A mediados del año pasado, María de los Ángeles Infante envió
una carta al presidente de la
Junta de Andalucía en la que rogaba ser atendida para
trasmitirle el dramático estado de cuentas de la Fundación que lleva por
nombre el de su padre y el de la
Patria andaluza: Blas
Infante.
La carta comenzaba así: "Soy
consciente de la preocupante situación que atraviesa Andalucía. Y soy
consciente de la enorme responsabilidad que todos los andaluces debemos asumir
para salir de ella. Empezando por la Administración que usted preside y terminando por
la fundación que yo presido. Ambos sabemos que ninguna de las dos tendría
sentido sin la memoria viva de mi padre. Andalucía y Blas Infante son conceptos
inseparables. Nuestra Fundación nació con el compromiso de velar por el capital
simbólico de quien se dejó la vida por Andalucía. Y creo que lo hemos cumplido
hasta la fecha. De ahí que su desaparición sea imperdonable. Yo no dejaré que eso ocurra porque jamás me
lo perdonaría. Y me consta que usted tampoco dejará que eso ocurra porque jamás
se lo perdonaría la Historia
ni el Pueblo andaluz".
La Fundación Blas Infante está
al borde de la desaparición. Y el presidente de la Junta no se ha dignado en
recibir a la hija del presidente de Honor del Parlamento de Andalucía. Conozco
a María de los Ángeles Infante. Le debo un profundo respeto por su dedicación
incansable a la custodia de la memoria de su padre y porque, más allá de
cualquier otra distinción, es una buena persona. Siendo hija de quien es, María
de los Ángeles y la familia Infante han mantenido un difícil y delicado
equilibrio entre el compromiso y la lealtad institucional. A su lado, siempre
fiel y tenaz, la voluntad juvenil de Pedro Ruíz-Berdejo, a quien Andalucía le
debe como mínimo el reconocimiento de Hijo Predilecto. Junto a ellos, otros
andaluces ilustres como Antonio Gala, Rafael Escuredo, Manuel Clavero, Salvador
Távora o Isidoro Moreno. Pero ninguno parece merecer la dignidad suficiente
para que en Andalucía muera una fundación con el nombre de quien dio conciencia
de Pueblo a Andalucía.
Sé que a muchos andaluces les falta techo donde dormir y pan que comer.
Y sé que el mismo Blas Infante les hubiera abierto su casa y su alacena. Es lo
prioritario. Pero Andalucía sin Blas Infante no sería Andalucía. Y me niego a
creer que es precisamente eso lo que se persigue. Porque ni la Historia ni el Pueblo
Andaluz se lo perdonaríamos nunca.
Antonio Manuel es Socio de Honor del Ateneo Andaluz de Dos
Hermanas
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