domingo, 16 de noviembre de 2008

Los pirómanos bomberos

A veces lo difícil es explicar lo obvio. No sé por qué nunca me había atrevido con Kafka, pero hoy he arrancado de la estantería “El proceso” dispuesto a estar con él unos días.

El pasado día 15 en Washington hubo un aquelarre. Veinte pirómanos más tres amigos se vistieron de bomberos dispuestos a seguir quemando el planeta. De sus conjuros, unos códigos de hermandad que ocupan once páginas traducidas al castellano, dejan dos renglones y medio como cortina de humo en donde hablan de nosotros, del hambre, de las enfermedades, de la seguridad energética, del cambio climático, de la seguridad alimentaria, del imperio de la ley y la lucha contra el terrorismo. Dos renglones y medio y toda la ambigüedad de la literatura en dos renglones y medio.

Somos las ascuas de las que ellos se alimentan. ¿Cómo se puede esperar que un león no devore una gacela, que de un fusil no salgan balas, que al sol no le suceda la luna y que a abril no lo preceda marzo?

Los camiones de bomberos de la economía global van conducidos por los pirómanos. Sus tanques no llevan agua para saciar la sed en África, ni medicamentos genéricos para combatir el sida en los países pobres. Sus códigos hablan de los beneficios de la banca y no de las hipotecas de los trabajadores.

A veces lo difícil es explicar lo obvio. Ellos, los pirómanos bomberos nos lo cuentan en miles de caracteres entre los que nos regalan dos renglones y medio: vamos a seguir esquilmando el planeta y también a ustedes, así que abróchense los cinturones.


Marcos González Sedano

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