El pasado domingo 22, a las 9 de la mañana, un coche y un bus con cartel del Ateneo Andaluz iniciaba una nueva salida senderista. En esta ocasion un paseo por el sendero Rodeo al Cerro del Robledo en el Parque Natural Sierra de Aracena.
Cronica del viaje por E. Rospigliosi
Para un animal de ciudad como yo, fue un refrescante cambio el pasar unas horas rodeado de naturaleza y verdor, recorriendo el estrecho sendero y disfrutando del panorama de la sierra. A pesar de salir de Sevilla con frío y algo de lluvia, al llegar a Dos Hermanas el día se adivinaba soleado.
Un grupo de mas de 60 personas de todas las edades, desde niños a gente mayor, esperando compartir un día de naturaleza. Por la conversación alegre y las bromas, la cosa pintaba bien. Primero, el pueblo. Castaño del Robledo es lo que uno esperaría de un pueblo de la sierra: casitas blancas con techo de teja, estrechas calles en pendiente, y el toque final como para decir "estamos en la sierra", el rebuzno de un burro.
Al empezar el sendero, lo primero que me llamó la atención fue lo cuidado que se veía el lugar. Nada de envolturas de galletas, ni latas de refresco. Únicamente castaños y bellotas, y de vez en cuando, madroños. La experiencia de caminar por el monte, de vez en cuando agacharse, recoger un castaño o un madroño y comértelo, caramba, que me sentía yo Indiana Jones. Escondidas entre las hojas, setas enormes y de apariencia sabrosa, pero como no las conozco, no me atrevo a tocarlas. Hay otros que sí, y por ahí hay quien lleva un buen botín de setas. ¡Buen provecho para la cena!
Acerca de la ruta en sí, no es un sendero difícil, más que adecuado para alguien como yo, cuyas suelas están más acostumbradas al asfalto que a la tierra. Más adelante, ocasiones de foto: infinitas. Desde el espectacular paisaje mezclando montaña y cielo, a la telaraña cubierta de rocío, de esas que hacen las delicias de un fotógrafo aficionado. El viento es fuerte, pero la mayoría están bien protegidos. Lamentablemente, yo estoy en la minoría, así que apurar el paso para calentar el cuerpo. Qué curioso sol, que quema pero no calienta.
A mitad de camino, parada para comer. El bocata de rigor (siempre cuidando de no ensuciar) y el refresco. Luego de seguir andando y ya para llegar al pueblo, el cafelito con jamón serrano en una venta del camino. Y además, la buena compañía. A la tradicional apertura andaluza, se suma el efecto que el caminar tiene sobre las personas, para combinarse en una tertulia cálida y agradable. Para terminar, visita a la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles, en la Peña de Arias Montano. Y desde el mirador, el paisaje verdiblanco que recuerda a los colores de la bandera andaluza.
Para ser mi primera experiencia con el senderismo, quedé encantado con el lugar y con la gente. Llegué a Sevilla con esa mezcla de cansancio y relajación que se tiene cuando has dejado el estrés olvidado en algún recodo del sendero luego de un largo día de caminata. Fue una experiencia muy bonita, y espero repetirla muy pronto.
Fotos de Javier Mantilla y Fran Dominguez
2 comentarios:
Bravo por el cronista!!! Relatado a la perfección!!
Maravillosa crónica Gino!! Realmente fue un viaje con encanto..que te dure mucho la sensación de dejar el estrés en algún recodo del sendero. Y si no, a recuperla en el próximo. Hasta prontoooo!!!
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