstas no precisaban de la heterogeneidad interna que supone la complicación regional; pero, ¿qué diríamos de los que hoy pretendieran romper los lazos de subordinación que unen a las familias con respecto a las ciudades, a éstas, con respecto a las naciones, invocando la razón de su antigua o ancestral absoluta independencia? Si el progreso actúa por diferenciación, ¿cómo no han de ser los organismos de sus últimas épocas más complejos que los anteriores?.

Las regiones estarán más o menos determinadas geográficamente en esta España que fuera un día un continente en miniatura, según frase del ilustre Costa. Pero en ninguna otra parte de la extensión del globo ha señalado la naturaleza, de un modo tan distinto, el solar de una gran nación.

En las diferentes regiones habrá predominado una raza determinada; pero si a las razas (mejor dicho, a los tipos antropológicos) las funde un hombre, ¿no va a fundirlas la Historia? Lo que, por ejemplo, hizo Manco-Capac en el Perú, Mahoma en la Arabia, ¿no habrán podido realizarlo en un territorio demarcado con trazos vigorosos por su topografía, tantos siglos de luchas por un ideal común con el antecedente de una común ascendencia en el sedimento general de los pueblos iberos y de las capas étnicas depositadas por distintas y generales dominaciones? ¿Puede existir un crisol más poderoso? En otros que no lo son tanto, de la fusión de los pueblos y de razas más distintas ha surgido un espíritu nacional. No existen, dice Topinard (Antropología, capítulo X), raza alemana, ni francesa, ni inglesa, sino alemanes, franceses, ingleses. Francia misma, cuya nacionalidad es tan homogénea, ¿de cuántas razas diferentes no costa? Ascendencia de Kimris al Norte, de germanos al Este, de normandos al Oeste; de celtas en el centro, de vascos al Mediodía, por no contar sus otros tipos de diferenciación étnica. ¿Y se puede decir por esto que existen distintas naciones en Francia?

Porque todas las regiones podrán tener una historia nacional, pero la historia del espíritu español, la Historia de España, ésta sobre todas, alienta sobre todas las historias regionales. Los colores de las banderas serán distintos; pero uno es el genio que triunfa con el Campeador, con el gran Pedro III, con Gonzalo de Córdoba, con Hernán Cortés. Todos ellos conquistan reinos sin soldados, porque son soldados escogidos del Ideal, y para triunfar, les sobra fe.

Si hasta los reyes moros de Valencia hubiera arribado la leyenda de un hombre capaz (Pedro III) de recoger el guante que arrojara, desde el patíbulo, un príncipe inocente (Conradino), inicuamente ajusticiado por los más altos poderes espirituales y temporales de la tierra, y de defender y de ganar, abandonado de propios y de extraños, solo, contra todos ellos, desde unos riscos, el noble reino conquistado por la sangre de sus mayores, aquellos reyes hubieran asegurado que ese gigante era el Cid.

Si un Felipe el Atrevido, o un Martín IV, o algunos de los famosos cruzados defensores del rey Chapeo hubieran sabido de un Caballero que por resguardar la justicia de la sombra de un crimen (El Cid, de Santa Gadea) aceptara el ser extrañado por la patria, conquistando para ella, sin embargo, en el destierro reinos y ciudades, con el solo esfuerzo de su brazo invencible, todos convendrían en afirmar que el caballero capaz de desarrollar tanta fortaleza no podía ser otro que Pedro de Aragón.

Si en la Grecia del siglo XIV se hubiera profetizado que andando el tiempo, en remotas lejanías, un centenar de hombres había de conquistar para su Nación, la inmensidad de un Gran Imperio (Méjico y Perú); Grecia hubiera asegurado que sólo había unos titanes capacitados para tal empresa. Los catalanes vengadores de Roger de Flor.

Y si allá, en los imperios de los Moctezumas y de los Incas, se hubiesen cantado las proezas legendarias de un puñado de héroes (los catalanes en Grecia) que batiéndose entre Imperios enemigos donde no alcanzan los auxilios de la nación propia, y sí el combatir de muchas ajenas, aún tienen alientos para conquistar el centro mismo de la antigua patria del arte y de la Civilización, Méjico y Perú, habrían firmemente creído que esos titanes no habían podido ser otros que los Españoles de Pizarro y de Cortés.

Véase si existen sobre la superficie de la tierra naciones o regiones regidas, no sólo por un tan alto, sino por un tan igual espíritu. Habían de estar las regiones Españolas situadas en los más opuestos puntos del planeta, y aún mostrarían su unidad por la virtud de esta sus poderosas y claras afinidades.

En todos estos representantes del genio español se descubre la misma fe inquebrantable que constituye la característica de la psicología nacional en el triunfo del Ideal, puesto por ellos principalmente, en el rey y la patria, sobre las cuales, completada la conquista de aquella, afirmó Castilla el Ideal Católico.

El individuo cede al apóstol. La ingratitud siempre encuentra a la lealtad. A Alfonso VI sucede Fernando V, a Ruiz Díaz de Vivar, Gonzalo Fernández de Córdoba.

"Defenderé a V.A. hasta quedar reducido al fuste de Gonzalo Fernández", decía al Rey Católico, el Gran Capitán. Y, en verdad, que, entre las naciones, por defender su ideal, a eso, al fuste de un simple y obscuro soldado de las últimas filas, dirigido y no director ha quedado reducida España. Pero, ¿es, esta razón para destruir lo que resta de su personalidad o es sólo motivo para aspirar a que, por honra y bien de todos, renazca su gloria y su grandeza?

Comunidad de raza y de historia debatiéndose en un mismo medio geográfico hicieron brotar el alma española en este glorioso solar de Iberia. Podrán las regiones renegar del hogar común, de la tradición, y de la sangre; tres afirmaciones rotundas con que la naturaleza defiende los últimos hálitos de la vida, y asegura el renacer de ese genio necesario, para el Progreso de la civilización; pero, por el triste y vivo ejemplo de la, a pesar de todo, región hermana, de la protegida Portugal, pueden llegar a saber cómo la eterna justicia siempre encuentra un ejecutor de sus supremos fallos; cómo nunca falta un Inglés o un Francés, en suma, un instrumento para castigar en los pueblos, al igual que en los individuos, los atentados de esa naturaleza.

En España, pues, sólo regiones, hay. Sólo regiones puede haber. A las regiones se presenta, inmediatamente, como fin, al cual deben ordenar sus energías, el fortalecimiento nacional, del mismo modo que, siempre, el de la unidad superorgánica inmediata superior, se presenta, en tal concepto, a la inferior, hasta llegar al individuo, base prima de toda fortaleza social.

En todas ellas ese fin, lo es, por ser aspiración, no exclusiva y accidental, sino colectiva y permanente, de alcanzar, mediante el cumplimiento del mismo, la consecución de un medio superior de realizar el ideal Humano. Para cumplir esta aspiración, las regiones han de procurar robustecer el matiz que encarna su propio genio regional; pues, este resultado, implica una base; el desarrollo de todas las energías vitales que les sean privativas y su ordenado encauzamiento; dado que, en tal término, deben desembocar aquéllas naturalmente; y una consecuencia: el desarrollo de las fuerzas espirituales correspondientes a ese matiz, y su tendencia a la expansión por todo el ámbito nacional; lo que traerá, corno secuela necesaria, el contraste de todas esas fuerzas, que lucharán, como las demás realidades, por imponer cada una el sello de su originalidad al alma de la nación; y triunfar en el triunfo del Progreso Patrio. Así se restaurarán las energías nacionales, y se crearán oirás nuevas; las físicas, por las que las regiones hayan de crear para dotar a su genio de la fortaleza que la victoria precisa; las morales por la intensidad de los elementos varios que han de contrastarse; por la intensidad del contraste que corresponde a la de la luz, a la del calor, a la de la vida. Y he aquí como, la naturaleza, al sancionar, en general, en este orden de las ciencias sociológicas, los mismos principios que hemos demostrado en los demás ordenes oportunos, determina el Ideal de éstas, concretándolo en una fórmula, análoga a la que propusimos al ocuparnos de las naciones, relativamente a la esfera más elevada que en éstas han de desenvolver su actividad. Esto es, "Triunfar en el Pugilato que entre todas ellas se entable por el progreso de España". La que venza en ese Pugilato (y no hay en la Historia vencimientos definitivos) impondrá el matiz de su genio propio al progreso de la nación. Presidirá las expansiones del alma nacional. Así, la región más española, será la que ponga más alto el nombre de España; la que más eleve el nivel de grandeza de la patria común.

Pero, éste, es Ideal Común a todas las regiones Españolas. Es Ideal de Andalucía como Región que ha de concursar con las demás regiones, en el pugilato por el progreso de la Sociedad de todas ellas; no como realidad substantiva e independiente: Aquél es el Medio, éste será el Fin. Andalucía hade tener por Ideal, como Región española, el predominio de cualidad como inspiradora de la obra del Progreso Español: el triunfo en ese Progreso de su dogma esencial; en una palabra, ha de tener por Ideal el imponer su Ideal en el pugilato que establezca con las demás Regiones, para que, por la virtud de su imperio, se eleve más alto que lo pudiera hacer otra alguna el Progreso Español, y, con él, el del mundo, y, por tanto, el nombre de España. Ahora, peculiar del Genio andaluz.

Antes de intentar averiguarlo, hay que resolver, como cuestiones previas, las que, a este propósito, se planean; tales como la existencia de Andalucía, y por consiguiente, la de su genio; y la de si, Andalucía, como creen algunos, está condenada por la Naturaleza a perpetuar incapacidad, y, por tanto, si es, o puede ser, capaz de definir y de realizar su Ideal, para, en caso afirmativo, concluir con la definición de éste, así como, también, con el análisis del estado actual de su capacidad; averiguando si carece circunstancialmente de ella, las condiciones o medios de remover las causas que tal resultado producen; los cuales medios, en su consideración substantiva, habrán de presentarse, como otros tantos ideales próximos, a cuyo cumplimiento, más o menos inmediato, habrá de tender el Pueblo Andaluz.

Esta capacidad de los españoles para sacrificar los estímulos individuales en aras de un ideal, por encima de todo colocado, es la causa de que, entre nosotros, las divisiones de índole feudal no hayan encontrado campo abonado; no la incapacidad para dirigir la vida individual, como impremeditadamente se ha dicho por algún escritor. En la relación de intereses, de individuo a individuo, de tribu a tribu, de ciudad a ciudad, la característica de la idiosincrasia española, desde los tiempos más remotos, ha sido el aislamiento. Legendarias y de todos conocidas son nuestras pertinaces divisiones, que no han cedido ni aun ante el peligro común, y que, sin embargo, hanse acabado y depuesto; ante le común ideal. Hasta la división en naciones que se mantiene mientras el enemigo permanece en nuestro territorio, concluye cuando, desaparecido éste, se aleja el peligro y queda sólo el ideal.
Estas paradójicas determinaciones son propias de la psicología idealista, la cual constituye el fondo del carácter español. Así, al no haber en la Península moros que combatir, salvada la patria, queda la Religión: la cual, por ser respetada dentro, es preciso defender fuera, imponiendo con ello el absolutismo del carácter nacional. Entonces abandonan las regiones sus endémicas rencillas y van juntas a defender aquel ideal, último motivo de las determinaciones del Estado en el orden internacional y en el nacional, y espíritu de la colonización española como lo prueban las leyes de Indias, donde se invoca ese ideal como razón suprema de actuación de los colonizadores. De otro modo, tal vez el matrimonio de Isabel y de Fernando no hubiera sido el motivo ocasional de una unión permanente.


II. ANDALUCÍA

Existencia de Andalucía
Existencia del pueblo andaluz a través de la Historia
El genio andaluz. Sus revelaciones positivas
Reconocimiento universal de la existencia del genio andaluz
Confusión de los que niegan la existencia de Andalucía



III. ANDALUCÍA Y EL IDEAL
Capacidad de Andalucía para realizar su ideal
Razones de incapacidad derivadas del medio geográfico
Razones de incapacidad derivadas de motivos de predisposición étnica
El estigma del origen africano
Capacidad de los autóctonos andaluces
Influencias ibérica y camitica
Influencias griega y romana
Influencia germana
Influencias árabe y beréber
Elementos constitutivos de la raza andaluza
Capacidad de Andalucía y cuando empieza su decadencia



IV. IDEAL ANDALUZ

Ideal común e ideal privativo de las regiones españolas
Ideal andaluz
Ideales próximos de Andalucía
Purificación de sus estigmas. Dirección espiritual
Fortalecimiento del espíritu y de la conciencia colectivo-regional
La disociación entre las provincias y municipios andaluces
Donde ha de buscarse la causa de la disociación y la índole de los remedios adecuados para combatirla
Ineficacia de las creaciones formales. Ideales de este orden de Andalucía, dependientes de la creación esencial
Heterogeneidad en la organización
Medios directos de fortalecer el espíritu y la conciencia colectivo-regionales
Insuficiencias de los remedios directos y de las energías existentes para el cumplimiento de los ideales próximos
La causa próxima de la debilidad
Debilidad o inexistencia del espíritu municipal y de la conciencia colectiva de este orden
Necesidad de fortalecer, como base del espíritu colectivo y conciencia regionales, el espíritu y conciencia colectivo-municipales. Medios directos de realizar este fin
Insuficiencias de la profilaxis directa para la creación del espíritu municipal. Incapacidad para la vida colectiva
Las causas de la incapacidad para perseguir los fines de la vida colectiva
Circunstancias de tiranía política-administrativa
Circunstancias económico-sociales. Composición de la sociedad andaluza
En Andalucía predomina la clase agricultora. Es un pueblo de jornaleros
El jornalero andaluz
Imposibilidad de redimir al jornalero para la vida colectiva en las actuales circunstancias económicas
Inexistencia en Andalucía de un pueblo capaz de ser consciente y libre
Inexistencia de la clase media
El problema en la creación de la clase media. En Andalucía ha de ser agricultora
La clase media campesina
Por qué no existe clase media campesina
Tierra. Su distribución actual
¿El jornalero es incapaz de cultivar la tierra?
La acumulación de la tierra y el régimen de la propiedad
Existencia y formas de acumulación
Causas que obran la acumulación, y sus actuales y desastrosos efectos
El régimen que determina la acumulación y los efectos de ésta
Necesidad de variar ese régimen si se ha de constituir la clase media campesina
Ineficacia de las medidas encaminadas a corregir los efectos del actual régimen de propiedad privada de la tierra
Caracteres que ha de reunir el sistema que se adopte
Justicia del régimen de propiedad privada de la tierra. Este derecho niega el derecho de propiedad y la propiedad
El interés de la Región y el mismo de la propiedad exigen la abolición de este derecho Sistemas o soluciones para sustituir el actual régimen
La fórmula
Justificando la inclusión del sistema fisiocrático en el programa de redención económica de Andalucía
Fundamentos del sistema
Efectos de las aplicaciones del sistema fisiocrático
La aspiración ideal y los intereses creados
Sistema de transición. Crítica de estos sistemas con relación a Andalucía
Condiciones que ha de reunir en Andalucía el sistema de transición y enunciación del sistema adecuado Complemento necesario del anterior sistema. El propietario y el poseedor. Reforma de la legislación civil
El sistema compatibiliza los derechos de todos con la urgencia de los efectos que es preciso obtener La tierra a disposición del pueblo
El capital
Medidas ordenadas a la adquisición directa de capitales por labradores y jornaleros
Cajas rurales
Banco Regional Agrario
Fomento del Crédito Agrícola
Medidas que reclama la obra de la formación del pueblo, en el campo y en la ciudad
El sistema fisiocrático en su aplicación al suelo de la ciudad
Abaratamiento de las subsistencias. Los aranceles de Aduanas
Complemento de los remedios expresados. Desenvolvimiento de todas las fuentes de prosperidad material
Condición necesaria del cumplimiento de los ideales
Resumen de la doctrina de los ideales próximos de Andalucía
El más inmediato y central de los ideales próximos



V. EL CAMINO IDEAL

Cualidad de la fuerza y de la organización
ACERCA DEL REGIONALISMO ANDALUZ (Apuntes sobre la Doctrina, Fuerza y Organización)
Artículo I. El momento político
Artículo II. De la reconstrucción nacional y del concepto de la patria
Artículo III. La tradición de independencia nacional, como base del regionalismo. El temor a la aspiración nacionalista
Artículo IV. La patria y el patriotismo andaluz
Artículo V. Reconocimiento social y políticoadministrativo de Andalucía. Las Mancomunidades
Artículo VI. Capacitación de Andalucía. Dirección espiritual
Artículo VII. Capacitación de Andalucía. Unión de las provincias andaluzas
Artículo VIII. Capacitación de Andalucía. La conciencia colectivo-regional
Artículo IX. Capacitación de Andalucía. Remedios esenciales
Artículo X. Deberes de las regiones españolas. Andalucía y la sociedad nacional
Artículo XI. Los Poderes regionales y el Poder nacional
Artículo XII. Resumen, fuerza y organización
Artículo XIII. Crónica abreviada del movimiento regionalista


miércoles, 12 de agosto de 1998

BLAS INFANTE PEREZ

D. BLAS INFANTE PÉREZ

El 13 de Abril de 1983, el Parlamento de Andalucía aprueba por unanimidad el Preámbulo del Estatuto de Autonomía, donde se reconoce a Blas Infante como “Padre de la Patria Andaluza e ilustre precursor de la lucha por la consecución del Estatuto de Autonomía para Andalucía”.

Incansable defensor de la causa del autogobierno andaluz, su labor de restauración, consolidación y regularización tanto de los símbolos como de la idiosincrasia andaluzas, será la cabeza visible de todo un grupo de andalucistas ilustres, tanto hombres como mujeres, cuyo esfuerzo jamás podremos agradecer de manera suficiente: José Andrés Vázquez, Emilio Lemos, Eloy Vaquero, Ruiz Carnero, Hermenegildo Casas, Mario Méndez Bejarano, Mas y Prat (padre e hijo), José Laguillo, Isidoro de las Cágigas, Díaz del Moral, Pedro Vallina, Juan Álvarez –Ossorio, y tantos y tantos otros herederos de un andalucismo ocultado y combatido por la oficialidad durante los siglos XVIII y XIX.

La labor de todos ellos, y sobre todo de Blas Infante, ha sido conscientemente ocultada, ridiculizada y criminalizada durante los cerca de 40 años de españolismo franquista, y manipulada, velada y ridiculizada por otros 30 de españolismo constitucionalista, tergiversándose y sacándose de contexto y toda lógica su ideario y sus escritos, muchos de los cuales siguen estando secuestrados y se les sigue negando su publicación.

Blas Infante no sólo murió la noche del 10 al 11 de Agosto de 1936 a manos de los fascistas españoles, sino que sigue siendo fusilado día a día por la democracia monárquica española.

De su extensa y fructífera biografía podemos reseñar algunos de los elementos más importantes:

- 1885, 5 de Julio, nace en el malagueño pueblo de Casares,
- 1909, entra como miembro del Ateneo de Sevilla, donde entra en contacto con numerosos andalucistas, la mayoría de tendencia culturalista.
- 1913, asiste al Iº Congreso Internacional Georgista, celebrado en Ronda.
- 1915, publica su primera obra, Ideal Andaluz, que acelera su ruptura con el Ateneo.
- 1918, presenta en Ginebra la “Reivindicación de Andalucía ante el Congreso de la Paz”, rechazada por el veto del estado español. También organizará la Asamblea Regionalista de Ronda.
- 1919, Asamblea Regionalista de Córdoba, donde se fijan definitivamente los símbolos nacionales de Andalucía: Bandera, Escudo e Himno.
- 1921, publica una de sus mejores obras: La Dictadura Pedagógica.
- 1924, viaja a Agmat para encontrarse con la tumba de Al Motamid, último rey andalusí de Sevilla.
- 1931, funda las Juntas Liberalistas de Andalucía, herederas de los Centros Andaluces, y punto de partida del inicio decisivo de la campaña por el Estatuto de Autonomía, incidiendo en el apoyo institucional y de numerosas organizaciones culturales, populares y obreras. Escribe La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía, a consecuencia de los hechos acaecidos en la campaña electoral de la Candidatura Republicana Revolucionaria Federal Andalucista. Durante toda la IIª República no descansará, bajo diferentes siglas y desde diferentes ámbitos sociopolíticos en pos del autogobierno y la recuperación de la soberanía de Andalucía.
- 1936, madrugada del 10 al 11 de Agosto, fusilado en el kilómetro 4 de la antigua carretera Sevilla-Carmona, donde hoy se levantan un monumento y una bandera en su memoria.
- 1940, 10 de Mayo, se emite la condena a muerte por el Tribunal de Responsabilidades Políticas de Sevilla, con ley del 9 de Febrero de 1939... el gusto franquista por el carácter retroactivo de sus “leyes”.

Pero Blas Infante no sólo murió el 10 de Agosto, muy al contrario, sino que nació para Andalucía, para el Pueblo Andaluz, y para el Andalucismo. Convencido obrerista, siempre encuadrado en la izquierda liberadora, e incansable luchador por la justicia y la causa de la razón, su obra –inacabada, y gran parte perdida para siempre- es el legado político más importante que poseemos de todo el siglo XX, y pilar fundamental del Nacionalismo Andaluz contemporáneo, por esas razones y muchas más seguiremos diciendo que las ideas de Blas Infante están hoy más vivas que nunca.
Sus principales obras:
* - Ideal Andaluz
*- Motamid último Rey de Sevilla
*- Cuentos de animales
*- La Dictadura pedagógica
*- La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado libre de Andalucía
*- Fundamentos de Andalucía
*- Antología de Textos
*- Orígenes de lo flamenco y secreto del cante jondo
enlaces a biografias:

martes, 11 de agosto de 1998

Dos Hermanas y Blas Infante: "los borrachos"

1932. Blas Infante llama borrachos a los que pretendían boicotear la izada de la bandera andaluza

Acudieron al acto más de 400 personas, además de los alcaldes de los pueblos vecinos
Más de 400 personas se dieron cita ayer, día 4, en la plaza de la República (actual plaza de la Constitución de Dos Hermanas), para presenciar el acto de colocación de la bandera andaluza en el balcón del Ayuntamiento.
La banda de Alcalá, tras pasear por las calles del pueblo tocando el pasodoble “La Giralda” (considerado como himno andaluz). A continuación, hicieron uso de la palabra desde el balcón consistorial el alcalde, Antonio Muñoz Benítez, y el presidente de la Liga Andalucista, señor Collado. Como este tenía poca voz, el público le pidió que hablara más alto, lo que fue aprovechado por algunos elementos para interrumpir con voces y gritos. Los alborotadores fueron acallados por la masa y huyeron.
Una gran ovación.

Fue cuando, primero el alcalde, y después Blas Infante, se dirigieron a los nazarenos para condenar lo ocurrido. El sabio andalucista dijo que eran “cuatro borrachos al servicio de los caciques y de una burguesía soberbia que entorpece todo lo que signifique progreso para las masas trabajadoras, eternamente esclavizadas”. El público, que escuchaba con un silencio sepulcral, estalló en una enorme ovación.
Al acto acudieron los alcaldes de Utrera, Los Palacios, Coria y Alcalá de Guadaíra.
Prestigioso notario
El notario Blas Infante trabaja desde el pasado 2 de mayo como asesor jurídico en el Ayuntamiento de Dos Hermanas. Desde fechas anteriores ha asesorado al consistorio en diversos asuntos, como el dictamen emitido en la controversia con la Fundición San Antonio, con motivo de los plazos de ejecución de las obras del Mercado de Abastos. Infante recibe una gratificación de 2.000 pesetas anuales.

domingo, 9 de agosto de 1998

BLAS INFANTE. SEMBLANZA EN EL 59 ANIVERSARIO DE SU MUERTE


Primera Parte *

ISIDORO MORENO Catedrático de Antropología Social De la Universidad de Sevilla

*Texto de la conferencia pronunciada en el Acto-Homenaje a Blas Infante, el 9 de Agosto de 1995, en el Patio de las Doncellas del Alcázar de Sevilla, organizado por el Excmo. Ayuntamiento de Sevilla con la colaboración de la Fundación Blas Infante. El texto ha sido complementado por el autor con las imprescindibles citas bibliográficas y algunas pequeñas aclaraciones para facilitar su lectura y ha sido seleccionado por su actualidad a pesar de haber trascurrido 13 años.


Prologo

Excmas. Autoridades: Alcaldesa de Sevilla, Presidente del Parlamento de Andalucía, Presidente de la Diputación Provincial, Diputados, Concejales de la Corporación Municipal, Sra. Presidenta de la Fundación Blas Infante, y andaluzas y andaluces aquí congregados para realizar el necesario ejercicio de la memoria histórica:


Es para mí un honor haber sido designado para renovar el recuerdo de Blas Infante, en la víspera del 59 aniversario de su dramática muerte, a instancias de las dos instituciones que dan vida a este Acto, el Ayuntamiento de Sevilla y la Fundación Blas Infante, las cuales, significativamente y, al menos desde mi óptica, también felizmente -porque ello expresa el cambio de los tiempos y el avance hacia la igualdad entre los géneros- presiden hoy dos mujeres, muy diferentes en muchas cosas pero ambas inequívocamente demócratas, aún en tiempos en que ello no era precisamente fácil ni constituía un aval positivo ante los poderes oficiales.


Acepté al instante el encargo, desde luego por venir de las instituciones de donde venía, pero, sobre todo, porque pocas cosas estimo más importantes para un pueblo que renovar su memoria histórica y reafirmar su identidad y para Andalucía esto es aún más fundamental, ya que uno de los principales males causantes de su triste situación presente es, precisamente, que se la ha despojado de la memoria, lo que equivale a decir que se la ha despojado de la propia conciencia de su existencia.


En mis años de estudiante de bachillerato, y también de Universidad, me fue totalmente ocultada en las aulas, entre otras muchas verdades, la existencia de Blas Infante. Mi descubrimiento de él lo fui haciendo no desde el ámbito de mi interés por las ideologías políticas democráticas y progresistas, a través de la lectura clandestina de textos traídos de París o México, sino desde mi interés y mi investigación personal en el ámbito de la Antropología Cultural -una disciplina en aquellos tiempos prácticamente inexistente y casi clandestina-, sobre los intelectuales andaluces que se habían esforzado, a partir de los años sesenta del pasado siglo y hasta la guerra civil, por conocer, entender y tratar de explicar las realidades socioculturales, pasadas y presentes de nuestro pueblo.1


El oscurantismo franquista, pero también el marxismo al uso, cargado de escolasticismo, fueron para mí, como para la inmensa mayoría de los hombres y mujeres de mi generación, barreras al conocimiento, primero, de la propia existencia de Blas Infante y del movimiento ideológico-político que él encabezó, y luego, de su exacta significación. Bajo la Dictadura, durante cuarenta años tras su fusilamiento sin juicio, es decir, tras su asesinato, el Padre de la Patria Andaluza seguía siendo diariamente asesinado con las balas del silenciamiento.2


Pero hay algo, en mi opinión, más grave aún que esto: ya en democracia política y en una Andalucía en cuyo Estatuto de Autonomía se define como uno de los objetivos básicos de nuestra Comunidad Autónoma el afianzar la conciencia de identidad andaluza, a través de la investigación, difusión y conocimiento de los valores históricos, culturales y lingüísticos del pueblo andaluz, en toda su riqueza y variedad",3 la obra de Blas Infante, sus propuestas políticas y su ideario real siguen siendo, en grandísima medida, desconocidos para la inmensa mayoría de los andaluces, a pesar de que hayan sido históricamente, y yo considero que siguen siendo hoy, en términos no sólo estrictamente políticos sino también en cuanto a su consistencia teórica, la aportación más valiosa alguna vez realizada para promover dicha conciencia de identidad.4


Confieso que, cuando comencé a encontrarme con la obra de Infante, percibí, primero, la de un hombre bueno, honesto a carta cabal, soñador y enamorado fiel de Andalucía. Luego, percibí al político, al activista a la vez apasionado y frío, convencido de sus ideas y organizador con plena conciencia de la táctica concreta, para cada momento, de cómo llevar esas ideas hacia adelante.


Sólo más tarde fui capaz de percibir, al poder analizar ya más en conjunto su obra, la solidez intelectual de su época de madurez, en los últimos años 20 y durante la República, sus conocimientos de Historia, Antropología y otras ciencias y, sobre todo, la modernidad, en términos incluso actuales, de sus planteamientos teóricos claves, que, por ello mismo, fueron incomprendidos en su tiempo y apenas si son adecuadamente comprendidos incluso hoy. Ni por la propia significación de Blas Infante, ni por la situación que atraviesa Andalucía, un Acto de Homenaje como este podría ser una especie de Juegos Florales o de conmemoración meramente ritual. Estoy seguro que el Padre de la Patria Andaluza sería el primero en condenar la retórica hueca que supondría un homenaje formal a su persona pero un vaciamiento real de su obra, de su pensamiento político. Ello significaría, realmente, una nueva forma de fusilamiento, esta vez por sacralización hipócrita de su figura y ocultamiento real de su mensaje y de sus análisis.


Dar a conocer estos a todos lo andaluces, en especial a los jóvenes; sacarlos ala pública discusión, crítica y abierta, por parte de intelectuales y políticos; tratar de aplicarlos -con la actualización y desarrollo creativo necesarios- a nuestros problemas de hoy, es la mejor, y yo diría que la única, manera honrada de recordar -es decir, de volver a pasar por el corazón- a Blas Infante y de homenajearlo en el 59 aniversario de su desaparición física.


Un aniversario que coincide con el 50 de uno de los mayores y más fríamente perpetrados genocidios de la Historia, realizado, como no podía ser menos, en nombre de los grandes conceptos de la Democracia y de la Libertad y con la justificación siniestra de "ahorrar vidas": el bombardeo nuclear de Hiroshima y Nagasaki, con sus centenares de miles de víctimas. Un aniversario que se produce, también, mientras continúan los genocidios y etnocidios de pueblos en los Balcanes, en el Kurdistan, en la selva de Chiapas, en muchos lugares de África realizados por Estados que se auto titulan nacionales.


"Mientras exista un niño

sin pan y sin sonrisa,

yo renuncio a la luna"


Estos versos del poeta Leopoldo de Luis podrían expresar perfectamente mi actitud en estos momentos: mientras en Andalucía existan los tremendos índices actuales de paro; mientras continúe desmantelándose nuestro débil tejido industrial; mientras esté en vías de liquidación nuestro sector pesquero y con muy graves problemas nuestra agricultura; mientras que no se den las condiciones para que la cultura andaluza se desarrolle y podamos recuperar plenamente nuestra identidad histórica como pueblo; mientras que a nuestros emigrantes no les sean reconocidos todos los derechos que implica se pertenencia a este pueblo, incluidos los políticos; mientras los Derechos Humanos no sean una realidad diaria entre nosotros; mientras, en fin, no exista esa Andalucía Libre con la que no sólo soñó sino por la que luchó y murió Blas Infante, cualquier homenaje a este que sea sólo un ritual protocolario vacío de contenido político reivindicativo sería una burla a su recuerdo. y nada más lejos de mi voluntad, y estoy seguro que de la intención de las instituciones que hoy aquí nos convocan.


En esta línea, la mejor Semblanza que yo podría hacer ahora de Blas Infante es expresar algunas pautas de su ejemplo y subrayar algunos de los puntos centrales de su pensamiento político; un pensamiento que, como ya he señalado, era hace 59 años, y lo sigue siendo en la actualidad, no sólo profundamente coherente y de una ética limpia, sino en grandísima medida vigente: por ello mismo fue y es peligroso, y hasta subversivo, para muchos intereses políticos, de antes y de ahora, tanto de quienes despreciaron o han silenciado su significación como para muchos de los que han querido secuestrar en su propio provecho su figura sin seguir realmente, y a veces hasta sin interesarse siquiera en conocer, su ideario.


Estimo que en lo primero que hay que reivindicar su actualidad es en su honestidad democrática, en su regeneracionismo ético, en su pasión por la utopía necesaria. Conviene subrayar que, bajo su carácter apacible, sus gafas redondas y su figura de "hombre de orden", pensaba, sentía y actuaba un rebelde. ¡Cómo hubiera podido ser de otra manera si, en diversos momentos de su vida, repetía que "la rebeldía ante lo injusto es la más alta de las virtudes"! Por responder a esta convicción fue tantas veces ignorado, despreciado, calumniado y perseguido.


Fue perseguido por los fascistas que lo asesinaron en la noche del 10 al 11 de Agosto de 1936 en una cuneta de la carretera de Carmona, tras una semana de triste estancia en esa antesala de la muerte en que fue convertido el sevillano cine Jauregui. Lo asesinaron los mismos contra quienes se había negado a firmar, semanas antes, una petición para que sus organizaciones fueran declaradas ilegales: tal era la profundidad de su "talante antiautoritario y sus convicciones democráticas en defensa de la libertad de expresión y de asociación pacífica para todos, incluidos sus enemigos políticos.


Pero fue también perseguido por los políticos seudo demócratas -por esos a quienes él llamaba "histriones de la política, que piensan con los labios Cuando piensan por los demás y con el estómago o la vanidad cuando piensan en sí mismos"-5 los cuales, en su tiempo como hoy, tratan de desprestigiar a todo aquel que se muestre crítico con ellos y pretenda desenmascáralos, motejandolos de desestabilizadores. Así, fue acusado por el Gobierno Provisional de la República de encabezar un complot, una conspiración contra esta, en los días de la campaña electoral para Corres Constituyentes; fue calumniado y difamado, desde las más altas instancias políticas, como medio para impedir que triunfase su Candidatura Republicana Revolucionaria Federal Andalucista: no sólo fue acusado, falsamente, de conspirar, junto con Ramón Franco, Pascual Carrión, Balbontín y otros andalucistas, para sublevar el Aeródromo de Tablada y bombardear Sevilla, abriendo la ciudad ala invasión de un ejercito de campesinos para proclamar la República de Andalucía, sino que llegó a afirmarse, en las mismas Cortes, que los supuestos conjurados pretendían no sólo repartir las tierras entre los jornaleros sino también a las mujeres entre los hombres. 6


Como tampoco hay que olvidar que tras el 18 de Julio, y antes de ser detenido el 2 de Agosto, su casa de Coria fue registrada, ilegalmente, por milicianos anarcosindicalistas, como si en ella pudiese haber cosa alguna que fuese una amenaza para el pueblo o para la legalidad republicana. Se demuestra claramente que para ninguna organización, fuera de la ideología que fuese, cuyo objetivo central era la toma del poder " político, Blas Infante era una persona de fiar: porque pensaba por sí mismo, porque se oponía a todo sectarismo y porque no aceptaba otra disciplina que la de su conciencia y la de los resultados de sus análisis. Sin esconderse nunca, en modo alguno, tras cómodos eclecticismos ni en posturas indecisas.7


Además de demócrata incorruptible y de luchador constante con el objetivo central de "la restauración de Andalucía", Blas Infante fue, por ello mismo, un crítico radical. Su republicanismo sincero no fue obstáculo, sino todo lo contrario, para utilizar el látigo de su palabra y de su pluma contra las lacras del naciente régimen republicano y de sus políticos, sin dejarse nunca chantajear por las amenazas ni por las mezquinas acusaciones de antirrepublicanismo. En esto también deberíamos tomar ejemplo hoy, cuando a veces caemos en la tentación de no ser suficientemente críticos con las lacras de nuestra democracia por temor o ante el chantaje de quienes nos amenazan con acusarnos por ello de desestabilizadores y antidemócratas. Don Blas jamás se plegó a lo que, con palabras de hoy, llamaríamos "la definición respetable, o supuestamente progresista, de lo políticamente correcto".


En uno de sus libros fundamentales, escrito en 1931 , La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía, donde contestaba a las delirantes acusaciones anteriores, a la vez que acusaba a los políticos republicanos de haber traicionado las esperanzas populares, definía las causas y planteaba las líneas de solución de los problemas sociales y políticos -de los" dolores"- que aquejaban a la sociedad andaluza y española de su tiempo.


Ocho eran estos " dolores" o problemas que desgranaba Infante con su prosa directa y sin tapujos: el dolor de los pueblos de España esclavizados por el centralismo político, "uncidos en piara por el interés patrimonial de los reyes"; el dolor de la servidumbre caciquil imperan te en partidos políticos y elecciones; el dolor de la esclavitud del pensamiento; el dolor de la esclavitud económica de los obreros, sobre todo de los jornaleros agrícolas; el dolor de la ausencia de justicia para el pueblo; el dolor de la servidumbre cultural; el dolor de la esclavitud familiar; y el dolor de la esclavitud de conciencia.


Para cada uno de estos dolores o problemas planteaba Infante unos criterios o vías de solución que ponía en contraste con la política, del gobierno de la República: estructura federalista (más aún.. prácticamente confederal del Estado Español; trasformación a fondo de los partidos (a los que llama "organizaciones electoreras que atentan contra la soberanía del pueblo"); libertades públicas sin, recortes; abolición de la consideración del trabajo como mercancía con intervención de las organizaciones obreras en los Consejos de Administración y Reforma Agraria -"la tierra de Andalucía para los jornaleros andaluces" -; justicia civil gratuita y arbitral, con magistrados de distrito y rectificación urgente del sistema penitencia- ) rió; enseñanza gratuita y antiburocrática en todos los niveles; plena igualdad de derechos de las mujeres y libre constitución y disolución del contrato matrimonial, con reconocimiento de todas las uniones de hecho; y fin del "monopolio pseudo religioso alcanzado por la acción política de la Iglesia de Roma", mediante medidas que garantizasen el respeto absoluto para todas las religiones y la defensa y preservación por el Estado de los valores artísticos y culturales de los bienes de todas ellas.9


No es demasiado sorprendente que, con un programa de estas características, defendido en actos multitudinarios por los pueblos sevillanos, que siempre concluían con el grito unánime de ¡Viva Andalucía Libre!, el Padre de la Patria Andaluza, a pesar de su pacifismo radical y de su hombría de bien, fuera definido y tratado como un peligro no sólo por los defensores de los intereses más conservadores sino también por aquellos que tenían en las masas desheredadas y de escaso formación su granero de votos.


Blas Infante repetía que "el hambre es más amarga siendo republicana que monárquica, porque además de ser hambre de pan es hambre de esperanzas defraudadas por la República".10



¿No podría decirse algo equivalente, salvando las diferencias, indudable y afortunadamente existentes, entre los años 30 y nuestra década final de siglo, en el sentido que el paro y el subdesarrollo andaluz, la sed de agua de nuestros campos y grifos, las limitaciones e incapacidad práctica de nuestras instituciones, la nadería en que desembocan tantas veces las polémicas políticas, la corrupción y tráfico de influencias, el engorde creciente de un estado controlador y policiaco que recorta de hecho los derechos de los ciudadanos, llegando incluso a utilizar métodos terroristas subvencionados con dinero público, y tantas otras lacras de nuestra actual sociedad, realmente no nuevas de ahora sino existentes todas, o la inmensa mayoría de ellas, durante la Dictadura franquista, son ahora mucho más graves y frustrantes precisamente porque se dan en una situación no ya de carencia de libertades sino de democracia política y de autonomía para Andalucía?


Blas Infante, carente de cualquier tipo de ambición personal, fue" no sólo un teórico y un ideólogo sino también un crítico radical e insobornable. Por eso es hoy una de las muy pocas banderas que! podemos desplegar para reivindicar la honradez y la ética de que' tan faltas está nuestra sociedad actual, tanto nuestra sociedad política como nuestra sociedad civil Por eso, como él, deberíamos ser." honesta y pacíficamente radicales, es decir, deberíamos buscar las raíces, las causas profundas de los problemas, sin miedo a los resultados de la búsqueda ni a quienes puedan sentirse molestos por' estos. "


Infante señalaba, en su tiempo, que el "hecho nuevo" del paso de la Monarquía a la República no había significado un verdadero "cambio de Régimen", es decir "un desplazamiento de conceptos con respecto a todas las realidades fundamentales de la Sociedad y del Estado". y añadía que, cuando el país, políticamente, "estaba preñado de una nueva vida. en vez de parteros lo que hubo fue modistos", ya que asumieron las funciones políticas "los más de votos y disciplinados, por consiguiente los más ineficaces, súbditos de los jefes de las organizaciones partidistas".


Si analizáramos bajo estas premisas y conceptos la tan casi unánime como acríticamente aplaudida transición política entre el Franquismo y la Democracia, ¿seguiríamos aplaudiendo con igual grado de entusiasmo con que solemos hacerlo?. Para Infante, lo que él llama "la electorería" -los partidos políticos con casi exclusivos fines electorales y sus clientelismos internos y externos- es la clave para la interpretación de la historia política del "Régimen pseudo-democrático" vigente en España durante el siglo XIX y hasta la Dictadura de Primo de Rivera. y la electorería, denunciaba, seguía reinando cuando ya en España no había rey.


En el año 31, escribía sin titubeos que-su finalidad principal era desenmascarar al Gobierno Provisional, constituido en base a la conjunción republicano-socialista. y dar un grito ante la opinión para que esta no confiase en los hombres del Gobierno", ya que el cambio de régimen "no había supuesto renovaci6n ni cambios reales en las desigualdades", sino sólo cambio de banderas, himnos y nombres de calles, además del acceso a "los goces del poder" de los políticos que habían rechazado las cosas que el poder conlleva mientras no tenían posibilidad de acceder a él, pero las tomaban con fruición en cuanto ello les fue posible.12 Este cuadro, pintado por Infante sobre la situación al comienzo de la República, ¿no podría también ser referido, en gran medida, a la situación hoy existente en la que suele denominarse nuestra joven democracia y en .la que podríamos denominar nuestra más joven aún autonomía?.


Es claro que Infante se muestra especialmente duro con los políticos de profesión y desconfía de ellos. Ya en una intervención del año 18 había denunciado con pasión: "He visto entregada esta tierra a aventureros de la política, a advenedizos que hacen de ella asiento de su cretina vanidad y base de su mezquino interés". 13 Años más tarde sentenciaba: "los que hacen de la política una profesi6n exclusiva y excluyente {como una propiedad) suelen hablar de conflictos entre ideas y realidades. La diferencia entre ellos y nosotros es esta: para ellos, las realidades de un país son los intereses creados; para nosotros, las realidades de un país son los dolores creados por esos intereses". 14


Si conociéramos bien su obra, ¿podría alguien acusar al nacionalismo andaluz de exclusivista o excluyente, o de defensor de intereses dominantes o mezquinos? Claro que me estoy refiriendo al nacionalismo andaluz que construyó teóricamente y defendió Blas Infante, el cual, para desgracia nuestra, apenas si ha existido nunca vertebrado políticamente ni lo está ahora, aunque esta afirmación, que creo totalmente justa y necesaria de hacer, a pesar de su gravedad, pueda molestar 0 no ser bien entendida por algunos. Basta con leer con cierto detenimiento a nuestro notario nacido en Casares, estudiante en Archidona y Granada, y profesional en Cantillana, Isla Cristina y Coria del Río, para convencernos de la increíble modernidad -debo insistir en ello- de la parte fundamental de su pensamiento y para comprobar su apuesta total, que pagó con la vida, contra el imperialismo -que ya anunciaba se disfrazaría, como ocurre hoy, de falso universalismo-,43 contra el asimilismo y la homogeneización cultural forzada, contra el esencialismo, contra el determinismo geográfico e histórico, contra los estatalismos disfrazados de nacionalismo, contra la intolerancia y la xenofobia, y por la libertad de los pueblos y las personas sin distinción de raza, sexo, religión y costumbres.44 Por eso hoy sigue estando vigente su apuesta de futuro: un futuro utópico pero no por ello menos necesario, en el cual la cultura, es decir, la forma de la existencia material y espiritual propia e cada pueblo, y o la política, entenderla, tal como lo era en su tiempo y lo sigue siendo hoy, como escenario de lucha por el poder, sea el principio director en la vida de los pueblos y las personas. Desde estos planteamientos de Blas Infante, considero -aquí congregados por su recuerdo- que debe ser nuestro compromiso no sólo reivindicar su memoria sino también acometer la tarea de dar a conocer a los andaluces su pensamiento, silenciado, menospreciado e incluso manipulado, de hecho, y desarrollarlo aplicándolo al análisis ya la acción política en la Andalucía de hoy. Que es una Andalucía desvertebrada socialmente, la cual, si bien ya no responde a la terrible polarización dualista de clases que la caracterizaba en las primeras décadas del siglo y hasta no hace mucho tiempo, se está acercando a pasos agigantados al tipo de triste sociedad moderna de los "tres tercios", poco percibida y apenas analizada todavía, pero ya real. Compuesta por un primer tercio, el de los instalados, aquellos que participan, de forma holgada o más estrecha pero permanente y directa, en el sistema productivo, político y cultural, aunque pertenezcan a clases diferentes y en conflicto -un conflicto cada vez más virtual que real salvo si peligra la permanencia en este bloque-;45 un segundo, el de los marginados del sistema, crecientes en número, excluidos, imposibilitados o incapaces, en la práctica, para acceder a los bienes y servicios de todo tipo, desde el empleo a la salud o la formación, y por ello crecientemente desintegrados de todos los ámbitos de nuestra sociedad;46 y un tercero, intermedio, el de los precarios, cambiante en su composición y tamaño, sin fronteras claras hacia arriba y algo más nítida hacia abajo, compuesto por quienes viven en permanente situación de precariedad más o menos inestable, en gran medida subsidiados, subempleados o sobre explotados en la economía sumergida, siempre temiendo caer al tercer tercio y aspirando ascender al primero, a veces por cualquier medio.47 Es en esta estructura social, y no en la de otros tiempos, en la que ya actualmente vivimos, aunque ello sea ignorado, o apenas percibido, por los partidos políticos y aún menos por los sindicatos y otras instituciones y organizaciones. Es en este contexto en el que deberíamos actualizar y aplicar, desarrollándolos y complementándolos, los planteamientos del nacionalismo liberador de Blas Infante. Andalucía es, también, hoy una sociedad que retrocede en la mayoría de los aspectos de su vertebración territorial; en algunas de cuyas comarcas se han concentrado, incluso excesivamente, la población y los recursos, mientras muchas otras se desertizan de personas y posibilidades; un país donde hay que arrancar viñas y reducir producciones por mandato de Bruselas y donde pasan sed los olivos, no se puede sembrar el arroz y hay fuertes restricciones de agua para millones de personas, mientras el AVE corre a 250 km. por hora o se gastaron cientos de miles de millones estériles frente a Sevilla, en la "Expo 92", por intereses de imagen del nacionalismo de estado ya mayor gloria y vanidad del partido gobernante.48 Andalucía es, asimismo, en gran medida, una sociedad acéfala, con tremenda escasez de dirigentes sociales y políticos, porque, salvo unas pocas y, por ello, meritorias excepciones, la mayor parte de quienes encabezan sus instituciones y organizaciones -desde muchas de las instancias y organizaciones políticas a los clubs de fútbol más históricos y populares, pasando por las empresas y organizaciones empresariales, los sindicatos y muchas asociaciones de todo tipo- no pasan de ser mediocridades de escasa formación y más escasa aún creatividad y dotes de análisis y dirección. Incluso, en no pocos casos, parecería que la principal cualidad pedida para ocupar cargos de cualquier tipo sea la de saber encaramarse a la cucaña del poder dentro de cada organización y mantenerse luego en él, creyéndose napoleones en su loseta y sin aceptar posibilidades de errar ni críticas ante las equivocaciones. Situación esta ala que no escapan los sectores profesionales e intelectuales, porque sus componentes, en su gran mayoría, o viven inmersos de forma casi exclusiva en sus propios asuntos, buscando agónicamente el éxito social y/o económico, o tienen la mirada puesta en Madrid, o en Bruselas, o en cualquier parte salvo en las realidades de Andalucía, muchas veces con la burda coartada de autodefinirse "ciudadanos del mundo". Así, desvertebrada social y territorialmente Andalucía, casi carentes de pensadores yode dirigentes de la acción política y social, vivimos hoy la inmensa mayoría de los andaluces agachando dócilmente la cabeza, o, cuando más, expresando sólo en algún gesto individual o pasajero nuestra incomodidad, ante las decisiones foráneas que se toman sobre nosotros. y aceptamos, cada día con más naturalidad, entre otras muchas cosas, el papel que se está adjudicando a Andalucía de frontera bunkerizada de la ahora llamada Unión Europea, y nuestra función de patio trasero para las vacaciones baratas de los europeos o de barrio lúdico de la Corte: el mejor lugar para celebraciones y fastos en los que están garantizados, además gratis, los palmeros. Es esta una Andalucía donde una política perversa ha llegado a prostituir, y casi a destruir, la cultura del trabajo de nuestros jornaleros -los fellah mengu, los campesinos ocultos, los "más andaluces entre los andaluces" de Infante-, mientras se desmantela o sume en profunda crisis su industria -de Santana a Gillette, de Puleva o Cervezas Alhambra a Interhorce, Hytasa o Astilleros-, se va a pique su sector pesquero y se pone su agricultura a los pies de los intereses de los grandes monopolios comerciales que controlan el mercado europeo. Es esta una Andalucía donde, desgraciadamente, no es cierto que nadie sea tratado como extranjero, porque aumentan la xenofobia contra los magrebíes y otros inmigrantes y los brotes racistas contra la comunidad gitana, y en la que parece, además, haberse condenado al olvido a ese millón y medio de andaluces que tuvieron que dejar nuestra tierra, y siguen viviendo fuera de ella, porque se les negaba aquí el pan y la justicia, los cuales, aun teniendo reconocido expresamente en el propio Estatuto de Autonomía su derecho a que les sea reconocida su identidad andaluza, están siendo cada vez más marginados y desatendidos.49 Uno de ellos, carne de la carne de Blas Infante, y de nombre como su nombre, acaba de morir hace pocas semanas a miles de kilómetros del sol de nuestra tierra. Descanse en paz, como tantos otros... (¿No sería justo, me pregunto, que en el proyectado monumento al Padre de la Patria Andaluza, junto al símbolo de cada una de las ocho provincias, figurase el de la "novena", la de los andaluces emigrantes?). En una Andalucía que tiene ya Parlamento, Consejo de Gobierno y Tribunal Superior de Justicia, yen cuyo Estatuto se reconoce, en el artículo primero, su identidad histórica y su carácter de nacionalidad, es mucho más lacerante y amarga -para utilizar palabras repetidamente usadas por Blas Infante- una situación como la presente. Pero, ¿qué podemos esperar de un gobierno autónomo que incluso rehúsa a defender que el Guadalquivir es un río andaluz, a efectos de decidir la política hidráulica? ¿y qué de unos partidos parlamentarios que son incapaces de aprobar siquiera el presupuesto de la Comunidad Autónoma, sacrificando los intereses generales, por importante que estos sean, a la consecución de ventajas políticas y titulares de prensa y al incremento de las expectativas de voto en su particular pulso electorero para conseguir mayores cotas de poder, sobre todo en Madrid? Al igual que hacía Blas Infante con los políticos profesionales de su época, haremos bien en desconfiar de ellos, sobre todo de sus palabras, y deberíamos trabajar, como aquel, preferentemente en otra dirección: en hacer al pueblo andaluz consciente de cual es su identidad, de cuáles son sus derechos y de cual es su fuerza. Una fuerza que casi todos temen, porque, cuando se pone en acción, desborda a organizaciones y pseudodirigentes, como ocurrió el 4 de Diciembre de 1977, el 28 de Febrero de 1980 o con ocasión de algunas decisiones externas, no necesariamente en el ámbito de la política, percibidas como injustas y discriminatorias contra signos de identificación con nuestra tierra. Una fuerza que fructificaría mucho más si las obras claves de Blas Infante, en especial las dos que considero fundamentales, La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía y Fundamentos de Andalucía tuvieran una reedición popular y barata y una adecuada distribución para que se pudiese fácilmente acceder a ellas. El trabajo de concienciación cultural y política de los andaluces y el ejercicio de la crítica radical -es decir, dirigida a las raíces de los problemas y las actitudes, y no basada en estridencias demagógicas o en poses sólo cara a la galería- sobre los contextos e intereses que mantienen en su triste situación actual a Andalucía, es la labor central, la estrategia orientadora, para cuantos nos sintamos andaluces. y no digamos para los grupos y organizaciones que se reclamen de andalucistas e incluso de nacionalistas. ¿Pero, qué han tenido que ver, al menos hasta ahora, con los planteamientos teóricos y con la práctica política de Blas Infante -deberíamos preguntamos esas organizaciones, que son casi solamente electoreras, en el exacto sentido que aquel daba al término, más allá del vacío ritualismo de invocar algunas veces su nombre en vano?. El cuerpo teórico del pensamiento de Blas Infante, y su propia figura, en lugar de ser hoy el gran e impetuoso río que fertiliza las conciencias y a una la acción de los andaluces y andaluzas de bien cuya aspiración sea regenerar nuestra tierra, ha sido convertido en una laguna escondida, mansa y hasta con verdina, casi privatizada y desnaturalizada, para provecho del coro de las ranas que se tumban al sol junto a sus aguas y gastan en su orilla el tiempo en pequeñas disputas que a casi nadie interesan.. Pero yo estoy seguro que, si no nosotros, las generaciones futuras volverán a descubrir al Padre de la Patria Andaluza ya hacer que el manantial de sus ideas vuelva a correr por nuestros campos e impregne el corazón y la inteligencia de los andaluces. Esto será, sin duda, así, porque, como dicen los versos de una soleá, que quienes me conocen saben me gusta especialmente repetir -¡ ay, quién supiera cantarla!- ¡Cómo se pué compará un charco con tina fuente: sale el sol, se seca el charco, y la fuente permanece!. En el recuerdo vivo y en la reivindicación de Blas Infante, de su pensamiento aplicado a nuestro hoy,' ¡Viva Andalucía libre! Sevilla, 9 de Agosto de 1995.





Notas:

1. Sobre este tema he publicado. a lo largo de los años. varios trabajos. entre ellos "la Antropología en Andalucía: desarrollo histórico y estado .actual de las investigaciones". Etnica, n.úm 1. pp.107-144. Barcelona. 1971; El primer descubrimiento consciente de la etnicidad andaluza (1868-1890)" y "la nueva búsqueda de la identidad (1910-1936)". en Historia de Andalucía (dirigida por A. Domínguez Ortiz). vol. VIII. pp. 233-251 y 253-273. Ed. CUPSA-Planeta. Madrid-Barcelona. 1981 (reed. en 1983); "la identidad andaluza: pasado y presente (Una aproximación antropológica)", en W.AA.: Andalucía, pp. 253-285. Editoriales Andaluzas Unidas, Granada, 1986; y "Don Antonio Machado y Álvarez y la Antropología andaluza", en W.AA.: La Andalucía dt Demófilo, pp. 20-29. Ed. Electa-Consejería de Cultura, Sevilla, 1993. Asimismo, he sido director de las Tesis Doctorales, luego publicadas, sobre aspectos del tema, de Encarnación Aguilar: Cultura popular y Folklore de Andalucía (Los orígenes de la Antropología). Ed. Diputación Provincial, Sevilla, 1990, y de Rosalía Martínez: " Hambre de pan, hambre de tierra" .(Expresiones culturales del problema de la tierra en Andalucía a principios del siglo XX). Ed. Fundación Blas Infante, Sevilla, 1993.


2. Blas Infante fue fusilado, "a Consecuencia de la aplicación del Bando de Guerra; en la madrugada del 10 al 11 de Agosto de 1936, en las afueras de Sevilla, kilómetro 4 de la antigua Carretera de Carmona, junto a la huerta conocida como de las Clarisas. Casi cuatro años más tarde, el 4 de Mayo de 1940, un denominado Tribunal de Responsabilidades Políticas dictó condena contra él porque formó parte de una candidatura de tendencia revolucionaria en las elecciones de 1931 y en los años sucesivos hasta 1936 Se significó como propagandista de un partido andalucista o regionalista andaluz". Para conocer la biografía, principales etapas de su obra y condiciones que rodearon su muerte, pueden verse, entre otros, los trabajos de Juan Antonio LACOMBA: Blas Infante. La forja de un ideal andaluz. Fundación Blas Infante, Sevilla, 1983 (2a ed.) y La represión en Andalucía durante la guerra civil El asesinato de Blas Infante. Fundación Blas Infante, Sevilla, 1987; J.A. LACOMBA, J.L. OR11Z DE LANZAGORTA y J. ACOSTA SANCHEZ: Blas Infante. Perfiles de un andaluz. Ed. Diputación Provincial, Málaga, 1985; José Luis OR11Z DE LANZAGORTA: Blas Infante. Vida y muerte de un hombre andaluz. Sevilla, 1979; Enrique INIESTA: "Infante Pérez, Blas", en Gran Enciclopedia de Andalucía, vol. Y, pp. 2.045-2.071. Sevilla, 1979 y "Blas Infante: historia de un andaluz", en E. Iniesta y otros: El siglo de Blas Infante, 1883-1981. Alegato frente a una ocultación, pp. 21-70. BEA. Sevilla, 1981; y Manuel RUIZ LAGOS: País Andaluz, CSIC, Jerez de la Frontera, 1978.


3. Estatuto Autonómico de Andalucía, artículo 12. 3. 2° (Aprobado en referéndum en octubre de 1981). Para un interesante análisis jurídico de los contenidos del Estatuto puede consultarse la obra colectiva de Alfonso PEREZ MORENO y otros: Comentarios al Estatuto de Andalucía. Instituto García Oviedo, Universidad de Sevilla, 1981.


4. Además de continuación del ocultamiento ha habido también manipulación. Como afirma Enrique Iniesta, 'todo el platillo y bombo con que ha sido coreado un Infante inventado, han sido sordina y precaución frente al verdadero': Este autor, quizá quien más haya investigado sobre la obra de Infante, señala que no es casual que para /os intelectuales de la derecha" el más destacado libro de este sea El Ideal Andaluz. a pesar de que se reconozca en sus páginas, estar "hecho de prisa", como Memoria presentada al Ateneo sevillano en 1914 (E. Iniesta: o.c., 1981, pp. 24-25). En realidad, considero que Ideal Andaluz. aunque contiene ya algunas de las ideas que serán recurrentes en Infante, refleja sólo una etapa inicial, pronto superada, de su pensamiento, muy influido todavía por las corrientes culturalistas imperantes en Sevilla a comienzos de siglo y por los planteamientos fisiócratas del Georgismo. Por ello, considerar este su primer libro como el más representativo de toda su obra supone sólo una supina ignorancia o un intento sectario de ocultar sus planteamientos posteriores, que fueron, a la vez, causa y resultado de su acción política. En cualquier modo, Ideal Andaluz contiene una serie de afirmaciones, fundamentales en el libro, que constituyen el inicio de un andalucismo claramente político, muy distanciado del exclusivamente culturalista de otros de sus contemporáneos. Afirmaciones que parece no han leído algunos, como la siguiente: "El más inmediato y central de los ideales próximos: 'la tierra para el jornalero andaluz'... Este ideal en el centro; sin él, de nada serviría trabajar por el cumplimiento de los demás ideales... Sin tierra, inútil es pensar en la cultura del pueblo" (pp. 198-9 de la edición, incompleta, de 1976 con Prólogos de Tierno Galván y de Lacomba). Años más tarde, en su libro de 1931 La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía (pp. 84-85), el propio Infante explicó el contexto e intencionalidad al que respondió Ideal,


5. Blas Infante: Ideal Andaluz. p. 169.


6. Para desenmascarar las razones verdaderas de estas acusaciones -que define como "leyendas para llegar a fundar en ellas resoluciones policiales"-, Infante escribió en poco más de un mes, en el mismo verano del 31, un vibrante alegato político, con un lenguaje más directo del que suele utilizar habitualmente, que sería el libro La verdad sobre d complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía, publicado al año siguiente en Sevilla y reeditado, en 1979, por la Editorial Aljibe, en Granada. En él plantea de forma muy abierta y valiente su pensamiento político. Por ello, su lectura es indispensable para quien quiera conocer al verdadero Blas Infante. Su candidatura en las elecciones generales de Junio del 31 (que quedó segunda en votos entre las 5 que se presentaron) fue apoyada por un sector del campesinado anarcosindicalista, a pesar del llamamiento a la abstención por parte de la CNT. Ello se debió a la proximidad que, en varios aspectos, existió entre Blas Infante y el anarquismo, y, sobre todo, por la acción de Pedro Vallina. el médico anarquista continuamente perseguido y odiado por las "gentes de orden" y sobrenombrado por estas como "el Tigre", y casi venerado y con gran influencia sobre los jornaleros. Amigo de Infante -el cual lo califica de "apóstol de pureza inmaculada" e "hijo puro de la eterna Promesa" (pp. 105 y \ 112 del libro citado)-, Vallina pidió el voto para la Candidatura en los siguientes términos: "Yo predico para que votéis a estos hombres. porque estos hombres no son políticos de oficio, sino hombres de vergüenza" (o.c., p.105).


7. Como lo demuestran muchos ejemplos, entre ellos el Manifiesto de la Asamblea de Córdoba, de 1919, del que fue autor y donde puede leerse: "Sentimos llegar la hora suprema en que habrá de consumarse definitivamente el acabamiento de la vieja España..."; "Declarémonos separatistas de este Estado que, con relaci6n a individuos y pueblos, conculca sin freno los fueros de la justicia y del interés y, sobre todo, los sagrados fueros de la libertad; de este Estado que nos descalifica ante nuestra propia conciencia y ante la conciencia de los pueblos extranjeros. Avergoncémonos de haberlo sufrido y condenémoslo al desprecio o el perecimiento... Ya no le vale resguardar sus miserables intereses con el santo escudo de la solidaridad o la unidad. que dicen nacional..."; "Mienten quienes digan que Andalucía ríe. La risa de Andalucía es la mueca del genio que tuvo y tiene por fondo un optimismo creador, una santa alegría de vivir, caricaturizado hoy por una larga tragedia de miseria y sufrimiento..."; "arriba los corazones! No emigréis. Combatid! La tierra de Andalucía es vuestra... Vuestra redenci6n es la de la patria nuestra. Organizaos al requerimiento de nuestra voz. No os constituyáis en banda desordenada. sino en ejército regular". (En Cuatro Textos Políticos (1883-1933). pp. 77; 80-81; 93 y 94-95. Instituto de Desarrollo Regional, Universidad de Granada, 1979).


8. B. I.: La verdad..., pp.43-54.


9. S. I.: Id.


10. B. I.: Id, p. 33.


11. B. I.: Id, pp.19-22.


12:g:I.:ld., p. 34. Infante califica al Gobierno Provisional de "antirrevolucionario? (p; 17) y llama a sus miembros "monárquicos sin monarca" (p. 32), criticando durisimamente la actuación de estos y de otras personalidades de sus partidos. Los más afectados son Maura "el joven", Alcalá Zamora -que no le merece simpatía alguna-, Besteiro, Lerroux, Martínez Barrio, Prieto y Largo Caballero -este por su Ley de Términos, que impedía a los jornaleros de un pueblo trabajar libremente en las explotaciones agrícolas situadas en otros términos municipales distinto al suyo; lo que Infante analizaba como generador de insolidaridades y potencial hostilidad entre los obreros de pueblos vecinos--. Sólo salva explícitamente al ministro de la Guerra, Manuel Azaña. Su mayor crítica al conjunto del Gobierno es la de confundir interesadamente prudencia con indecisión y legalidad formal con Derecho y Justicia. El resultado de ello fue la pronta frustración de las esperanzas populares depositadas en la República; por eso Infante acusa directamente al Gobierno de estar "elaborando los elementos de una guerra civil" (pp. 1O1 y ss.). Desgraciadamente. la premonición se mostró verdadera cinco años más tarde.


13. Palabras en el mitin de Gaucín, en 1918. (Recogidas en el libro de Antonio MUÑOZ GONZALEZ: La casa de la alegría Ed. Alfar, Sevilla, 1986.


14. B. I.: La verdad..., p. 43 y Manuscritos inéditos (en A Muñoz: o.c.). . Y en una Carta Andalucista, de 1935, añadía: "Por esto dicen -que yo no sirvo para político; no obstante que político verdadero es aquel quien, sin ánimo profesional, interviene en la cosa pública, procurando con su esfuerzo desinteresado una lucha por su conservación o mejoramiento".


15 Si no estuvieran fechadas las frases y desconociéramos su autor, ¿estaríamos muy descaminados si pensáramos que podrían referirse a nuestro hoy, a nuestra situación actual de quiebra múltiple del sistema de representación política? Descarnadamente, utiliza Infante los conceptos antropológicos, muy vigentes en su época, de "mana", "mentalidad prelógica", o "magia homeopática", para zaherir a los políticos profesionales que sacralizan o satanizan palabras -en su tiempo, pero no sólo en él, Revolución, Justicia, Democracia, Clase Obrera, Nacionalismo, Libertad, República. ..-, o mandan fusilar casas a cañonazos, como había ocurrido con la famosa taberna Casa Cornelio, centro de anarcosindicalistas en el sevillano barrio de la Macarena, con la misma mentalidad "prelógica", nos dice, por la que nuestros ancestros del Paleolítico dibujaban bisontes asaetados en las cuevas o formulaban conjuros: con la consideración de que la representación o el nombre de un animal, o de una persona, o de una idea, equivalen efectivamente al animal, la persona o la idea y que, por ello, lo que se haga sobre aquellos va a surtir efectos en la propia realidad. Según este "realismo primitivista prelógico -añade- basta pronunciar nombres y fórmulas para transformar las cosas y las conciencias".'


16 Si en políticos con esa mentalidad estaba la toma de decisiones en su tiempo, ¿han cambiado respecto a este mucho las cosas en el nuestro? ¿O no es verdad que hoy, en el interior de los partidos, en los slogans de campañas electoreras, frente a los medios de comunicación, o ante la clientela política que se considera propia, con hablar, o afirmarse, "socialista", "unitario", "andalucistas” "de progreso, socialdemócratas, liberal motores del cambio, amantes de la ciudad, “revolucionario”, o cualquIer otra cosa, ya se da por supuesto la realidad que enuncia la palabra, como si fuese esta la que creara la realidad misma? Me interesa sobremanera subrayar una característica, ya aludida, de la parte fundamental de la obra de Blas Infante, que surge con claridad si logramos separar, en sus textos, lo nuclear de 10 accesorio y 10 sustantivo de lo más directamente deudor de los condicionamientos de su época y contexto y de las formas del lenguaje y el estilo de su momento histórico: su modernidad y, por ello, la vigencia de sus más importantes planteamientos teóricos. Si esto es así -y estoy tan convencido de ello como de que muchos de quienes invocan, también con mentalidad "prelógica", el nombre del Padre de la Patria Andaluza desconocen lo fundamental de su pensamiento-, su figura no sólo debería ser un símbolo compartido por todos los andaluces sino también una guía política para conseguir esa liberación o restauración de Andalucía por la que él murió hace ya casi sesenta años. Muchos ejemplos podría aportar para respaldar esta afirmación, pero no es ahora la ocasión, ni tengo hoy el tiempo suficiente para hacerlo. Me concretaré, por ello, a uno solo, que entiendo fundamental, por significativo, tanto a nivel teórico como en sus implicaciones políticas prácticas, y porque se viene prestando a mal interpretaciones cuando no a burda manipulación. Me refiero a su concepto de "nacionalismo internacionalista", que a veces incluso domina con la expresión -aparentemente un total contrasentido- de "nacionalismo antinacionalista" , aplicado al tipo de nacionalismo que él considera único adecuado para Andalucía y que deja bien claro que en nada se parece a los demás nacionalismos existentes en la península. En su obra inconclusa Fundamentos de Andalucía, escrita entre finales de los años 20 y 1936, pero que desgraciadamente no llegó a publicarse hasta 1984, 17 Infante contrapuso, o mejor sería decir sobrepuso, lo que él llamó Principio de las Culturas al denominado Principio de las Nacionalidades, que era el único vigente y aceptado en el Derecho Político tanto en su época como aun hoy, El Principio de las Nacionalidades parte de la premisa, acuñada durante el siglo XIX, de que " a cada Nación corresponde un Estado"" O, con otras palabras, que toda Nación posee, sin que ninguna instancia pueda negárselo, pleno Derecho a la Autodeterminación. Infante reconoce este principio y este Derecho, pero añade que afirmarlo en abstracto no resuelve el problema de cuales sean los sujetos de derecho concretables, ni sustrae de muy graves riesgos,: En la práctica, señala, su utilización tras la Gran Guerra (la que hoy llamamos Primera Guerra Mundial) había servido, paradójicamente, para legitimar las conquistas bélicas y consolidar o destruir; estados según la conveniencia de los vencedores, sin atender a la realidad de los pueblos-naciones, En palabras del propio Infante:¡ "La nación se define, ante todo, según el Principio de las Nacionalidades, por la existencia histórica de un Estado, y la nación es" ante todo, un ente político. Por consiguiente el Estado propio es su dueño absoluto. Los demás estados respetan a todo trance este principio, en el cual aperciben el fundamento de su propia absoluta consagración. Fingen creer que cada nación elige su propio estado y siguen la ley de abstención absoluta, de no intervención: en los asuntos internos de cada país. Yesos asuntos interiores suelen provenir nada menos que de la existencia en un Estado de, pueblos diferentes que aspiran a un estado propio ya los cuales se) esclaviza, apoyándose en aquella moral del laissez faire a cada Estado dentro de su propio territorio, que rige las relaciones diplomáticas, esto es la Sociedad no de las naciones sino de los estados entre sí",18. Lo que constata Blas Infante, con gran perspicacia, es que, en contraste con el derecho que en abstracto se pretende garantizar, que es que cada nación tenga la posibilidad de ser libre y de crear su propio estado, el Principio de las Nacionalidades, en su materialización práctica, ha llevado a que cada Estado existente se considere con el derecho a definirse como nación, lo sea o no realmente, vetando, incluso por la violencia, a los verdaderos pueblos-naciones que existen en su interior el reconocimiento i como tales y los derechos que esto conlleva, con la aquiescencia y la ¡ no intervención exterior de los demás Estados, interesados en apuntalarse mutuamente para garantizar el status quo que favorece a todos ellos. El resultado, pues, es el contrarío al pretendido, porque, realmente, en la práctica, con cada Estado el Principio de las Nacionalidades crea una naci6n".19 Como puede fácilmente comprobarse hoy, aunque ello no sea lo que acepten la mayoría de los políticos y de los medios de información de masas, es la autoafirmación de los Estados como nacionales lo que está en la base de los múltiples etnocidios y genocidio que siguen siendo perpetrados, en todos los continentes en no nombre de la supuesta”unidad nacional" de los Estados. Y es que, en la práctica, el principio de las Nacionalidades funciona como “principio de las Estatalidades", y ello incluso cuando lo enarbolan los movimientos de liberación nacional que tienen como objetivo la creación de un nuevo Estado como los otros. 20 Es el radical antiestatalismo y anticentralismo de Blas Infante, la evidencia de la utilización perversa del principio de las Nacionalidades, y en modo alguno un supuesto antinacionalismo teórico o que el no defendiese que Andalucía sea una nación, lo que está en la base d: su resistencia, e incluso de lo que llega en alguna ocasión a denominar "repugnancia invencible", a la utilización del término nación y del calificativo nacionalista" Ello además resultaría premonitorio, ya que fueron precisamente los que se autodenominaron así en la guerra civil quienes habrían de asesinarle. Esta resistencia ha venido siendo la base de una mixtificación manipuladora de su teoría política por parte, sobre todo, de sectores conservadores pero también desde la izquierda estatalista. Unos y otros actúan, además, como si la única obra del Padre de la Patria Andaluza fuera Ideal Andaluz, su libro de juventud, y este no hubiese vivido, escrito y actuado durante más de veinte años. Conviene recordad que, muy pocos años después de escribir la obra citada. Infante, Infante, en el Manifiesto de creación de los Centros Andaluces (1917), en la Asamblea de Ronda (1918) y en la Asamblea de Córdoba (1919) , realiza repetidamente afirmaciones como las siguientes: "La personalidad de Andalucía se destaca hoy más poderosamente que ninguna otra nacionalidad hispánica..."; "Andalucía es una nacionalidad porque la Naturaleza y la Historia hicieron de ella una distinción en el territorio hispano..., y porque una común necesidad invita a todos sus hijos a luchar juntos por una común redención"; "Andalucía es una realidad nacional, una patria viva en nuestras conciencias".21 y que declara su voluntad de hacer efectiva la prescripción del artículo primero de la llamada Constitución Andaluza de Antequera, de 1883, de hacer de Andalucía "una Democracia Soberana y Autónoma", a partir de cuya consecución es como habría que plantearse pactar una "federación española" o incluso una "Federación de las nacionalidades de Iberia", donde se incluiría Portugal.22 Sólo como una "federación de nacionalidades" (realmente, es una estructura confederal que reflejaría sus planteamientos) Blas Infante se plantea la "futura creación" de una entidad "España" o "Iberia"; que en ningún modo sería la continuidad del Estado Español existente, "forma unitaria engendrada por medios tan artificiosos como las combinaciones dinásticas, representada por un estado centralista, el cual sólo en el apoyo de tradiciones ya desautorizadas funda su autoridad y tiene su asiento".23 Es esta España, "la España del "Tanto-Monta", la avaricia y la falsía -Fernando-, o la intolerancia y la crueldad -Isabel-; la España austriaca, continuada por los borbones y apuntalada por la restauración, la que agoniza ya próxima al acabamiento".24 La posición rotunda de Infante a este respecto, junto con su no menos rotunda postura sobre el problema agrario -resultado tanto de su sensibilidad personal ante el problema jornalero como, sobre todo, de su colaboración de casi veinte años con Pascual Carrión, que fue mucho más importante, en definitiva, que su acercamiento primero al Georgismo fisiócrata- provocaron el total y pronto distanciamiento de los regionalistas conservadores, consumada ya antes de terminar la segunda década del siglo. En cualquier caso, Infante nos aclararía perfectamente, en algunos de sus escritos de madurez, el por qué de su desconfianza ante los términos nación y nacionalista: el uso de la palabra nación, nos dice, es casi siempre "un mero pretexto o justificación del Estado", una "justificación para la rapacidad de este", una excusa para realizar “salvajes exclusiones". De aquí que subraye que su nacionalismo andaluz es "un nacionalismo internacionalista, universalista, lo contrario de todos aquellos nacionalismos inspirados por el Principio Europeo de las Nacionalidades. Más claro, se trata de una paradoja: los nacionalistas andaluces venimos a defender un nacionalismo antinacionalista. .., no exclusivista. .., no proteccionista en lo económico... basado en el libre cambio... y en cuyo Estatuto habría de leerse " en Andalucía no hay extranjeros. .."25 ¿No apreciamos aquí muchas ideas y planteamientos no sólo justos para su tiempo sino plenamente vigentes para ser defendidos y desarrollados hoy?. El supuesto antinacionalismo, formal, de Infante es, en realidad, antiestatalismo, duro y rotundo, que le conecta con los planteamientos marxistas y libertarios -más aún con estos que con aqueIlos - al ser, para él, siempre el Estado, por naturaleza, un "instrumento de opresión" por parte de los intereses, grupos e individuos " que personifica el Estado.26 Para tratar de superar las consecuencias del modelo de los supuestos Estados "nacionales" existentes Infante aporta el que llama Principio de las Culturas, el cual tiene como premisa: "a cada cultura, un pueblo". Un concepto de base antropológica, el de cultura de un pueblo -hoy hablaríamos también de identidad cultural y de etnicidad- es antepuesto por como elemento clave para resolver el problema de la determinación de la existencia de pueblos-naciones. En sus propias palabras: "Dos hechos, conjuntos o separados entre sí, entrañan la virtualidad determinante de la existencia de un pueblo. 1º La voluntad actual de un grupo humano, sea o no continuación de una expresa voluntad pretérita, que quiere erigir a ese grupo en pueblo libre, para poder dirigir, particular o independientemente, su distinto desarrollo cultural. 2° La existencia de un grupo humano, asentado en un territorio, que haya sido, o sea, foco originario de un distinto desarrollo cultural" 27 Confieso que cuando leí hace diez años estos planteamientos -antes nos fue imposible a todos, salvo a los que integraron con él las Juntas Liberalistas-, comprobé, confieso que con emoción, que coincidían casi exactamente con los conceptos de "nación política", el primero de los postulados, y con los de "etnicidad objetiva' "nación cultural", el segundo; conceptos estos que veníamos utilizando, con referencia a Andalucía, junto con un pequeño equipo de antropólogos, desde finales (de los años 70, y que ahora veía expresados en su contenido fundamental, aunque lógicamente sin esas denominaciones, que son más específicas del vocabulario de la Antropología, nada menos que 50 años antes por Blas Infante, en una casi increíble anticipación a su tiempo.28 Pocas cosas similares, en cuanto a no escolástico, no esencialista y más lúcido conozco en el conjunto de la bibliografía política o antropológica hasta muy recientemente. Blas Infante nos subraya que es en la especificidad cultural, históricamente desarrollada -en lo que llamaríamos hoy etnicidad-, "que no se mata tan fácilmente" aunque los individuos que vivan esa cultura diferenciada puedan incluso ser conscientes, en determinados momentos, de la existencia de esta, y/o en la voluntad "de vivir por si", en "la voluntad de ser, cuya existencia no es incompatible con una débil expresión actual»,29 donde están las bases verdaderas para la consideración de una colectividad humana como pueblo y para la afirmación del derecho de este a la libertad mediante la autodeterminación él usa una expresión de la época, "autarquía nacional"-, incluido el derecho a dotarse de un estado político propio; del cual señala, sin embargo los peligros que entraña.30 Para que este estado no sea, como afirma siempre Infante lo son todos los estados políticos actuales, opresor y falsamente representante de la sociedad, el estado de un "pueblo cultural" tendría que ser un estado de nuevo tipo, un "Estado Cultural», que fuera un "instrumento de práctica interior" de aquel y no su mandatario.31 Infante es consciente de que este nuevo tipo de Estado no existe como posibilidad inmediata y afirma, además, que tampoco respondería a ese modelo ningún superestado político. Por esta razón, y durante el tránsito, Infante se erige en partidario de impulsar "sociedades humanistas e interculturales, independientes de los estados» -hoy diríamos "organizaciones no gubernamentales"-, señalándonos que no era precisamente un ejemplo de ellas la mal llamada Sociedad de Naciones (realmente de Estados, cuya sucesora sería la actual ONU) sino organizaciones como la Liga Internacional de los Derechos del Hombre.32 Y nos afirma, en una muestra de saber antropológico y de utilización adecuada del relativismo cultural que hoy nos resulta sorprendente, que si una cultura determina a un pueblo y este expresa una cultura, no existen culturas superiores o inferiores, ni pueblos mayores ni menores de edad, ni naciones progenitoras ni filiales, madres o hijas. "Todo eso estará muy bien -nos dice irónica y contundentemente- para ditirambos que hagan dulce la digestión de los banquetes políticos, pero no es verdad: es mentira".33 Al insistir en que los pueblos no son entes primordialmente políticos sino que la base de su existencia es cultural, nos subraya cómo las relaciones entre los diferentes pueblos serían pacíficas, de convivencia y tolerancia, si pudieran darse plenamente al margen de las estructuras estatales. Como los Estados "son instrumento de la dictadura más o menos encubierta de una clase o de una casta",34 son estos "los que siembran la semilla de rencores de la que los pueblos recogen la cosecha. .., emborrachándose de historia guerrera no elaborada por ellos sino por los Estados".35 Como antropólogo, mis conclusiones son muy coincidentes: en contra del tópico mil veces repetido, no son las diferencias culturales -las diferencias en historia, lengua, religión, instituciones y costumbres-, ni la existencia de etnicidades diversas, ni la afirmación de la identidad propia de cada pueblo-nación y de los Derechos que esta conlleva, lo que está en la base de la violencia y el genocidio que muchos llaman, inadecuadamente, étnico. Dicha base está en la naturaleza de los estados, en los intereses que cada Estado defiende por la coacción y la violencia, directa o indirecta, física, legal o ideológica. y esto es válido tanto para el caso de los estados existentes, en cuyo origen se encuentra casi indefectiblemente la violencia, como de los que se pretende crear también violentamente.36. Como nos dice Infante, Andalucía puede fundamentarse perfectamente tanto desde las bases del Principio de las Nacionalidades como desde las del Principio de las Culturas. Si tuviéramos que atenernos al primero -escribe- "O Andalucía era Nación o Región ..., o nada era. El dilema que plantea el malhadado Principio es terminante: o naci6n o elemento integrante de una nación. El ser referido a los pueblos, es la naci6n. Si acaso, deja margen para un sub-ser a una entidad secundarla que se denomina región".37 Ante este dilema, la afirmación de Infante es rotunda: "según el Principio de las Nacionalidades, Andalucía es una Nación.38 Y ello, en base a los criterios antropológico-físico, etnográfico ( o antropológico-cultural), psicológico, filológico y otros. Como escribe explícitamente, "tuvimos que invertir algún tiempo en demostrar a los andaluces lo que hasta los extranjeros sabían y saben de un modo evidente, esto es, que Andalucía no es Castilla".39 pero como el Principio de las Nacionalidades, al ser "político, particular, excluyente" tiende a engendrar "nacionalismos estúpidos, patrioteros y chauvinistas", nacionalismos -es decir, estatalismos agresivos, "nosotros elaboramos otro criterio más seguro,'principalmente humano: "a cada pueblo su cultura", universalista, convergente, de mayor suficiencia científica para el discernimiento de las nacionalidades populares y, por consiguiente, de las autarquías, el cual vinimos a usar para fundamentar te6ricamente a Andalucía...: el Principio de las Culturas".40 "Andalucía es -afirma Infante- un pueblo cultural" y su fundamentación sobre este Principio "es tan sólido que acaso ningún pueblo del mundo pueda llegar a asentarse sobre él con más firmeza y con más derecho".41 Afirmación rotunda que respalda con razones y argumentos que, sin duda, es preciso actualizar para utilizar los conocimientos acumulaos en los sesenta años tras su muerte, pero que todos nuestros niños deberían aprender en las escuelas y nuestros intelectuales desarrollar crítica y creativamente o, cuando menos, aceptar discutirlas con seriedad.42 Notas: 15. Carta Andalucista de Septiembre de 1935 (en M. Ruiz Lagos: o.c., p. 176). &tas palabras y su propio testimonio personal, incluso presentándose por diversos motivos a varias Elecciones, refleja que Infante no era en modo alguno remiso a la participación política en la vida pública. Lo que ocurre es que, en las condiciones en que se daba esta, se muestra lúcidamente escéptico en cuanto a los logros posibles, al estar prácticamente monopolizada por "los políticos al USO", quienes "no sirven más que para atender y satisfacer intereses partidistas coincidentes o muy próximos con los intereses de la despensa o de la propia vanidad. A esto dicen ellos práctica política o política práctica" .Por esto, cree necesario "abrir camino a una transformación del concepto de política" (pp. 176-7). estimo que estas consideraciones de Infante son plenamente aplicables a nuestro hoy. 16. B. I.: La verdad..., pp. 29-31. 17. B. I.: Fundamentos de Andalucía. Trascripción del manuscrito inédito, edición y estudio de Manuel Ruiz Lagos. Fundación Blas Infante, Sevilla, 1984. r: 18. B.I.: Id., p.189. , 19. 20. En diversos trabajos hemos analizado la relación entre los conceptos de Nación y Estado, yel tema de la llamada violencia étnica, considerándola realmente como violencia estatalista. Véanse mis trabajos más recientes: "La falacia de los estados nacionales: etnias, clases, naciones y estados en América Latina y España. Una consideración desde la Antropología Política con ocasión del V Centenario de 1492", en R. Sanmartín (Coord.): Antropología sin fronteras. Ensayos en honor a Cannelo Lisón, pp. 185-199. C.I.S., Madrid, 1994; "¿Violencia étnica o violencia de estado? Nacionalismos estatalistas, etnonacionalismos y minoría étnicas", en J . A. Fernández de Rota (Ed.), Etnicidad y Violencia, pp. 137-156. Universidade da Coruña, 1994, y "Ernicidades, Estados, Migraciones y Violencia: el carácter obsoleto del modelo de Estado-Nación", en Martha Judith Sánchez (Ed.): Diversidad étnica y conflicto en América Latina, vol. III. México, 1995.


21. En Cuatro Textos... (o.c.), p.83.


22. En Id.: p. 86. También en Fundamentos. ..(o.c.), p. 44, entre otros lugares.


23. En Fundamentos... (o.c.), p. 104.


24. Id.: p. 135.


25; En La Verdad... (o.c.), p. 69.


26. El alineamiento de Infante con las teorías que consideran que todo estado es, por naturaleza, opresor, y no un árbitro neutral ni la representación de un supuesto bien común, lo alejan totalmente del pensamiento liberal e hicieron apartarse de su entorno a cuantos tenían una ideología conservadora. En Fundamentos...(o.c.), p. 173, podemos leer: "Militares, banqueros, diplomáticos, reyes, colonialistas, antisocialistas, industriales, visiones y celos de estadistas, ¿son estos el pueblo? Estos son los individuos que personifican el Estado".


27. En Fundamentos...(o.c.), p. 150.


28. Entre otros trabajos, pueden verse I. Moreno: "Rechazo de la dependencia y afirmación de la identidad: las bases del nacionalismo andaluz", en VV.AA.: Sociocultura y Educación. Primeras Jornadas de Estudios Socioeconómicos de las Comunidades Autónomas, pp. 87-106. Junta de Andalucía-Umvers1dad de Sevilla, " 1981; "Ernicidad y nacionalismo en Andalucía" , en 11 Congreso de Antropologia, i Madrid, 1981; "Reforma Agraria e identidad andaluza" , en Nación Andaluza, núm 2-3, pp. 91-96. Granada, 1984; "Etnicidad, conciencia de etnicidad y movimientos nacionalistas: aproximación al caso andaluz", en Revista de Estudios Andaluces, n.a5, pp. 13-38. Universidad de Sevilla, 1985; "La identidad andaluza: pasado y presente", en VV.AA.: Andalucía, 253-285. Editoriales Andaluzas Unidas, Sevilla, 1985; "Los intereses de estado (español) y la desactivación de la toma de conciencia nacional andaluza. Del primer postfranquismo al psocialismo institucional", en Nación Andaluza, núm. 6-7, pp. 101-121. Sevilla, 1986; "Etnicidad", en R. Reyes (ed.): Terminología científico-social. Aproximación critica, pp. 385-388. Ed. Anthropos, Barcelona, 1988; "Identidades y Rituales. Estudio Introductorio", en Prat, Martínez, Contreras y Moreno: Antropología de los Pueblos de España, pp. 601-636. Taurus, Madrid, 1991; "La identidad andaluza y el Estado Español", en R. Avila yT. Calvo (Comp.): Identidades, Nacionalismos y Regiones, pp. 73-109. Universidades de Guadalara y Complutense, México, 1993, y Andalucía: Identidad y Cultura. {Estudios de Antropología Andaluza). Ed. Librería Agora, Málaga, 1993.


29. En Fundamentos...(o.c.), pp. 157 y 194ss.


30. Id., p. 187.


31. Id., pp. 182ss


32. Id., pp. 186-7.


33. Id., pp. 152-4.


34. Carta Andalucista de 1 de Enero de 1936, en]. A Lacomba, o.c. 1985, p. 118.


35. En Fundamentos...(o.c.), p. 190.


36. Véanse los trabajos del autor citados en la nota 20


37. En Fundamentos...(o.c.), p. 132.


38. Id., p. 133.


39. Id., p. 146.


40. Id., p. 149.


41. Id., p. 191.



42. Con respecto a esto último, resultan, sin embargo, desgraciadamente vigentes, en gran medida, las palabras contenidas en el Manifiesto de Córdoba cuando Infante hace su llamamiento a todos los andaluces para "unirse por el ideal de una Andalucía grande y redimida". Tras advertir a las "clases acomodadas": "Si no os apresuráis a hacer justicia, llegará el día luctuoso en que se liberarán rencores en ineluctables venganzas, añade, invocamos a todas las clases, principalmente a las obreras, que tienen la fuerza reformadora del poder a la orden de su voluntad; a todas menos a una pseudointelectualidad andaluza y española de espíritu castrado y de alma cobarde que abdicó el rango de clase dirigente y sólo sirve para entorpecer la ideación generosa y la valiente acción". En Cuatro Textos..., pp. 91-92. (El subrayado es nuestro).




43. En Fundamentos... (o.c.), p. 177.



44. Esta afirmación no se neutraliza por el hecho de que en la obra de Blas Infante se deslicen -menos en los escritos más políticos y en mayor grado en sus ensayos algunas ideas y palabras de tinte esencialista o porque la crítica histórica y el conocimiento científico haya dejado obsoletos ciertos datos e interpretaciones. Todo pensador y todo científico refleja. necesariamente los condicionamientos y limitaciones de su sociedad. además de los suyos propios. pero lo importante es si, pese al transcurrir del tiempo y el avance de las ciencias el núcleo fundamental de los planteamientos teóricos sigue en pie y continúa siendo aplicable con los adecuados desarrollos. al análisis de nuestro hoy; aunque hayan quedado superados aspectos no centrales de aquellos.



45. En este primer tercio se incluyen los sectores de la clase obrera tradicional, con puestos de trabajo estables (o percibidos como tales) y acceso real a los bienes y servicios conquistados. como derechos. al Estado durante más de un siglo de luchas. La situación obtenida y su capacidad actual de consumo han hecho a una gran parte de los trabajadores pertenecientes a estos sectores, en buena medida, conservadores políticamente. sobre todo si pueden autojustificarse votando a partidos de la izquierda tradicional (que también se hicieron conservadores y que, al igual que aquellos, continúan reverenciando y repitiendo ritualmente algunas palabras y símbolos vaciados de contenido). La quiebra del "Estado del bienestar" -que entre nosotros no ha pasado de ser. realmente, más que del "regularestar"-. junto con el desmantelamiento de grandes empresas y el hundimiento de muchas pequeñas. ha desestabilizado en los últimos años a una parte de estos sectores arrojándolos al segundo tercio.



46. Este tercio "de abajo". es un heterogéneo mosaico formado por diversas .minorías" que, en conjunto, suponen una parte cada vez más importante de nuestra sociedad: parados permanentes enfermos crónicos, discapacitados, drogadictos, delincuentes habituales, prostitutas de calle, travestidos, chabolistas y vecinos de barrios-ghettos, jóvenes sin empleo ni en instituciones escolares (o en estas sólo nominalmente). un creciente número de personas de la eufemísticamente denominada "tercera edad", miembros de minorías étnicas o nacionales a los que se les ilegaliza u obstaculiza la integración social y de los que se menosprecia su identidad cultural. y un número también creciente de mujeres. Dentro de este abigarrado conjunto es evidente que sufrirán de mayor marginación quienes participen a la vez, de las características de varios de estos grupos.




47. Este tercio intermedio se está también ensanchando. ya que. debido a la crisis, caen a él familias y personas que antes se encontraban. aunque no sin problemas, instalados en el primero. Tradicionalmente, ha pertenecido a él una gran parte de la masa de jornaleros andaluces. con trabajo sólo eventual. bajos salarios y condiciones muy duras de existencia. precariamente corregidas hoy por la política de subsidios. Además de ellos. Se incluyen ex-obreros tradicionales. ahora contratados en precario o en condiciones claramente ilegales. "auto empleados" en trabajos negros. muchos pensionistas y viudas con subsidios bajos, estudiantes sin expectativas...



48. Véanse mis trabajos "La identidad andaluza y el 92", en J. A. Lacomba (ed.): Andalucía y los andaluces. Propuestas para un debate, pp. 37-44. Publicaciones Universidad de Málaga, 1992. y "América y el nacionalismo de estado español del IV al V Centenarios". Revista de Estudios Regionales. n.O 34, pp. 53-78. Universidades de Andalucía. Málaga, 1992.



49. En el Estatuto de Autonomía de Andalucía, artículo 8.3 puede leerse: las comunidades andaluzas asentadas fuera de Andalucía podrán solicitar; como tales. El reconocimiento de la identidad andaluza entendida como el derecho a colaborar y compartir la vida social y cultural del pueblo andaluz..." y en el artículo 12.3.4° señala como uno de los "objetivos básicos "hacia los que "la Comunidad Autónoma ejercerá sus poderes" el de "la superación de las condiciones económicas, sociales y culturales que determinan la emigración de los andaluces y. mientras esta subsista, la asistencia a los emigrados para mantener su vinculaci6n con Andalucía. En todo caso se crearán las condiciones indispensables para hacer posible el retorno de los emigrantes y que estos contribuyan con su trabajo al bienestar colectivo del pueblo andaluz". Un buen estudio sobre los andaluces en la emigración lo constituye el libro de Emma Martín Díaz: La emigración andaluza a Cataluña. Identidad cultural y papel político.