A MARRUECOS. (II) por Montse Sanchez
PUENTE DE DICIEMBRE 2008
DOMINGO 7 DE DICIEMBRE - Bien tempranito estábamos citados a desayunar en el hotel antes de iniciar la segunda jornada del viaje. La propuesta gastronómica, tipo buffet, ofrecía la opción de que cada cual se organizara el desayuno entre opciones de pastas con miel, tostadas, frutas, cafés y zumos. Y para no quedarse sin algo que echarse a la boca se montó algo de marabunta en torno a la mesa para servirse los desayunos, vamos que parecía que había quien no había comido en años.
Haciendo de "guiris"
Sin perder la educación eso sí, pero sólo había que fijarse un poco en que los responsables del hotel iban reponiendo las bandejas constantemente, no había pues razón para justificar las prisas por agarrar los pasteles. Al día siguiente, afortunadamente, no sucedió.
Sin perder la educación eso sí, pero sólo había que fijarse un poco en que los responsables del hotel iban reponiendo las bandejas constantemente, no había pues razón para justificar las prisas por agarrar los pasteles. Al día siguiente, afortunadamente, no sucedió.
Así que desde el hotel en Tetuán, salimos en dirección hacia Tánger, recorrido que igualmente nos sirvió para recibir las explicaciones de nuestros guías, y conocer curiosidades tales como que la carne más barata para consumir en Marruecos es la de caballo, que sale a 3 ó 4euros/kilo, mientras que la más cara es la de camello, que alcanza los 20 euros/kilo. No obstante, estos días la más codiciada era la del cordero, para cumplir con el festejo anual y el ritual de sacrificio del animal, y de esta urgencia observamos el movimiento propio de la festividad en los mercados de la zona. O que el sueldo de un profesor o policia ronda los 300 ó 350 euros mes, que no existe la seguridad social, ni jubilacion, la sanidad es privada y que la "obligatoriedad" de la enseñanza es desde los 6 a 11 años. Parece ser que lo social continúa siendo un asunto secundario en las preocupaciones de las autoridades públicas marroquíes.
Antes de llegar a Tetuán, para recorrer su medina y zoco, hicimos un par de paradas en las que los excursionistas ya se afanaron apasionadamente al trabajo en su papel de guiris: fotos por doquier y compras normalmente poco prácticas, pero compras al fin y al cabo.
La primera de las paradas tuvo lugar en Cabo Espartel que presidido por su faro, ofrece en días claros la vista de ciudades andaluzas como Tarifa. En este punto geográfico, confluyen el Atlántico y el Mediterráneo, y las aguas de uno y otro se funden en una única tonalidad desde dos simientes con su propio colorido. Y sí, empezaron las compras en los primeros puestos con los que nos topamos: gran éxito tuvieron unas rocas en cuyo interior se encontraba brillantina y otros materiales vistosos de clara factura manual, pero que la mayoría dio por natural.
Desde allí nos dirigimos hacia las Grutas de Hércules, punto geográfico donde supuestamente el héroe descansaba después de realizar sus doce tareas. El lugar con vistas hacia el Estrecho de Gibraltar,es una mezcla de creación natural y artificial. No en vano, los guías utilizan la configuración de la cueva para explicar como ésta acoge un mapa mundi que usaban antiguas civilizaciones para situarse, con las olas de los mares rasgadas en la piedra para sustentar tal historia. Impresionante la película, porque si no en vistosidad (para quienes han visitado otro tipo de grutas de simpar belleza), desde luego no deja de ser curiosa la crónica de los guías sobre el sitio en cuestión.
Donde por cierto, tampoco faltó la opción de adquirir otra serie de objetos recordatorios de la visita. Aquí lo que triunfó fue un gorro la mar de colorido, que decían las malas lenguas que las mujeres marroquíes regalan a los maridos que han sido infieles. Pues nuestros viajeros los lucieron con bastante donaire.
En la gruta había también un mono amarrado, quien sabe si resquicio de la colonia gibraltareña, pero el caso es que para que hiciera monadas, los turistas se acercaron a él...y claro tuvo que pasar: ¡mordió a una de nuestras chicas!, aunque sólo a modo anecdótico, sin graves afecciones que se saldó el asunto.
Asalto y acoso al turista.
Ya en Tánger, la visita se suscribió al interior de su medina, configurada por una encrucijada de calles estrechas, bañadas por la cantidad de aromas desprendidos por los puestos de especias y por otro tipo de olores menos agradables procedentes de desagües y demás. Movera un centenar de personas por este laberinto plagado de escalones, esquinas, adoquines resbaladizos y comerciantes muy (muy, muy) perseverantes, no es tarea fácil.
En nuestro itinerario no faltaron las estampas típicas: señoras con sus llamativas indumentarias -como las de las campesinas con un sombrero multicolor-, tenderetes de todo tipo, mezquitas, viviendas de más o menos empaque económico, y color, mucho color para contrarrestar el día que se nos presentó nublado.
Tánger es una mescolanza de ciudad europea y árabe, según se trate de su centro histórico o de los alrededores del mismo. Nuestra visita secentró en lo primero, recorriendo las calles comerciales no sindificultades para evitar la pérdida de pasajeros por el camino, porque entre tanta tienda y tanto comerciante, había muchas ganas de gastar dirhams. Así que finalizado el itinerario por el centro, la organización nos dejó hora y media libre para las compras, para lo cual había una amplia oferta de artesanía, cuero, utensilios ornamentales, chilabas, cachimbas, etc. Vamos nada que no sea difícil encontrar en los establecimientos marroquíes en España, pero las compras viajeras siempre tienen un gustillo especial. No faltó tampoco, quien ofrecía hachís sin ser especialmente sutiles para ello.
Chicas extraviadas
Total que entre tanta compra y tanto comerciante ávido por negociar al alza, cuatro de nuestras viajeras se "despistaron" para acudir al punto de encuentro a la hora acordada, de manera que recibieron un serio toque de atención de parte de Fran. La bronca tuvo efecto ejemplarizante, y ninguno más volvió a despistarse.
No sin aceite y vinagre
Uno de los aspectos que difícilmente suele ser del gusto de todos los viajeros es el de la gastronomía, más complicado incluso es cuadrar este asunto cuando se trata de un país extranjero. El almuerzo en Tánger, tuvo lugar en un hotel ubicado en las afueras del casco histórico, de moderna construcción pero de cuidada ornamentación árabe con tetería incluida. Y aunque los menús solían ser abundantes y variados, la principal queja culinaria del viaje tuvo lugar en este local. De entrante ofrecían una ensalada variada con diferentes vegetales, pero para aliñarla estaban muy disputadas las pocas aceiteras y vinagreras dispuestas para la ocasión. Hubo hasta quien amenazó con tirar el entrante en medio de la sala si no conseguía con qué aliñar el plato, aunque el asunto se solventó con algo de paciencia y buen humor.
En general es aconsejable abrir un poco las limitaciones culinarias y adentrarse en una nueva oferta desabores cuando se viaja al extranjero, si bien, también en Marruecos está disponible la opción del MacDonalds. Ternera con almendras, el típico pincho moruno, o el afamado cous-cous, fueron algunas de las opciones que pudimos degustar a lo largo del periplo.
Antes de regresar al hotel de Tetuán, todavía tuvimos ocasión de realizar otra parada tras el almuerzo para degustar té y pastas, o cafelito, según los gustos de cada cual. En realidad lo de las pastas estuvo complicado porque por la fiesta del cordero habían tenido una gran demanda estos días y en algunos locales estaban agotadas.
En mi caso compartí la parada con uno de nuestros guías, Abdull, quien amigablemente contestaba a nuestras curiosidades sobre su familia que, con 5 hijos a su cargo, da buena muestras de la configuración actual de las familias marroquíes.
Hasta 100 camellos le ofreció a mi hermano por mí si había trato matrimonial para alguno de sus hijos, pero salí al quite rápidamente alegando que en El Cairo llegaron a ofertar mucho más animales por mí y aún así no me desprendí de mi soltería. Todo pura guasa, claro.
Esta noche fiesta
De regreso al hotel, la parada de la cena, y de nuevo trajes de gala para la sesión festiva nocturna, que en este caso estuvo mucho más animada que la de la primera noche. Por supuesto, en la ambientación musical, Paquito el Chocolatero y otros grandes clásicos, y allí bailaron hasta los monitores, algo reacios en primera instancia a tales demostraciones.
Incluso el más veterano de la excursión dio buenas muestras de su saber hacer en la pista de baile, sin perder la ocasión de sacar a bailar a las más jovencitas. No faltaron tampoco las rumbas, ni las sevillanas, bajo la mirada sonriente de los responsables del hotel, quienes a estas alturas ya había descubierto nuestros trajines etílicos dados los pocos disimulados viajes a las provisiones ocultas en los bolsos. Y más chistes cuando se acabó la música, esta vez con más aforo y humoristas dispuestos a alargar la velada.
CONTINUARÁ (muy pronto)...
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