Por Jose Antonio Pino.

En un territorio tan pequeño y tan poblado (la masificación en todo el territorio es igual a la ciudad de Sevilla), la posibilidad de hacer la guerra y no masacrar a los civiles es imposible. El Ejército, el Gobierno y la población israelí lo saben y sin embargo apoyan el ataque (solo el 15% de la población israelí está en contra de esta masacre.
A pesar de los errores (condenables) de los milicianos de Hamás lanzando cohetes a los asentamientos judíos al otro lado de la frontera, la desproporción de la respuesta es brutal, sanguinaria y cruel.
Pero lo peor de la brutalidad es que ha sido motivada por el resultado adverso que tenía en las encuestas preelectorales el partido Kadima en el Gobierno. Antes que gane Netanyahu de la extrema derecha israelita, la candidata del Kadima le arrebata su programa de guerra y la hace ella. Los 1.090 muertos y más de 5.000 heridos palestinos le ha dado una subida importante en dichas encuestas.¿Cuántos votos dan los muertos?
Los judíos que apoyan esta masacre han perdido toda la autoridad moral que habían recogido como pueblo perseguido, inteligente y luchador a lo largo de toda la historia. Han perdido el halo de prestigio que adquirieron con el horror del holocausto nazi, porque ellos están generando otro holocausto.
Es una cuestión de decencia personal y mundial. No puede imperar la idea de que los países fuertes pueden hacer lo que quieran y usar la fuerza a conveniencia. Dónde están las reglas del juego internacionales. ¿Se imaginan que ante un atentado de ETA, se bombardeara Baracaldo porque uno de los integrantes del comando que puso la bomba fuera del pueblo?
Jose Antonio Pino es vice-presidente del Ateneo Andaluz
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