jueves, 1 de mayo de 2008

Sangre y arena

Escrito por Manolo Lay Bejines, concejal de IU en Dos Hermanas.

De pequeño, mis padres me llevaron a una corrida de toros, la primera y la última que he visto en mi vida. Recuerdo perfectamente que, por casualidad, al torero le dio por hacer su faena justo a cuatro o cinco metros de donde nos sentamos. A esta corta distancia pude oír la respiración del animal, su queja dolorosa cada vez que iniciaba una embestida; casi podía oler su sangre y se me quedaron grabados sus ojos desorbitados ante la cercanía inevitable de la muerte. Unos cuantos años después, en unas navidades, unos ojos iguales a aquéllos se me aparecieron en la matanza de un cerdo al estilo tradicional de un pueblo extremeño; después de agarrarlo entre unos cuantos para amarrarle las patas y tumbarlo sobre una mesa, la matancera le dio al animal un tajo certero en el cuello y su vida comenzó a derramarse a borbotones en un cubo donde la mujer movía la sangre conforme iba cayendo.


Hace poco leí un artículo sobre la mal llamada fiesta nacional. Decía que al 72 por ciento de los españoles no le interesan las corridas de toros, porcentaje que sube por encima del 80 por ciento en la juventud. Eso ha provocado que cada vez haya menos público en las plazas y que, incluso, en algunos casos se haya planteado el cierre y que los consistorios de algunas ciudades se hayan declarado contrarias a la tortura animal.

La lidia es un espectáculo. La "tradición" de todo lo que rodea a la muerte del toro a manos del torero, lo mismo que la de tirar una cabra de lo alto de un campanario, ya es, de por sí, algo arraigado que difícilmente puede generar discusiones con un mínimo de raciocinio. Quiero decir que a sus defensores nadie los va a convencer de que dejen de disfrutar con ese espectáculo y que siempre habrá una causa para justificar el efecto. Si dices que se está torturando a un animal hasta la muerte, la respuesta es que todos (o casi) comemos carne y nadie se queja de lo que hacen con los cerdos o los pollos. Si dices que comer carne no requiere hacer sufrir a un animal y convertir ese sufrimiento en una fiesta, te dicen que el toro ha nacido y se ha criado para eso, que incluso se siente más bravo en la lidia, etc., etc.

También es, no lo olvidemos, un negocio. Conozco algo del tema porque, casualmente, tengo amigos que se mueven mucho por esos ambientes. En Andalucía el asunto está ligado a la tierra, al latifundismo y al terrateniente, al lastre de la España de charanga y pandereta del que aún no nos hemos desprendido. Al falso romanticismo del torero-filósofo. Al machismo del traje de luces marcando paquete, la bravía y los cojones. En Dos Hermanas, el "cartel" de este año va a costar 24.000 euros a todos los nazarenos y nazarenas, amén del coste del adecentamiento del terreno, los permisos, la banda de música, etc... que vamos a pagar a los empresarios taurinos. Al contrario que las peleas de gallos o de perros, los matadores de toros trabajan en algo legal y, por tanto, su negocio lucrativo con la muerte de animales, siendo el mismo que los otros dos ejemplos, tiene el beneplácito de las leyes porque cotiza al sistema y paga impuestos. Por eso unos están prohibidos y el otro no…

Seamos claros: las corridas no se prohíben porque a nadie que tenga un mínimo de mando le interesa complicarse la vida. No es políticamente correcto meterse en estos berenjenales, cuando ni siquiera los partidos de izquierdas tienen una doctrina clara y definida sobre el tema. Ni el PSOE ni Izquierda Unida se definen porque hay militantes de ambas organizaciones a favor y en contra. Además de eso, al que le gusta no se le puede convencer de lo contrario, lo mismo que al que lo aborrece. Detrás de todo esto está el concepto de “protección animal”, la consideración de la especie no humana como ser con derechos.

Quienes disfrutan viendo como se banderillea, pica, estoquea y humilla a un toro, quienes se lo pasan en grande sintiendo el fragor de la sangre y la arena, suelen lamentar poco la muerte de un perro o un gato doméstico. Ahí es donde radica la cuestión.

Dicho esto, yo me pronuncio por evitar el sufrimiento de cualquier especie animal. Por eso saludo la creación del colectivo “Solidaridad Animal Nazarena” y por eso, también, apoyo la concentración contra la tortura convocada para el próximo sábado, 3 de mayo, a las 17,30 en la Plaza La Mina.

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