sábado, 30 de julio de 2022

EL CEMENTERIO DE LAS JACARANDAS por JESÚS CUENCA


En la curva que describe la Av. de España, entre la gasolinera BP y el paso inferior del ferrocarril, hay un terreno baldío, donde han empezado a aparecer ejemplares mutilados de jacarandas rodeados de grandes pocillas de riego. Parece ser que la mayor parte de ellos provienen de la obra de construcción de la nueva rotonda, situada junto al antiguo parque de bomberos, en la Av. 28 de Febrero.
El aspecto que ofrecen los ejemplares, en ese descampado, es realmente tétrico y desolador. Recuerda más a las “cruces” de un cementerio que a los árboles del proyecto de jardinería que (supongo) han debido concebir sus promotores. Troncos oscuros (característicos de esta especie), desmochados, apuntando al cielo, y, supongo que, “rogando” por terminar su “sufrimiento” lo antes posible. Nada más lejos del espacio verde al que parece estar destinado ese terreno, según el PGOU de Dos Hermanas.

Y digo bien, “sufrimiento”. Porque eso es lo que han padecido estos árboles. Y si no, sigamos la secuencia de operaciones que se han llevado a cabo sobre ellos, desde que fueron terciados (un eufemismo) en las aceras donde llevaban viviendo más de 20 años.

Primeramente, los ejemplares fueron desmochados por encima de la primera cruz, dejando 2 o 3 cortas ramas, eliminando completamente la copa junto con todo el follaje. Y así quedaron como dos meses, sometidos a una fuerte insolación y temperaturas diurnas por encima de los 36oC, alcanzándose los 40oC (y algunos grados más) durante varias semanas.

Sin las hojas, los árboles fueron privados de poder intercambiar oxígeno, anhídrido carbónico o vapor de agua con la atmósfera, y dejaron de respirar, transpirar y fotosintetizar. Asimismo, los cortes inferidos en las ramas dejaron al descubierto los tejidos vasculares por donde circula el agua y las sales minerales que obtiene por las raíces (xilema) y las sustancias elaboradas en las hojas que son distribuidas por todo el árbol (floema). Las altas temperaturas y la insolación directa produjeron la paulatina deshidratación del tronco y las raíces. A pesar de que aún conservaban las raíces (y los pelos absorbentes por donde efectivamente se produce la absorción de agua y minerales), ya no eran funcionales.

Conforme avanzaron las obras, los ejemplares fueron “arrancados”, que no trasplantados. Se practicaron sendos hoyos alrededor de los troncos, cortando todas las raíces que sobresalían de los cepellones definidos, que conservaron algo de tierra, en el mejor de los casos.
Y ya, por último, los ejemplares se transportaron y depositaron en hoyos que fueron rellenados con tierra que llaman “vegetal”(otro eufemismo), siendo posteriormente regados. Lo del riego tiene sentido para asentar la tierra, pero no para favorecer la implantación de los ejemplares en su nueva ubicación.

En pocas palabras. Han convertido ejemplares de jacaranda de más de 20 años, con copas estructuradas, sanos y bien asentados en sus respectivos emplazamientos, que proporcionaban ornato con sus flores y sombra con sus copas, en simples troncos con dos o tres cortas y gruesas ramificaciones, en la parte apical. Árboles que han perdido los órganos para tomar el alimento en forma de sales minerales y gases, así como el agua; que han perdido gran parte de la savia que conservaban en su interior, tras permanecer a pleno sol y a temperaturas muy altas; que han perdido los órganos que transforman esos elementos minerales en sustancias orgánicas (azúcares, fitorreguladores, aminoácidos, vitaminas, etc.); que han perdido toda vitalidad para defenderse ante el ataque de hongos, insectos, bacterias, etc. Esos, ya no son ni serán los árboles que fueron.
Si le hubieran hecho lo mismo a un animal, cosido la boca, tapado la nariz, quitado los órganos internos, expuesto al sol y dejado finalmente en un terreno baldío, ni tan siquiera se plantearían que pudiera sobrevivir después de haberle infringido actos tan brutales. ¡Y pretenden que lo hagan las jacarandas!

Evidentemente, la biología de vegetales y animales es muy diferente. Y ello hace que, a pesar de ser sometido a las brutalidades descritas, una planta pueda llegar a sacar brotes que se interpretan como un signo de vida y recuperación. Pero no, nada más lejos de la realidad, ya que esos brotes no son más que los “estertores”: el último intento agónico de un vegetal (que ya no un árbol) por sobrevivir.

Algunos dirán que todo este procedimiento de actuación sobre unos árboles que debían ser trasladados de sitio, no es más que un mero, y necesario, proceso transitorio para la recuperación de las jacarandas en otro emplazamiento. Y yo digo que, efectivamente: tránsito hacia la muerte.
¡Qué la tierra les sea leve!

Jesús J. Cuenca Rodríguez Biólogo
Coordinador Área de Patrimonio y Medio Ambiente
Ateneo de Dos Hermanas
Julio, 2022

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