lunes, 30 de junio de 2008

Caracoles


Eran las ocho y media de la mañana y la señora pregonaba: “¡Tengo cuernos gordos, tengo cuernos gordos! ¡Caballero, llévese unos pocos de cuernos!”. “¡Ay, mi arma, ya tengo yo bastante con los míos!”. Y de esa forma continuó el señor, dirección al bar “La Centuria”. Es posible que en Santander la escena suene a infidelidad. En Sevilla, se trata de caracoles y cabrillas. Mi posición de espectador me proporcionó media sonrisa con la que me deslicé a través de la puerta del mercado de la Encarnación camino de la calle Lineros, no sin antes saludar a Jean que, apostado en la esquina de la calle Imagen, esperaba a sus parroquianos sentado sobre el petate gorra en mano, con la ilusión de que la caridad humana le diera para echar un día más. En otra esquina de la plaza, Abdul realizaba el mismo trabajo. Ambos, uno francés y el otro marroquí, viven bajo el ficus de la plaza de “La Encarnilla”. Con un “¡Bonjour, monsieur!” y un “¡Salam aleikum!” dejé caer unas monedas sin pararme, como es habitual en mí.

No lejos de allí, en el “Bar El Comercio”, me esperaba mi amigo el torero. En esta ciudad no es difícil tener relación con un torero. La mía es laboral, no porque yo tenga nada que ver con el arte de Cúchares, sino porque mi amigo, tras la primera corná que le dio un novillo, decidió terminar la carrera de Derecho como le recomendaba su padre, y se sacó un abono para la Maestranza en la tercera fila de la zona de sombra. Desde entonces, es un buen jurista.

A mitad de la calle Puente y Peyón recordé al hombre que el año pasado murió en ese lugar prendiéndose fuego a sí mismo. Dejando atrás los malos recuerdos, saludé a Paco, el dueño del bar, que, con su cara de “aquí está tó controlao”, atendía a sus clientes. Al final de la barra, en el comedor, sentado en una mesa ante su vaso de leche, se encontraba el torero leyendo la portada del periódico en la que se anunciaba el partido de semifinales de la copa de Europa España-Rusia . “¿Qué pasa, torero?, ¿cómo va el mundo?”. A lo que él respondió: “De momento el circo va bien. Lo que parece que empieza a fallar es el pan”.


Marcos González Sedano

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