Como todos los años el Club
de Senderismo del Ateneo Andaluz de Dos Hermanas, invitó a los amantes de la
naturaleza, a participar en agosto a un senderismo nocturno por las playas de los
acantilados del Asperillo (Huelva), haciéndolo coincidir con la Lluvia de Estrellas que se
produce en estas fechas del verano.
Un grupo de aventureros de todas las edades se reunió en el punto de Encuentro del Parque del Palmarillo, -donde ya estaban los compañeros preparando el mercadillo de artesanía que organizamos mensualmente- para disfrutar un fin de semana, bajo las estrellas en plena naturaleza. Con unas temperaturas de más de 40 grados y tras organizar al grupo y repartir a las personas en los coches, se emprendió sobre las 19.00h el viaje en dirección a Huelva.
En el aparcamiento de Cuesta Maneli nos preparamos para el paseo de algo mas de un
kilometro y medio que nos llevo a la playa, a la hora justa para
contemplar la puesta del sol desde lo alto del Acantilado del Asperillo. A
las nueve y media ya estábamos en Costa Maneli, después de una larga caminata
andando sobre los listones de madera y con la mirada puesta a ambos lados del
camino donde los pinos están presentes. Como curiosidad he de decir que algunos
llevábamos nuestros bártulos sobre las ruedas de un carro de compra, pero Pepe
Tinoco nos superó con un carro de panadero.
Tras otro trecho, andando por la playa establecimos el vivac para
pasar la noche. Las altas temperaturas quedaron atrás y tras saludar y
recibir a más participantes que llegaron desde otros destinos, el grupo
disfruto de chapuzones al atardecer, cena y charlas y ya empezamos a ver caer
las primeras estrellas. La playa forma parte del parque
natural de Doñana, es un sitio muy tranquilo y las veinte y dos personas que
nos reunimos nos preparamos para pasar la noche.
El cielo se presentaba lleno de estrellas cuando algo después de las
doce se escuchó en el silencio el primer ¡Ooh….! de la noche, las lagrimas de
San Lorenzo empezaban a derramarse con esa primera, que sin lugar a dudas fue
la mas hermosa de las que se vieron, con un color rojizo que fragmento su cola
en distintos tonos.
Victoria, Paco, Lola, Pepe, Gabriela, Sandra, Miguel, Cristina, Pedro, Alicia…,
todos y todas que tumbados sobre la arena vimos durante algo mas de dos horas,
como las Perseidas nos saludaban con sus zig-zag atravesando el cielo.
Sobre las 1.30 de la madrugada se
inició un paseo senderista por la orilla, en dirección Matalascañas.
Era la noche y la temperatura del agua idóneas para disfrutar de un fenómeno
caprichoso de la naturaleza. Las fosforescencias del mar. Los días en los que
la concentración de fitoplancton fosforescente es muy alta, y durante la marea
baja, la arena actúan como filtro quedando ésta cubierto por las
microscópicas algas fosforescentes. A medida que andábamos sobre la arena
mojada de la bajamar, dejábamos marcas luminosas con cada paso. Las olas se
rompieron con destellos de luminosidad y al que se atrevió a un baño nocturno
le rodearon miles de partículas fosforescentes. Era un espectáculo sorprendente
y desconocido por la mayoría de nuestros acompañantes. Algunos continuaron el largo paseo por la orilla a la
luz de las estrellas, mientras contemplaban los “microorganismos” en el batir
de las olas que se mostraba fosforescentes, como la arena que bañaban. El
espectáculo era mágico y magnífico. Todos estábamos entusiasmados.
Ya sobre la 4.00 de la madrugada los
vivaqueros se metieron en sus sacos de dormir para descansar hasta que apuntara
el sol. Las temperaturas sufrieron un considerable descenso durante la
noche y nos tuvimos que abrigar bien para no pasar frío. Dormir acurrucados en el saco mirando ese cielo que
se mostraba tan generoso con el ruido del oleaje de fondo, es sin duda una
experiencia única, el relax se hace dueño del cuerpo mientras retenemos en
nuestras pupilas lo vivido.
El domingo amaneció con nubecitas en el cielo y
después de desayunar algunos participantes tenían que volver a sus casas.
Pasamos la mañana y el mediodía entre chapuzones y charlas amenas.
Después del almuerzo se dejo volar la cometa, tras un improvisado Taller de
Cometas, para aprender su manejo disfrutamos de sus piruetas en el cielo.
Tras la despedida de otros tantos del grupo, quedamos
los últimos para ver la maravillosa puesta del sol y volver sobre la 22.00
al aparcamiento y emprender el camino de vuelta a casa. Sin lugar a dudas una experiencia a repetir y por supuesto a recordar.
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