domingo, 9 de agosto de 1998

BLAS INFANTE. SEMBLANZA EN EL 59 ANIVERSARIO DE SU MUERTE


Primera Parte *

ISIDORO MORENO Catedrático de Antropología Social De la Universidad de Sevilla

*Texto de la conferencia pronunciada en el Acto-Homenaje a Blas Infante, el 9 de Agosto de 1995, en el Patio de las Doncellas del Alcázar de Sevilla, organizado por el Excmo. Ayuntamiento de Sevilla con la colaboración de la Fundación Blas Infante. El texto ha sido complementado por el autor con las imprescindibles citas bibliográficas y algunas pequeñas aclaraciones para facilitar su lectura y ha sido seleccionado por su actualidad a pesar de haber trascurrido 13 años.


Prologo

Excmas. Autoridades: Alcaldesa de Sevilla, Presidente del Parlamento de Andalucía, Presidente de la Diputación Provincial, Diputados, Concejales de la Corporación Municipal, Sra. Presidenta de la Fundación Blas Infante, y andaluzas y andaluces aquí congregados para realizar el necesario ejercicio de la memoria histórica:


Es para mí un honor haber sido designado para renovar el recuerdo de Blas Infante, en la víspera del 59 aniversario de su dramática muerte, a instancias de las dos instituciones que dan vida a este Acto, el Ayuntamiento de Sevilla y la Fundación Blas Infante, las cuales, significativamente y, al menos desde mi óptica, también felizmente -porque ello expresa el cambio de los tiempos y el avance hacia la igualdad entre los géneros- presiden hoy dos mujeres, muy diferentes en muchas cosas pero ambas inequívocamente demócratas, aún en tiempos en que ello no era precisamente fácil ni constituía un aval positivo ante los poderes oficiales.


Acepté al instante el encargo, desde luego por venir de las instituciones de donde venía, pero, sobre todo, porque pocas cosas estimo más importantes para un pueblo que renovar su memoria histórica y reafirmar su identidad y para Andalucía esto es aún más fundamental, ya que uno de los principales males causantes de su triste situación presente es, precisamente, que se la ha despojado de la memoria, lo que equivale a decir que se la ha despojado de la propia conciencia de su existencia.


En mis años de estudiante de bachillerato, y también de Universidad, me fue totalmente ocultada en las aulas, entre otras muchas verdades, la existencia de Blas Infante. Mi descubrimiento de él lo fui haciendo no desde el ámbito de mi interés por las ideologías políticas democráticas y progresistas, a través de la lectura clandestina de textos traídos de París o México, sino desde mi interés y mi investigación personal en el ámbito de la Antropología Cultural -una disciplina en aquellos tiempos prácticamente inexistente y casi clandestina-, sobre los intelectuales andaluces que se habían esforzado, a partir de los años sesenta del pasado siglo y hasta la guerra civil, por conocer, entender y tratar de explicar las realidades socioculturales, pasadas y presentes de nuestro pueblo.1


El oscurantismo franquista, pero también el marxismo al uso, cargado de escolasticismo, fueron para mí, como para la inmensa mayoría de los hombres y mujeres de mi generación, barreras al conocimiento, primero, de la propia existencia de Blas Infante y del movimiento ideológico-político que él encabezó, y luego, de su exacta significación. Bajo la Dictadura, durante cuarenta años tras su fusilamiento sin juicio, es decir, tras su asesinato, el Padre de la Patria Andaluza seguía siendo diariamente asesinado con las balas del silenciamiento.2


Pero hay algo, en mi opinión, más grave aún que esto: ya en democracia política y en una Andalucía en cuyo Estatuto de Autonomía se define como uno de los objetivos básicos de nuestra Comunidad Autónoma el afianzar la conciencia de identidad andaluza, a través de la investigación, difusión y conocimiento de los valores históricos, culturales y lingüísticos del pueblo andaluz, en toda su riqueza y variedad",3 la obra de Blas Infante, sus propuestas políticas y su ideario real siguen siendo, en grandísima medida, desconocidos para la inmensa mayoría de los andaluces, a pesar de que hayan sido históricamente, y yo considero que siguen siendo hoy, en términos no sólo estrictamente políticos sino también en cuanto a su consistencia teórica, la aportación más valiosa alguna vez realizada para promover dicha conciencia de identidad.4


Confieso que, cuando comencé a encontrarme con la obra de Infante, percibí, primero, la de un hombre bueno, honesto a carta cabal, soñador y enamorado fiel de Andalucía. Luego, percibí al político, al activista a la vez apasionado y frío, convencido de sus ideas y organizador con plena conciencia de la táctica concreta, para cada momento, de cómo llevar esas ideas hacia adelante.


Sólo más tarde fui capaz de percibir, al poder analizar ya más en conjunto su obra, la solidez intelectual de su época de madurez, en los últimos años 20 y durante la República, sus conocimientos de Historia, Antropología y otras ciencias y, sobre todo, la modernidad, en términos incluso actuales, de sus planteamientos teóricos claves, que, por ello mismo, fueron incomprendidos en su tiempo y apenas si son adecuadamente comprendidos incluso hoy. Ni por la propia significación de Blas Infante, ni por la situación que atraviesa Andalucía, un Acto de Homenaje como este podría ser una especie de Juegos Florales o de conmemoración meramente ritual. Estoy seguro que el Padre de la Patria Andaluza sería el primero en condenar la retórica hueca que supondría un homenaje formal a su persona pero un vaciamiento real de su obra, de su pensamiento político. Ello significaría, realmente, una nueva forma de fusilamiento, esta vez por sacralización hipócrita de su figura y ocultamiento real de su mensaje y de sus análisis.


Dar a conocer estos a todos lo andaluces, en especial a los jóvenes; sacarlos ala pública discusión, crítica y abierta, por parte de intelectuales y políticos; tratar de aplicarlos -con la actualización y desarrollo creativo necesarios- a nuestros problemas de hoy, es la mejor, y yo diría que la única, manera honrada de recordar -es decir, de volver a pasar por el corazón- a Blas Infante y de homenajearlo en el 59 aniversario de su desaparición física.


Un aniversario que coincide con el 50 de uno de los mayores y más fríamente perpetrados genocidios de la Historia, realizado, como no podía ser menos, en nombre de los grandes conceptos de la Democracia y de la Libertad y con la justificación siniestra de "ahorrar vidas": el bombardeo nuclear de Hiroshima y Nagasaki, con sus centenares de miles de víctimas. Un aniversario que se produce, también, mientras continúan los genocidios y etnocidios de pueblos en los Balcanes, en el Kurdistan, en la selva de Chiapas, en muchos lugares de África realizados por Estados que se auto titulan nacionales.


"Mientras exista un niño

sin pan y sin sonrisa,

yo renuncio a la luna"


Estos versos del poeta Leopoldo de Luis podrían expresar perfectamente mi actitud en estos momentos: mientras en Andalucía existan los tremendos índices actuales de paro; mientras continúe desmantelándose nuestro débil tejido industrial; mientras esté en vías de liquidación nuestro sector pesquero y con muy graves problemas nuestra agricultura; mientras que no se den las condiciones para que la cultura andaluza se desarrolle y podamos recuperar plenamente nuestra identidad histórica como pueblo; mientras que a nuestros emigrantes no les sean reconocidos todos los derechos que implica se pertenencia a este pueblo, incluidos los políticos; mientras los Derechos Humanos no sean una realidad diaria entre nosotros; mientras, en fin, no exista esa Andalucía Libre con la que no sólo soñó sino por la que luchó y murió Blas Infante, cualquier homenaje a este que sea sólo un ritual protocolario vacío de contenido político reivindicativo sería una burla a su recuerdo. y nada más lejos de mi voluntad, y estoy seguro que de la intención de las instituciones que hoy aquí nos convocan.


En esta línea, la mejor Semblanza que yo podría hacer ahora de Blas Infante es expresar algunas pautas de su ejemplo y subrayar algunos de los puntos centrales de su pensamiento político; un pensamiento que, como ya he señalado, era hace 59 años, y lo sigue siendo en la actualidad, no sólo profundamente coherente y de una ética limpia, sino en grandísima medida vigente: por ello mismo fue y es peligroso, y hasta subversivo, para muchos intereses políticos, de antes y de ahora, tanto de quienes despreciaron o han silenciado su significación como para muchos de los que han querido secuestrar en su propio provecho su figura sin seguir realmente, y a veces hasta sin interesarse siquiera en conocer, su ideario.


Estimo que en lo primero que hay que reivindicar su actualidad es en su honestidad democrática, en su regeneracionismo ético, en su pasión por la utopía necesaria. Conviene subrayar que, bajo su carácter apacible, sus gafas redondas y su figura de "hombre de orden", pensaba, sentía y actuaba un rebelde. ¡Cómo hubiera podido ser de otra manera si, en diversos momentos de su vida, repetía que "la rebeldía ante lo injusto es la más alta de las virtudes"! Por responder a esta convicción fue tantas veces ignorado, despreciado, calumniado y perseguido.


Fue perseguido por los fascistas que lo asesinaron en la noche del 10 al 11 de Agosto de 1936 en una cuneta de la carretera de Carmona, tras una semana de triste estancia en esa antesala de la muerte en que fue convertido el sevillano cine Jauregui. Lo asesinaron los mismos contra quienes se había negado a firmar, semanas antes, una petición para que sus organizaciones fueran declaradas ilegales: tal era la profundidad de su "talante antiautoritario y sus convicciones democráticas en defensa de la libertad de expresión y de asociación pacífica para todos, incluidos sus enemigos políticos.


Pero fue también perseguido por los políticos seudo demócratas -por esos a quienes él llamaba "histriones de la política, que piensan con los labios Cuando piensan por los demás y con el estómago o la vanidad cuando piensan en sí mismos"-5 los cuales, en su tiempo como hoy, tratan de desprestigiar a todo aquel que se muestre crítico con ellos y pretenda desenmascáralos, motejandolos de desestabilizadores. Así, fue acusado por el Gobierno Provisional de la República de encabezar un complot, una conspiración contra esta, en los días de la campaña electoral para Corres Constituyentes; fue calumniado y difamado, desde las más altas instancias políticas, como medio para impedir que triunfase su Candidatura Republicana Revolucionaria Federal Andalucista: no sólo fue acusado, falsamente, de conspirar, junto con Ramón Franco, Pascual Carrión, Balbontín y otros andalucistas, para sublevar el Aeródromo de Tablada y bombardear Sevilla, abriendo la ciudad ala invasión de un ejercito de campesinos para proclamar la República de Andalucía, sino que llegó a afirmarse, en las mismas Cortes, que los supuestos conjurados pretendían no sólo repartir las tierras entre los jornaleros sino también a las mujeres entre los hombres. 6


Como tampoco hay que olvidar que tras el 18 de Julio, y antes de ser detenido el 2 de Agosto, su casa de Coria fue registrada, ilegalmente, por milicianos anarcosindicalistas, como si en ella pudiese haber cosa alguna que fuese una amenaza para el pueblo o para la legalidad republicana. Se demuestra claramente que para ninguna organización, fuera de la ideología que fuese, cuyo objetivo central era la toma del poder " político, Blas Infante era una persona de fiar: porque pensaba por sí mismo, porque se oponía a todo sectarismo y porque no aceptaba otra disciplina que la de su conciencia y la de los resultados de sus análisis. Sin esconderse nunca, en modo alguno, tras cómodos eclecticismos ni en posturas indecisas.7


Además de demócrata incorruptible y de luchador constante con el objetivo central de "la restauración de Andalucía", Blas Infante fue, por ello mismo, un crítico radical. Su republicanismo sincero no fue obstáculo, sino todo lo contrario, para utilizar el látigo de su palabra y de su pluma contra las lacras del naciente régimen republicano y de sus políticos, sin dejarse nunca chantajear por las amenazas ni por las mezquinas acusaciones de antirrepublicanismo. En esto también deberíamos tomar ejemplo hoy, cuando a veces caemos en la tentación de no ser suficientemente críticos con las lacras de nuestra democracia por temor o ante el chantaje de quienes nos amenazan con acusarnos por ello de desestabilizadores y antidemócratas. Don Blas jamás se plegó a lo que, con palabras de hoy, llamaríamos "la definición respetable, o supuestamente progresista, de lo políticamente correcto".


En uno de sus libros fundamentales, escrito en 1931 , La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía, donde contestaba a las delirantes acusaciones anteriores, a la vez que acusaba a los políticos republicanos de haber traicionado las esperanzas populares, definía las causas y planteaba las líneas de solución de los problemas sociales y políticos -de los" dolores"- que aquejaban a la sociedad andaluza y española de su tiempo.


Ocho eran estos " dolores" o problemas que desgranaba Infante con su prosa directa y sin tapujos: el dolor de los pueblos de España esclavizados por el centralismo político, "uncidos en piara por el interés patrimonial de los reyes"; el dolor de la servidumbre caciquil imperan te en partidos políticos y elecciones; el dolor de la esclavitud del pensamiento; el dolor de la esclavitud económica de los obreros, sobre todo de los jornaleros agrícolas; el dolor de la ausencia de justicia para el pueblo; el dolor de la servidumbre cultural; el dolor de la esclavitud familiar; y el dolor de la esclavitud de conciencia.


Para cada uno de estos dolores o problemas planteaba Infante unos criterios o vías de solución que ponía en contraste con la política, del gobierno de la República: estructura federalista (más aún.. prácticamente confederal del Estado Español; trasformación a fondo de los partidos (a los que llama "organizaciones electoreras que atentan contra la soberanía del pueblo"); libertades públicas sin, recortes; abolición de la consideración del trabajo como mercancía con intervención de las organizaciones obreras en los Consejos de Administración y Reforma Agraria -"la tierra de Andalucía para los jornaleros andaluces" -; justicia civil gratuita y arbitral, con magistrados de distrito y rectificación urgente del sistema penitencia- ) rió; enseñanza gratuita y antiburocrática en todos los niveles; plena igualdad de derechos de las mujeres y libre constitución y disolución del contrato matrimonial, con reconocimiento de todas las uniones de hecho; y fin del "monopolio pseudo religioso alcanzado por la acción política de la Iglesia de Roma", mediante medidas que garantizasen el respeto absoluto para todas las religiones y la defensa y preservación por el Estado de los valores artísticos y culturales de los bienes de todas ellas.9


No es demasiado sorprendente que, con un programa de estas características, defendido en actos multitudinarios por los pueblos sevillanos, que siempre concluían con el grito unánime de ¡Viva Andalucía Libre!, el Padre de la Patria Andaluza, a pesar de su pacifismo radical y de su hombría de bien, fuera definido y tratado como un peligro no sólo por los defensores de los intereses más conservadores sino también por aquellos que tenían en las masas desheredadas y de escaso formación su granero de votos.


Blas Infante repetía que "el hambre es más amarga siendo republicana que monárquica, porque además de ser hambre de pan es hambre de esperanzas defraudadas por la República".10



¿No podría decirse algo equivalente, salvando las diferencias, indudable y afortunadamente existentes, entre los años 30 y nuestra década final de siglo, en el sentido que el paro y el subdesarrollo andaluz, la sed de agua de nuestros campos y grifos, las limitaciones e incapacidad práctica de nuestras instituciones, la nadería en que desembocan tantas veces las polémicas políticas, la corrupción y tráfico de influencias, el engorde creciente de un estado controlador y policiaco que recorta de hecho los derechos de los ciudadanos, llegando incluso a utilizar métodos terroristas subvencionados con dinero público, y tantas otras lacras de nuestra actual sociedad, realmente no nuevas de ahora sino existentes todas, o la inmensa mayoría de ellas, durante la Dictadura franquista, son ahora mucho más graves y frustrantes precisamente porque se dan en una situación no ya de carencia de libertades sino de democracia política y de autonomía para Andalucía?


Blas Infante, carente de cualquier tipo de ambición personal, fue" no sólo un teórico y un ideólogo sino también un crítico radical e insobornable. Por eso es hoy una de las muy pocas banderas que! podemos desplegar para reivindicar la honradez y la ética de que' tan faltas está nuestra sociedad actual, tanto nuestra sociedad política como nuestra sociedad civil Por eso, como él, deberíamos ser." honesta y pacíficamente radicales, es decir, deberíamos buscar las raíces, las causas profundas de los problemas, sin miedo a los resultados de la búsqueda ni a quienes puedan sentirse molestos por' estos. "


Infante señalaba, en su tiempo, que el "hecho nuevo" del paso de la Monarquía a la República no había significado un verdadero "cambio de Régimen", es decir "un desplazamiento de conceptos con respecto a todas las realidades fundamentales de la Sociedad y del Estado". y añadía que, cuando el país, políticamente, "estaba preñado de una nueva vida. en vez de parteros lo que hubo fue modistos", ya que asumieron las funciones políticas "los más de votos y disciplinados, por consiguiente los más ineficaces, súbditos de los jefes de las organizaciones partidistas".


Si analizáramos bajo estas premisas y conceptos la tan casi unánime como acríticamente aplaudida transición política entre el Franquismo y la Democracia, ¿seguiríamos aplaudiendo con igual grado de entusiasmo con que solemos hacerlo?. Para Infante, lo que él llama "la electorería" -los partidos políticos con casi exclusivos fines electorales y sus clientelismos internos y externos- es la clave para la interpretación de la historia política del "Régimen pseudo-democrático" vigente en España durante el siglo XIX y hasta la Dictadura de Primo de Rivera. y la electorería, denunciaba, seguía reinando cuando ya en España no había rey.


En el año 31, escribía sin titubeos que-su finalidad principal era desenmascarar al Gobierno Provisional, constituido en base a la conjunción republicano-socialista. y dar un grito ante la opinión para que esta no confiase en los hombres del Gobierno", ya que el cambio de régimen "no había supuesto renovaci6n ni cambios reales en las desigualdades", sino sólo cambio de banderas, himnos y nombres de calles, además del acceso a "los goces del poder" de los políticos que habían rechazado las cosas que el poder conlleva mientras no tenían posibilidad de acceder a él, pero las tomaban con fruición en cuanto ello les fue posible.12 Este cuadro, pintado por Infante sobre la situación al comienzo de la República, ¿no podría también ser referido, en gran medida, a la situación hoy existente en la que suele denominarse nuestra joven democracia y en .la que podríamos denominar nuestra más joven aún autonomía?.


Es claro que Infante se muestra especialmente duro con los políticos de profesión y desconfía de ellos. Ya en una intervención del año 18 había denunciado con pasión: "He visto entregada esta tierra a aventureros de la política, a advenedizos que hacen de ella asiento de su cretina vanidad y base de su mezquino interés". 13 Años más tarde sentenciaba: "los que hacen de la política una profesi6n exclusiva y excluyente {como una propiedad) suelen hablar de conflictos entre ideas y realidades. La diferencia entre ellos y nosotros es esta: para ellos, las realidades de un país son los intereses creados; para nosotros, las realidades de un país son los dolores creados por esos intereses". 14


Si conociéramos bien su obra, ¿podría alguien acusar al nacionalismo andaluz de exclusivista o excluyente, o de defensor de intereses dominantes o mezquinos? Claro que me estoy refiriendo al nacionalismo andaluz que construyó teóricamente y defendió Blas Infante, el cual, para desgracia nuestra, apenas si ha existido nunca vertebrado políticamente ni lo está ahora, aunque esta afirmación, que creo totalmente justa y necesaria de hacer, a pesar de su gravedad, pueda molestar 0 no ser bien entendida por algunos. Basta con leer con cierto detenimiento a nuestro notario nacido en Casares, estudiante en Archidona y Granada, y profesional en Cantillana, Isla Cristina y Coria del Río, para convencernos de la increíble modernidad -debo insistir en ello- de la parte fundamental de su pensamiento y para comprobar su apuesta total, que pagó con la vida, contra el imperialismo -que ya anunciaba se disfrazaría, como ocurre hoy, de falso universalismo-,43 contra el asimilismo y la homogeneización cultural forzada, contra el esencialismo, contra el determinismo geográfico e histórico, contra los estatalismos disfrazados de nacionalismo, contra la intolerancia y la xenofobia, y por la libertad de los pueblos y las personas sin distinción de raza, sexo, religión y costumbres.44 Por eso hoy sigue estando vigente su apuesta de futuro: un futuro utópico pero no por ello menos necesario, en el cual la cultura, es decir, la forma de la existencia material y espiritual propia e cada pueblo, y o la política, entenderla, tal como lo era en su tiempo y lo sigue siendo hoy, como escenario de lucha por el poder, sea el principio director en la vida de los pueblos y las personas. Desde estos planteamientos de Blas Infante, considero -aquí congregados por su recuerdo- que debe ser nuestro compromiso no sólo reivindicar su memoria sino también acometer la tarea de dar a conocer a los andaluces su pensamiento, silenciado, menospreciado e incluso manipulado, de hecho, y desarrollarlo aplicándolo al análisis ya la acción política en la Andalucía de hoy. Que es una Andalucía desvertebrada socialmente, la cual, si bien ya no responde a la terrible polarización dualista de clases que la caracterizaba en las primeras décadas del siglo y hasta no hace mucho tiempo, se está acercando a pasos agigantados al tipo de triste sociedad moderna de los "tres tercios", poco percibida y apenas analizada todavía, pero ya real. Compuesta por un primer tercio, el de los instalados, aquellos que participan, de forma holgada o más estrecha pero permanente y directa, en el sistema productivo, político y cultural, aunque pertenezcan a clases diferentes y en conflicto -un conflicto cada vez más virtual que real salvo si peligra la permanencia en este bloque-;45 un segundo, el de los marginados del sistema, crecientes en número, excluidos, imposibilitados o incapaces, en la práctica, para acceder a los bienes y servicios de todo tipo, desde el empleo a la salud o la formación, y por ello crecientemente desintegrados de todos los ámbitos de nuestra sociedad;46 y un tercero, intermedio, el de los precarios, cambiante en su composición y tamaño, sin fronteras claras hacia arriba y algo más nítida hacia abajo, compuesto por quienes viven en permanente situación de precariedad más o menos inestable, en gran medida subsidiados, subempleados o sobre explotados en la economía sumergida, siempre temiendo caer al tercer tercio y aspirando ascender al primero, a veces por cualquier medio.47 Es en esta estructura social, y no en la de otros tiempos, en la que ya actualmente vivimos, aunque ello sea ignorado, o apenas percibido, por los partidos políticos y aún menos por los sindicatos y otras instituciones y organizaciones. Es en este contexto en el que deberíamos actualizar y aplicar, desarrollándolos y complementándolos, los planteamientos del nacionalismo liberador de Blas Infante. Andalucía es, también, hoy una sociedad que retrocede en la mayoría de los aspectos de su vertebración territorial; en algunas de cuyas comarcas se han concentrado, incluso excesivamente, la población y los recursos, mientras muchas otras se desertizan de personas y posibilidades; un país donde hay que arrancar viñas y reducir producciones por mandato de Bruselas y donde pasan sed los olivos, no se puede sembrar el arroz y hay fuertes restricciones de agua para millones de personas, mientras el AVE corre a 250 km. por hora o se gastaron cientos de miles de millones estériles frente a Sevilla, en la "Expo 92", por intereses de imagen del nacionalismo de estado ya mayor gloria y vanidad del partido gobernante.48 Andalucía es, asimismo, en gran medida, una sociedad acéfala, con tremenda escasez de dirigentes sociales y políticos, porque, salvo unas pocas y, por ello, meritorias excepciones, la mayor parte de quienes encabezan sus instituciones y organizaciones -desde muchas de las instancias y organizaciones políticas a los clubs de fútbol más históricos y populares, pasando por las empresas y organizaciones empresariales, los sindicatos y muchas asociaciones de todo tipo- no pasan de ser mediocridades de escasa formación y más escasa aún creatividad y dotes de análisis y dirección. Incluso, en no pocos casos, parecería que la principal cualidad pedida para ocupar cargos de cualquier tipo sea la de saber encaramarse a la cucaña del poder dentro de cada organización y mantenerse luego en él, creyéndose napoleones en su loseta y sin aceptar posibilidades de errar ni críticas ante las equivocaciones. Situación esta ala que no escapan los sectores profesionales e intelectuales, porque sus componentes, en su gran mayoría, o viven inmersos de forma casi exclusiva en sus propios asuntos, buscando agónicamente el éxito social y/o económico, o tienen la mirada puesta en Madrid, o en Bruselas, o en cualquier parte salvo en las realidades de Andalucía, muchas veces con la burda coartada de autodefinirse "ciudadanos del mundo". Así, desvertebrada social y territorialmente Andalucía, casi carentes de pensadores yode dirigentes de la acción política y social, vivimos hoy la inmensa mayoría de los andaluces agachando dócilmente la cabeza, o, cuando más, expresando sólo en algún gesto individual o pasajero nuestra incomodidad, ante las decisiones foráneas que se toman sobre nosotros. y aceptamos, cada día con más naturalidad, entre otras muchas cosas, el papel que se está adjudicando a Andalucía de frontera bunkerizada de la ahora llamada Unión Europea, y nuestra función de patio trasero para las vacaciones baratas de los europeos o de barrio lúdico de la Corte: el mejor lugar para celebraciones y fastos en los que están garantizados, además gratis, los palmeros. Es esta una Andalucía donde una política perversa ha llegado a prostituir, y casi a destruir, la cultura del trabajo de nuestros jornaleros -los fellah mengu, los campesinos ocultos, los "más andaluces entre los andaluces" de Infante-, mientras se desmantela o sume en profunda crisis su industria -de Santana a Gillette, de Puleva o Cervezas Alhambra a Interhorce, Hytasa o Astilleros-, se va a pique su sector pesquero y se pone su agricultura a los pies de los intereses de los grandes monopolios comerciales que controlan el mercado europeo. Es esta una Andalucía donde, desgraciadamente, no es cierto que nadie sea tratado como extranjero, porque aumentan la xenofobia contra los magrebíes y otros inmigrantes y los brotes racistas contra la comunidad gitana, y en la que parece, además, haberse condenado al olvido a ese millón y medio de andaluces que tuvieron que dejar nuestra tierra, y siguen viviendo fuera de ella, porque se les negaba aquí el pan y la justicia, los cuales, aun teniendo reconocido expresamente en el propio Estatuto de Autonomía su derecho a que les sea reconocida su identidad andaluza, están siendo cada vez más marginados y desatendidos.49 Uno de ellos, carne de la carne de Blas Infante, y de nombre como su nombre, acaba de morir hace pocas semanas a miles de kilómetros del sol de nuestra tierra. Descanse en paz, como tantos otros... (¿No sería justo, me pregunto, que en el proyectado monumento al Padre de la Patria Andaluza, junto al símbolo de cada una de las ocho provincias, figurase el de la "novena", la de los andaluces emigrantes?). En una Andalucía que tiene ya Parlamento, Consejo de Gobierno y Tribunal Superior de Justicia, yen cuyo Estatuto se reconoce, en el artículo primero, su identidad histórica y su carácter de nacionalidad, es mucho más lacerante y amarga -para utilizar palabras repetidamente usadas por Blas Infante- una situación como la presente. Pero, ¿qué podemos esperar de un gobierno autónomo que incluso rehúsa a defender que el Guadalquivir es un río andaluz, a efectos de decidir la política hidráulica? ¿y qué de unos partidos parlamentarios que son incapaces de aprobar siquiera el presupuesto de la Comunidad Autónoma, sacrificando los intereses generales, por importante que estos sean, a la consecución de ventajas políticas y titulares de prensa y al incremento de las expectativas de voto en su particular pulso electorero para conseguir mayores cotas de poder, sobre todo en Madrid? Al igual que hacía Blas Infante con los políticos profesionales de su época, haremos bien en desconfiar de ellos, sobre todo de sus palabras, y deberíamos trabajar, como aquel, preferentemente en otra dirección: en hacer al pueblo andaluz consciente de cual es su identidad, de cuáles son sus derechos y de cual es su fuerza. Una fuerza que casi todos temen, porque, cuando se pone en acción, desborda a organizaciones y pseudodirigentes, como ocurrió el 4 de Diciembre de 1977, el 28 de Febrero de 1980 o con ocasión de algunas decisiones externas, no necesariamente en el ámbito de la política, percibidas como injustas y discriminatorias contra signos de identificación con nuestra tierra. Una fuerza que fructificaría mucho más si las obras claves de Blas Infante, en especial las dos que considero fundamentales, La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía y Fundamentos de Andalucía tuvieran una reedición popular y barata y una adecuada distribución para que se pudiese fácilmente acceder a ellas. El trabajo de concienciación cultural y política de los andaluces y el ejercicio de la crítica radical -es decir, dirigida a las raíces de los problemas y las actitudes, y no basada en estridencias demagógicas o en poses sólo cara a la galería- sobre los contextos e intereses que mantienen en su triste situación actual a Andalucía, es la labor central, la estrategia orientadora, para cuantos nos sintamos andaluces. y no digamos para los grupos y organizaciones que se reclamen de andalucistas e incluso de nacionalistas. ¿Pero, qué han tenido que ver, al menos hasta ahora, con los planteamientos teóricos y con la práctica política de Blas Infante -deberíamos preguntamos esas organizaciones, que son casi solamente electoreras, en el exacto sentido que aquel daba al término, más allá del vacío ritualismo de invocar algunas veces su nombre en vano?. El cuerpo teórico del pensamiento de Blas Infante, y su propia figura, en lugar de ser hoy el gran e impetuoso río que fertiliza las conciencias y a una la acción de los andaluces y andaluzas de bien cuya aspiración sea regenerar nuestra tierra, ha sido convertido en una laguna escondida, mansa y hasta con verdina, casi privatizada y desnaturalizada, para provecho del coro de las ranas que se tumban al sol junto a sus aguas y gastan en su orilla el tiempo en pequeñas disputas que a casi nadie interesan.. Pero yo estoy seguro que, si no nosotros, las generaciones futuras volverán a descubrir al Padre de la Patria Andaluza ya hacer que el manantial de sus ideas vuelva a correr por nuestros campos e impregne el corazón y la inteligencia de los andaluces. Esto será, sin duda, así, porque, como dicen los versos de una soleá, que quienes me conocen saben me gusta especialmente repetir -¡ ay, quién supiera cantarla!- ¡Cómo se pué compará un charco con tina fuente: sale el sol, se seca el charco, y la fuente permanece!. En el recuerdo vivo y en la reivindicación de Blas Infante, de su pensamiento aplicado a nuestro hoy,' ¡Viva Andalucía libre! Sevilla, 9 de Agosto de 1995.





Notas:

1. Sobre este tema he publicado. a lo largo de los años. varios trabajos. entre ellos "la Antropología en Andalucía: desarrollo histórico y estado .actual de las investigaciones". Etnica, n.úm 1. pp.107-144. Barcelona. 1971; El primer descubrimiento consciente de la etnicidad andaluza (1868-1890)" y "la nueva búsqueda de la identidad (1910-1936)". en Historia de Andalucía (dirigida por A. Domínguez Ortiz). vol. VIII. pp. 233-251 y 253-273. Ed. CUPSA-Planeta. Madrid-Barcelona. 1981 (reed. en 1983); "la identidad andaluza: pasado y presente (Una aproximación antropológica)", en W.AA.: Andalucía, pp. 253-285. Editoriales Andaluzas Unidas, Granada, 1986; y "Don Antonio Machado y Álvarez y la Antropología andaluza", en W.AA.: La Andalucía dt Demófilo, pp. 20-29. Ed. Electa-Consejería de Cultura, Sevilla, 1993. Asimismo, he sido director de las Tesis Doctorales, luego publicadas, sobre aspectos del tema, de Encarnación Aguilar: Cultura popular y Folklore de Andalucía (Los orígenes de la Antropología). Ed. Diputación Provincial, Sevilla, 1990, y de Rosalía Martínez: " Hambre de pan, hambre de tierra" .(Expresiones culturales del problema de la tierra en Andalucía a principios del siglo XX). Ed. Fundación Blas Infante, Sevilla, 1993.


2. Blas Infante fue fusilado, "a Consecuencia de la aplicación del Bando de Guerra; en la madrugada del 10 al 11 de Agosto de 1936, en las afueras de Sevilla, kilómetro 4 de la antigua Carretera de Carmona, junto a la huerta conocida como de las Clarisas. Casi cuatro años más tarde, el 4 de Mayo de 1940, un denominado Tribunal de Responsabilidades Políticas dictó condena contra él porque formó parte de una candidatura de tendencia revolucionaria en las elecciones de 1931 y en los años sucesivos hasta 1936 Se significó como propagandista de un partido andalucista o regionalista andaluz". Para conocer la biografía, principales etapas de su obra y condiciones que rodearon su muerte, pueden verse, entre otros, los trabajos de Juan Antonio LACOMBA: Blas Infante. La forja de un ideal andaluz. Fundación Blas Infante, Sevilla, 1983 (2a ed.) y La represión en Andalucía durante la guerra civil El asesinato de Blas Infante. Fundación Blas Infante, Sevilla, 1987; J.A. LACOMBA, J.L. OR11Z DE LANZAGORTA y J. ACOSTA SANCHEZ: Blas Infante. Perfiles de un andaluz. Ed. Diputación Provincial, Málaga, 1985; José Luis OR11Z DE LANZAGORTA: Blas Infante. Vida y muerte de un hombre andaluz. Sevilla, 1979; Enrique INIESTA: "Infante Pérez, Blas", en Gran Enciclopedia de Andalucía, vol. Y, pp. 2.045-2.071. Sevilla, 1979 y "Blas Infante: historia de un andaluz", en E. Iniesta y otros: El siglo de Blas Infante, 1883-1981. Alegato frente a una ocultación, pp. 21-70. BEA. Sevilla, 1981; y Manuel RUIZ LAGOS: País Andaluz, CSIC, Jerez de la Frontera, 1978.


3. Estatuto Autonómico de Andalucía, artículo 12. 3. 2° (Aprobado en referéndum en octubre de 1981). Para un interesante análisis jurídico de los contenidos del Estatuto puede consultarse la obra colectiva de Alfonso PEREZ MORENO y otros: Comentarios al Estatuto de Andalucía. Instituto García Oviedo, Universidad de Sevilla, 1981.


4. Además de continuación del ocultamiento ha habido también manipulación. Como afirma Enrique Iniesta, 'todo el platillo y bombo con que ha sido coreado un Infante inventado, han sido sordina y precaución frente al verdadero': Este autor, quizá quien más haya investigado sobre la obra de Infante, señala que no es casual que para /os intelectuales de la derecha" el más destacado libro de este sea El Ideal Andaluz. a pesar de que se reconozca en sus páginas, estar "hecho de prisa", como Memoria presentada al Ateneo sevillano en 1914 (E. Iniesta: o.c., 1981, pp. 24-25). En realidad, considero que Ideal Andaluz. aunque contiene ya algunas de las ideas que serán recurrentes en Infante, refleja sólo una etapa inicial, pronto superada, de su pensamiento, muy influido todavía por las corrientes culturalistas imperantes en Sevilla a comienzos de siglo y por los planteamientos fisiócratas del Georgismo. Por ello, considerar este su primer libro como el más representativo de toda su obra supone sólo una supina ignorancia o un intento sectario de ocultar sus planteamientos posteriores, que fueron, a la vez, causa y resultado de su acción política. En cualquier modo, Ideal Andaluz contiene una serie de afirmaciones, fundamentales en el libro, que constituyen el inicio de un andalucismo claramente político, muy distanciado del exclusivamente culturalista de otros de sus contemporáneos. Afirmaciones que parece no han leído algunos, como la siguiente: "El más inmediato y central de los ideales próximos: 'la tierra para el jornalero andaluz'... Este ideal en el centro; sin él, de nada serviría trabajar por el cumplimiento de los demás ideales... Sin tierra, inútil es pensar en la cultura del pueblo" (pp. 198-9 de la edición, incompleta, de 1976 con Prólogos de Tierno Galván y de Lacomba). Años más tarde, en su libro de 1931 La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía (pp. 84-85), el propio Infante explicó el contexto e intencionalidad al que respondió Ideal,


5. Blas Infante: Ideal Andaluz. p. 169.


6. Para desenmascarar las razones verdaderas de estas acusaciones -que define como "leyendas para llegar a fundar en ellas resoluciones policiales"-, Infante escribió en poco más de un mes, en el mismo verano del 31, un vibrante alegato político, con un lenguaje más directo del que suele utilizar habitualmente, que sería el libro La verdad sobre d complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía, publicado al año siguiente en Sevilla y reeditado, en 1979, por la Editorial Aljibe, en Granada. En él plantea de forma muy abierta y valiente su pensamiento político. Por ello, su lectura es indispensable para quien quiera conocer al verdadero Blas Infante. Su candidatura en las elecciones generales de Junio del 31 (que quedó segunda en votos entre las 5 que se presentaron) fue apoyada por un sector del campesinado anarcosindicalista, a pesar del llamamiento a la abstención por parte de la CNT. Ello se debió a la proximidad que, en varios aspectos, existió entre Blas Infante y el anarquismo, y, sobre todo, por la acción de Pedro Vallina. el médico anarquista continuamente perseguido y odiado por las "gentes de orden" y sobrenombrado por estas como "el Tigre", y casi venerado y con gran influencia sobre los jornaleros. Amigo de Infante -el cual lo califica de "apóstol de pureza inmaculada" e "hijo puro de la eterna Promesa" (pp. 105 y \ 112 del libro citado)-, Vallina pidió el voto para la Candidatura en los siguientes términos: "Yo predico para que votéis a estos hombres. porque estos hombres no son políticos de oficio, sino hombres de vergüenza" (o.c., p.105).


7. Como lo demuestran muchos ejemplos, entre ellos el Manifiesto de la Asamblea de Córdoba, de 1919, del que fue autor y donde puede leerse: "Sentimos llegar la hora suprema en que habrá de consumarse definitivamente el acabamiento de la vieja España..."; "Declarémonos separatistas de este Estado que, con relaci6n a individuos y pueblos, conculca sin freno los fueros de la justicia y del interés y, sobre todo, los sagrados fueros de la libertad; de este Estado que nos descalifica ante nuestra propia conciencia y ante la conciencia de los pueblos extranjeros. Avergoncémonos de haberlo sufrido y condenémoslo al desprecio o el perecimiento... Ya no le vale resguardar sus miserables intereses con el santo escudo de la solidaridad o la unidad. que dicen nacional..."; "Mienten quienes digan que Andalucía ríe. La risa de Andalucía es la mueca del genio que tuvo y tiene por fondo un optimismo creador, una santa alegría de vivir, caricaturizado hoy por una larga tragedia de miseria y sufrimiento..."; "arriba los corazones! No emigréis. Combatid! La tierra de Andalucía es vuestra... Vuestra redenci6n es la de la patria nuestra. Organizaos al requerimiento de nuestra voz. No os constituyáis en banda desordenada. sino en ejército regular". (En Cuatro Textos Políticos (1883-1933). pp. 77; 80-81; 93 y 94-95. Instituto de Desarrollo Regional, Universidad de Granada, 1979).


8. B. I.: La verdad..., pp.43-54.


9. S. I.: Id.


10. B. I.: Id, p. 33.


11. B. I.: Id, pp.19-22.


12:g:I.:ld., p. 34. Infante califica al Gobierno Provisional de "antirrevolucionario? (p; 17) y llama a sus miembros "monárquicos sin monarca" (p. 32), criticando durisimamente la actuación de estos y de otras personalidades de sus partidos. Los más afectados son Maura "el joven", Alcalá Zamora -que no le merece simpatía alguna-, Besteiro, Lerroux, Martínez Barrio, Prieto y Largo Caballero -este por su Ley de Términos, que impedía a los jornaleros de un pueblo trabajar libremente en las explotaciones agrícolas situadas en otros términos municipales distinto al suyo; lo que Infante analizaba como generador de insolidaridades y potencial hostilidad entre los obreros de pueblos vecinos--. Sólo salva explícitamente al ministro de la Guerra, Manuel Azaña. Su mayor crítica al conjunto del Gobierno es la de confundir interesadamente prudencia con indecisión y legalidad formal con Derecho y Justicia. El resultado de ello fue la pronta frustración de las esperanzas populares depositadas en la República; por eso Infante acusa directamente al Gobierno de estar "elaborando los elementos de una guerra civil" (pp. 1O1 y ss.). Desgraciadamente. la premonición se mostró verdadera cinco años más tarde.


13. Palabras en el mitin de Gaucín, en 1918. (Recogidas en el libro de Antonio MUÑOZ GONZALEZ: La casa de la alegría Ed. Alfar, Sevilla, 1986.


14. B. I.: La verdad..., p. 43 y Manuscritos inéditos (en A Muñoz: o.c.). . Y en una Carta Andalucista, de 1935, añadía: "Por esto dicen -que yo no sirvo para político; no obstante que político verdadero es aquel quien, sin ánimo profesional, interviene en la cosa pública, procurando con su esfuerzo desinteresado una lucha por su conservación o mejoramiento".


15 Si no estuvieran fechadas las frases y desconociéramos su autor, ¿estaríamos muy descaminados si pensáramos que podrían referirse a nuestro hoy, a nuestra situación actual de quiebra múltiple del sistema de representación política? Descarnadamente, utiliza Infante los conceptos antropológicos, muy vigentes en su época, de "mana", "mentalidad prelógica", o "magia homeopática", para zaherir a los políticos profesionales que sacralizan o satanizan palabras -en su tiempo, pero no sólo en él, Revolución, Justicia, Democracia, Clase Obrera, Nacionalismo, Libertad, República. ..-, o mandan fusilar casas a cañonazos, como había ocurrido con la famosa taberna Casa Cornelio, centro de anarcosindicalistas en el sevillano barrio de la Macarena, con la misma mentalidad "prelógica", nos dice, por la que nuestros ancestros del Paleolítico dibujaban bisontes asaetados en las cuevas o formulaban conjuros: con la consideración de que la representación o el nombre de un animal, o de una persona, o de una idea, equivalen efectivamente al animal, la persona o la idea y que, por ello, lo que se haga sobre aquellos va a surtir efectos en la propia realidad. Según este "realismo primitivista prelógico -añade- basta pronunciar nombres y fórmulas para transformar las cosas y las conciencias".'


16 Si en políticos con esa mentalidad estaba la toma de decisiones en su tiempo, ¿han cambiado respecto a este mucho las cosas en el nuestro? ¿O no es verdad que hoy, en el interior de los partidos, en los slogans de campañas electoreras, frente a los medios de comunicación, o ante la clientela política que se considera propia, con hablar, o afirmarse, "socialista", "unitario", "andalucistas” "de progreso, socialdemócratas, liberal motores del cambio, amantes de la ciudad, “revolucionario”, o cualquIer otra cosa, ya se da por supuesto la realidad que enuncia la palabra, como si fuese esta la que creara la realidad misma? Me interesa sobremanera subrayar una característica, ya aludida, de la parte fundamental de la obra de Blas Infante, que surge con claridad si logramos separar, en sus textos, lo nuclear de 10 accesorio y 10 sustantivo de lo más directamente deudor de los condicionamientos de su época y contexto y de las formas del lenguaje y el estilo de su momento histórico: su modernidad y, por ello, la vigencia de sus más importantes planteamientos teóricos. Si esto es así -y estoy tan convencido de ello como de que muchos de quienes invocan, también con mentalidad "prelógica", el nombre del Padre de la Patria Andaluza desconocen lo fundamental de su pensamiento-, su figura no sólo debería ser un símbolo compartido por todos los andaluces sino también una guía política para conseguir esa liberación o restauración de Andalucía por la que él murió hace ya casi sesenta años. Muchos ejemplos podría aportar para respaldar esta afirmación, pero no es ahora la ocasión, ni tengo hoy el tiempo suficiente para hacerlo. Me concretaré, por ello, a uno solo, que entiendo fundamental, por significativo, tanto a nivel teórico como en sus implicaciones políticas prácticas, y porque se viene prestando a mal interpretaciones cuando no a burda manipulación. Me refiero a su concepto de "nacionalismo internacionalista", que a veces incluso domina con la expresión -aparentemente un total contrasentido- de "nacionalismo antinacionalista" , aplicado al tipo de nacionalismo que él considera único adecuado para Andalucía y que deja bien claro que en nada se parece a los demás nacionalismos existentes en la península. En su obra inconclusa Fundamentos de Andalucía, escrita entre finales de los años 20 y 1936, pero que desgraciadamente no llegó a publicarse hasta 1984, 17 Infante contrapuso, o mejor sería decir sobrepuso, lo que él llamó Principio de las Culturas al denominado Principio de las Nacionalidades, que era el único vigente y aceptado en el Derecho Político tanto en su época como aun hoy, El Principio de las Nacionalidades parte de la premisa, acuñada durante el siglo XIX, de que " a cada Nación corresponde un Estado"" O, con otras palabras, que toda Nación posee, sin que ninguna instancia pueda negárselo, pleno Derecho a la Autodeterminación. Infante reconoce este principio y este Derecho, pero añade que afirmarlo en abstracto no resuelve el problema de cuales sean los sujetos de derecho concretables, ni sustrae de muy graves riesgos,: En la práctica, señala, su utilización tras la Gran Guerra (la que hoy llamamos Primera Guerra Mundial) había servido, paradójicamente, para legitimar las conquistas bélicas y consolidar o destruir; estados según la conveniencia de los vencedores, sin atender a la realidad de los pueblos-naciones, En palabras del propio Infante:¡ "La nación se define, ante todo, según el Principio de las Nacionalidades, por la existencia histórica de un Estado, y la nación es" ante todo, un ente político. Por consiguiente el Estado propio es su dueño absoluto. Los demás estados respetan a todo trance este principio, en el cual aperciben el fundamento de su propia absoluta consagración. Fingen creer que cada nación elige su propio estado y siguen la ley de abstención absoluta, de no intervención: en los asuntos internos de cada país. Yesos asuntos interiores suelen provenir nada menos que de la existencia en un Estado de, pueblos diferentes que aspiran a un estado propio ya los cuales se) esclaviza, apoyándose en aquella moral del laissez faire a cada Estado dentro de su propio territorio, que rige las relaciones diplomáticas, esto es la Sociedad no de las naciones sino de los estados entre sí",18. Lo que constata Blas Infante, con gran perspicacia, es que, en contraste con el derecho que en abstracto se pretende garantizar, que es que cada nación tenga la posibilidad de ser libre y de crear su propio estado, el Principio de las Nacionalidades, en su materialización práctica, ha llevado a que cada Estado existente se considere con el derecho a definirse como nación, lo sea o no realmente, vetando, incluso por la violencia, a los verdaderos pueblos-naciones que existen en su interior el reconocimiento i como tales y los derechos que esto conlleva, con la aquiescencia y la ¡ no intervención exterior de los demás Estados, interesados en apuntalarse mutuamente para garantizar el status quo que favorece a todos ellos. El resultado, pues, es el contrarío al pretendido, porque, realmente, en la práctica, con cada Estado el Principio de las Nacionalidades crea una naci6n".19 Como puede fácilmente comprobarse hoy, aunque ello no sea lo que acepten la mayoría de los políticos y de los medios de información de masas, es la autoafirmación de los Estados como nacionales lo que está en la base de los múltiples etnocidios y genocidio que siguen siendo perpetrados, en todos los continentes en no nombre de la supuesta”unidad nacional" de los Estados. Y es que, en la práctica, el principio de las Nacionalidades funciona como “principio de las Estatalidades", y ello incluso cuando lo enarbolan los movimientos de liberación nacional que tienen como objetivo la creación de un nuevo Estado como los otros. 20 Es el radical antiestatalismo y anticentralismo de Blas Infante, la evidencia de la utilización perversa del principio de las Nacionalidades, y en modo alguno un supuesto antinacionalismo teórico o que el no defendiese que Andalucía sea una nación, lo que está en la base d: su resistencia, e incluso de lo que llega en alguna ocasión a denominar "repugnancia invencible", a la utilización del término nación y del calificativo nacionalista" Ello además resultaría premonitorio, ya que fueron precisamente los que se autodenominaron así en la guerra civil quienes habrían de asesinarle. Esta resistencia ha venido siendo la base de una mixtificación manipuladora de su teoría política por parte, sobre todo, de sectores conservadores pero también desde la izquierda estatalista. Unos y otros actúan, además, como si la única obra del Padre de la Patria Andaluza fuera Ideal Andaluz, su libro de juventud, y este no hubiese vivido, escrito y actuado durante más de veinte años. Conviene recordad que, muy pocos años después de escribir la obra citada. Infante, Infante, en el Manifiesto de creación de los Centros Andaluces (1917), en la Asamblea de Ronda (1918) y en la Asamblea de Córdoba (1919) , realiza repetidamente afirmaciones como las siguientes: "La personalidad de Andalucía se destaca hoy más poderosamente que ninguna otra nacionalidad hispánica..."; "Andalucía es una nacionalidad porque la Naturaleza y la Historia hicieron de ella una distinción en el territorio hispano..., y porque una común necesidad invita a todos sus hijos a luchar juntos por una común redención"; "Andalucía es una realidad nacional, una patria viva en nuestras conciencias".21 y que declara su voluntad de hacer efectiva la prescripción del artículo primero de la llamada Constitución Andaluza de Antequera, de 1883, de hacer de Andalucía "una Democracia Soberana y Autónoma", a partir de cuya consecución es como habría que plantearse pactar una "federación española" o incluso una "Federación de las nacionalidades de Iberia", donde se incluiría Portugal.22 Sólo como una "federación de nacionalidades" (realmente, es una estructura confederal que reflejaría sus planteamientos) Blas Infante se plantea la "futura creación" de una entidad "España" o "Iberia"; que en ningún modo sería la continuidad del Estado Español existente, "forma unitaria engendrada por medios tan artificiosos como las combinaciones dinásticas, representada por un estado centralista, el cual sólo en el apoyo de tradiciones ya desautorizadas funda su autoridad y tiene su asiento".23 Es esta España, "la España del "Tanto-Monta", la avaricia y la falsía -Fernando-, o la intolerancia y la crueldad -Isabel-; la España austriaca, continuada por los borbones y apuntalada por la restauración, la que agoniza ya próxima al acabamiento".24 La posición rotunda de Infante a este respecto, junto con su no menos rotunda postura sobre el problema agrario -resultado tanto de su sensibilidad personal ante el problema jornalero como, sobre todo, de su colaboración de casi veinte años con Pascual Carrión, que fue mucho más importante, en definitiva, que su acercamiento primero al Georgismo fisiócrata- provocaron el total y pronto distanciamiento de los regionalistas conservadores, consumada ya antes de terminar la segunda década del siglo. En cualquier caso, Infante nos aclararía perfectamente, en algunos de sus escritos de madurez, el por qué de su desconfianza ante los términos nación y nacionalista: el uso de la palabra nación, nos dice, es casi siempre "un mero pretexto o justificación del Estado", una "justificación para la rapacidad de este", una excusa para realizar “salvajes exclusiones". De aquí que subraye que su nacionalismo andaluz es "un nacionalismo internacionalista, universalista, lo contrario de todos aquellos nacionalismos inspirados por el Principio Europeo de las Nacionalidades. Más claro, se trata de una paradoja: los nacionalistas andaluces venimos a defender un nacionalismo antinacionalista. .., no exclusivista. .., no proteccionista en lo económico... basado en el libre cambio... y en cuyo Estatuto habría de leerse " en Andalucía no hay extranjeros. .."25 ¿No apreciamos aquí muchas ideas y planteamientos no sólo justos para su tiempo sino plenamente vigentes para ser defendidos y desarrollados hoy?. El supuesto antinacionalismo, formal, de Infante es, en realidad, antiestatalismo, duro y rotundo, que le conecta con los planteamientos marxistas y libertarios -más aún con estos que con aqueIlos - al ser, para él, siempre el Estado, por naturaleza, un "instrumento de opresión" por parte de los intereses, grupos e individuos " que personifica el Estado.26 Para tratar de superar las consecuencias del modelo de los supuestos Estados "nacionales" existentes Infante aporta el que llama Principio de las Culturas, el cual tiene como premisa: "a cada cultura, un pueblo". Un concepto de base antropológica, el de cultura de un pueblo -hoy hablaríamos también de identidad cultural y de etnicidad- es antepuesto por como elemento clave para resolver el problema de la determinación de la existencia de pueblos-naciones. En sus propias palabras: "Dos hechos, conjuntos o separados entre sí, entrañan la virtualidad determinante de la existencia de un pueblo. 1º La voluntad actual de un grupo humano, sea o no continuación de una expresa voluntad pretérita, que quiere erigir a ese grupo en pueblo libre, para poder dirigir, particular o independientemente, su distinto desarrollo cultural. 2° La existencia de un grupo humano, asentado en un territorio, que haya sido, o sea, foco originario de un distinto desarrollo cultural" 27 Confieso que cuando leí hace diez años estos planteamientos -antes nos fue imposible a todos, salvo a los que integraron con él las Juntas Liberalistas-, comprobé, confieso que con emoción, que coincidían casi exactamente con los conceptos de "nación política", el primero de los postulados, y con los de "etnicidad objetiva' "nación cultural", el segundo; conceptos estos que veníamos utilizando, con referencia a Andalucía, junto con un pequeño equipo de antropólogos, desde finales (de los años 70, y que ahora veía expresados en su contenido fundamental, aunque lógicamente sin esas denominaciones, que son más específicas del vocabulario de la Antropología, nada menos que 50 años antes por Blas Infante, en una casi increíble anticipación a su tiempo.28 Pocas cosas similares, en cuanto a no escolástico, no esencialista y más lúcido conozco en el conjunto de la bibliografía política o antropológica hasta muy recientemente. Blas Infante nos subraya que es en la especificidad cultural, históricamente desarrollada -en lo que llamaríamos hoy etnicidad-, "que no se mata tan fácilmente" aunque los individuos que vivan esa cultura diferenciada puedan incluso ser conscientes, en determinados momentos, de la existencia de esta, y/o en la voluntad "de vivir por si", en "la voluntad de ser, cuya existencia no es incompatible con una débil expresión actual»,29 donde están las bases verdaderas para la consideración de una colectividad humana como pueblo y para la afirmación del derecho de este a la libertad mediante la autodeterminación él usa una expresión de la época, "autarquía nacional"-, incluido el derecho a dotarse de un estado político propio; del cual señala, sin embargo los peligros que entraña.30 Para que este estado no sea, como afirma siempre Infante lo son todos los estados políticos actuales, opresor y falsamente representante de la sociedad, el estado de un "pueblo cultural" tendría que ser un estado de nuevo tipo, un "Estado Cultural», que fuera un "instrumento de práctica interior" de aquel y no su mandatario.31 Infante es consciente de que este nuevo tipo de Estado no existe como posibilidad inmediata y afirma, además, que tampoco respondería a ese modelo ningún superestado político. Por esta razón, y durante el tránsito, Infante se erige en partidario de impulsar "sociedades humanistas e interculturales, independientes de los estados» -hoy diríamos "organizaciones no gubernamentales"-, señalándonos que no era precisamente un ejemplo de ellas la mal llamada Sociedad de Naciones (realmente de Estados, cuya sucesora sería la actual ONU) sino organizaciones como la Liga Internacional de los Derechos del Hombre.32 Y nos afirma, en una muestra de saber antropológico y de utilización adecuada del relativismo cultural que hoy nos resulta sorprendente, que si una cultura determina a un pueblo y este expresa una cultura, no existen culturas superiores o inferiores, ni pueblos mayores ni menores de edad, ni naciones progenitoras ni filiales, madres o hijas. "Todo eso estará muy bien -nos dice irónica y contundentemente- para ditirambos que hagan dulce la digestión de los banquetes políticos, pero no es verdad: es mentira".33 Al insistir en que los pueblos no son entes primordialmente políticos sino que la base de su existencia es cultural, nos subraya cómo las relaciones entre los diferentes pueblos serían pacíficas, de convivencia y tolerancia, si pudieran darse plenamente al margen de las estructuras estatales. Como los Estados "son instrumento de la dictadura más o menos encubierta de una clase o de una casta",34 son estos "los que siembran la semilla de rencores de la que los pueblos recogen la cosecha. .., emborrachándose de historia guerrera no elaborada por ellos sino por los Estados".35 Como antropólogo, mis conclusiones son muy coincidentes: en contra del tópico mil veces repetido, no son las diferencias culturales -las diferencias en historia, lengua, religión, instituciones y costumbres-, ni la existencia de etnicidades diversas, ni la afirmación de la identidad propia de cada pueblo-nación y de los Derechos que esta conlleva, lo que está en la base de la violencia y el genocidio que muchos llaman, inadecuadamente, étnico. Dicha base está en la naturaleza de los estados, en los intereses que cada Estado defiende por la coacción y la violencia, directa o indirecta, física, legal o ideológica. y esto es válido tanto para el caso de los estados existentes, en cuyo origen se encuentra casi indefectiblemente la violencia, como de los que se pretende crear también violentamente.36. Como nos dice Infante, Andalucía puede fundamentarse perfectamente tanto desde las bases del Principio de las Nacionalidades como desde las del Principio de las Culturas. Si tuviéramos que atenernos al primero -escribe- "O Andalucía era Nación o Región ..., o nada era. El dilema que plantea el malhadado Principio es terminante: o naci6n o elemento integrante de una nación. El ser referido a los pueblos, es la naci6n. Si acaso, deja margen para un sub-ser a una entidad secundarla que se denomina región".37 Ante este dilema, la afirmación de Infante es rotunda: "según el Principio de las Nacionalidades, Andalucía es una Nación.38 Y ello, en base a los criterios antropológico-físico, etnográfico ( o antropológico-cultural), psicológico, filológico y otros. Como escribe explícitamente, "tuvimos que invertir algún tiempo en demostrar a los andaluces lo que hasta los extranjeros sabían y saben de un modo evidente, esto es, que Andalucía no es Castilla".39 pero como el Principio de las Nacionalidades, al ser "político, particular, excluyente" tiende a engendrar "nacionalismos estúpidos, patrioteros y chauvinistas", nacionalismos -es decir, estatalismos agresivos, "nosotros elaboramos otro criterio más seguro,'principalmente humano: "a cada pueblo su cultura", universalista, convergente, de mayor suficiencia científica para el discernimiento de las nacionalidades populares y, por consiguiente, de las autarquías, el cual vinimos a usar para fundamentar te6ricamente a Andalucía...: el Principio de las Culturas".40 "Andalucía es -afirma Infante- un pueblo cultural" y su fundamentación sobre este Principio "es tan sólido que acaso ningún pueblo del mundo pueda llegar a asentarse sobre él con más firmeza y con más derecho".41 Afirmación rotunda que respalda con razones y argumentos que, sin duda, es preciso actualizar para utilizar los conocimientos acumulaos en los sesenta años tras su muerte, pero que todos nuestros niños deberían aprender en las escuelas y nuestros intelectuales desarrollar crítica y creativamente o, cuando menos, aceptar discutirlas con seriedad.42 Notas: 15. Carta Andalucista de Septiembre de 1935 (en M. Ruiz Lagos: o.c., p. 176). &tas palabras y su propio testimonio personal, incluso presentándose por diversos motivos a varias Elecciones, refleja que Infante no era en modo alguno remiso a la participación política en la vida pública. Lo que ocurre es que, en las condiciones en que se daba esta, se muestra lúcidamente escéptico en cuanto a los logros posibles, al estar prácticamente monopolizada por "los políticos al USO", quienes "no sirven más que para atender y satisfacer intereses partidistas coincidentes o muy próximos con los intereses de la despensa o de la propia vanidad. A esto dicen ellos práctica política o política práctica" .Por esto, cree necesario "abrir camino a una transformación del concepto de política" (pp. 176-7). estimo que estas consideraciones de Infante son plenamente aplicables a nuestro hoy. 16. B. I.: La verdad..., pp. 29-31. 17. B. I.: Fundamentos de Andalucía. Trascripción del manuscrito inédito, edición y estudio de Manuel Ruiz Lagos. Fundación Blas Infante, Sevilla, 1984. r: 18. B.I.: Id., p.189. , 19. 20. En diversos trabajos hemos analizado la relación entre los conceptos de Nación y Estado, yel tema de la llamada violencia étnica, considerándola realmente como violencia estatalista. Véanse mis trabajos más recientes: "La falacia de los estados nacionales: etnias, clases, naciones y estados en América Latina y España. Una consideración desde la Antropología Política con ocasión del V Centenario de 1492", en R. Sanmartín (Coord.): Antropología sin fronteras. Ensayos en honor a Cannelo Lisón, pp. 185-199. C.I.S., Madrid, 1994; "¿Violencia étnica o violencia de estado? Nacionalismos estatalistas, etnonacionalismos y minoría étnicas", en J . A. Fernández de Rota (Ed.), Etnicidad y Violencia, pp. 137-156. Universidade da Coruña, 1994, y "Ernicidades, Estados, Migraciones y Violencia: el carácter obsoleto del modelo de Estado-Nación", en Martha Judith Sánchez (Ed.): Diversidad étnica y conflicto en América Latina, vol. III. México, 1995.


21. En Cuatro Textos... (o.c.), p.83.


22. En Id.: p. 86. También en Fundamentos. ..(o.c.), p. 44, entre otros lugares.


23. En Fundamentos... (o.c.), p. 104.


24. Id.: p. 135.


25; En La Verdad... (o.c.), p. 69.


26. El alineamiento de Infante con las teorías que consideran que todo estado es, por naturaleza, opresor, y no un árbitro neutral ni la representación de un supuesto bien común, lo alejan totalmente del pensamiento liberal e hicieron apartarse de su entorno a cuantos tenían una ideología conservadora. En Fundamentos...(o.c.), p. 173, podemos leer: "Militares, banqueros, diplomáticos, reyes, colonialistas, antisocialistas, industriales, visiones y celos de estadistas, ¿son estos el pueblo? Estos son los individuos que personifican el Estado".


27. En Fundamentos...(o.c.), p. 150.


28. Entre otros trabajos, pueden verse I. Moreno: "Rechazo de la dependencia y afirmación de la identidad: las bases del nacionalismo andaluz", en VV.AA.: Sociocultura y Educación. Primeras Jornadas de Estudios Socioeconómicos de las Comunidades Autónomas, pp. 87-106. Junta de Andalucía-Umvers1dad de Sevilla, " 1981; "Ernicidad y nacionalismo en Andalucía" , en 11 Congreso de Antropologia, i Madrid, 1981; "Reforma Agraria e identidad andaluza" , en Nación Andaluza, núm 2-3, pp. 91-96. Granada, 1984; "Etnicidad, conciencia de etnicidad y movimientos nacionalistas: aproximación al caso andaluz", en Revista de Estudios Andaluces, n.a5, pp. 13-38. Universidad de Sevilla, 1985; "La identidad andaluza: pasado y presente", en VV.AA.: Andalucía, 253-285. Editoriales Andaluzas Unidas, Sevilla, 1985; "Los intereses de estado (español) y la desactivación de la toma de conciencia nacional andaluza. Del primer postfranquismo al psocialismo institucional", en Nación Andaluza, núm. 6-7, pp. 101-121. Sevilla, 1986; "Etnicidad", en R. Reyes (ed.): Terminología científico-social. Aproximación critica, pp. 385-388. Ed. Anthropos, Barcelona, 1988; "Identidades y Rituales. Estudio Introductorio", en Prat, Martínez, Contreras y Moreno: Antropología de los Pueblos de España, pp. 601-636. Taurus, Madrid, 1991; "La identidad andaluza y el Estado Español", en R. Avila yT. Calvo (Comp.): Identidades, Nacionalismos y Regiones, pp. 73-109. Universidades de Guadalara y Complutense, México, 1993, y Andalucía: Identidad y Cultura. {Estudios de Antropología Andaluza). Ed. Librería Agora, Málaga, 1993.


29. En Fundamentos...(o.c.), pp. 157 y 194ss.


30. Id., p. 187.


31. Id., pp. 182ss


32. Id., pp. 186-7.


33. Id., pp. 152-4.


34. Carta Andalucista de 1 de Enero de 1936, en]. A Lacomba, o.c. 1985, p. 118.


35. En Fundamentos...(o.c.), p. 190.


36. Véanse los trabajos del autor citados en la nota 20


37. En Fundamentos...(o.c.), p. 132.


38. Id., p. 133.


39. Id., p. 146.


40. Id., p. 149.


41. Id., p. 191.



42. Con respecto a esto último, resultan, sin embargo, desgraciadamente vigentes, en gran medida, las palabras contenidas en el Manifiesto de Córdoba cuando Infante hace su llamamiento a todos los andaluces para "unirse por el ideal de una Andalucía grande y redimida". Tras advertir a las "clases acomodadas": "Si no os apresuráis a hacer justicia, llegará el día luctuoso en que se liberarán rencores en ineluctables venganzas, añade, invocamos a todas las clases, principalmente a las obreras, que tienen la fuerza reformadora del poder a la orden de su voluntad; a todas menos a una pseudointelectualidad andaluza y española de espíritu castrado y de alma cobarde que abdicó el rango de clase dirigente y sólo sirve para entorpecer la ideación generosa y la valiente acción". En Cuatro Textos..., pp. 91-92. (El subrayado es nuestro).




43. En Fundamentos... (o.c.), p. 177.



44. Esta afirmación no se neutraliza por el hecho de que en la obra de Blas Infante se deslicen -menos en los escritos más políticos y en mayor grado en sus ensayos algunas ideas y palabras de tinte esencialista o porque la crítica histórica y el conocimiento científico haya dejado obsoletos ciertos datos e interpretaciones. Todo pensador y todo científico refleja. necesariamente los condicionamientos y limitaciones de su sociedad. además de los suyos propios. pero lo importante es si, pese al transcurrir del tiempo y el avance de las ciencias el núcleo fundamental de los planteamientos teóricos sigue en pie y continúa siendo aplicable con los adecuados desarrollos. al análisis de nuestro hoy; aunque hayan quedado superados aspectos no centrales de aquellos.



45. En este primer tercio se incluyen los sectores de la clase obrera tradicional, con puestos de trabajo estables (o percibidos como tales) y acceso real a los bienes y servicios conquistados. como derechos. al Estado durante más de un siglo de luchas. La situación obtenida y su capacidad actual de consumo han hecho a una gran parte de los trabajadores pertenecientes a estos sectores, en buena medida, conservadores políticamente. sobre todo si pueden autojustificarse votando a partidos de la izquierda tradicional (que también se hicieron conservadores y que, al igual que aquellos, continúan reverenciando y repitiendo ritualmente algunas palabras y símbolos vaciados de contenido). La quiebra del "Estado del bienestar" -que entre nosotros no ha pasado de ser. realmente, más que del "regularestar"-. junto con el desmantelamiento de grandes empresas y el hundimiento de muchas pequeñas. ha desestabilizado en los últimos años a una parte de estos sectores arrojándolos al segundo tercio.



46. Este tercio "de abajo". es un heterogéneo mosaico formado por diversas .minorías" que, en conjunto, suponen una parte cada vez más importante de nuestra sociedad: parados permanentes enfermos crónicos, discapacitados, drogadictos, delincuentes habituales, prostitutas de calle, travestidos, chabolistas y vecinos de barrios-ghettos, jóvenes sin empleo ni en instituciones escolares (o en estas sólo nominalmente). un creciente número de personas de la eufemísticamente denominada "tercera edad", miembros de minorías étnicas o nacionales a los que se les ilegaliza u obstaculiza la integración social y de los que se menosprecia su identidad cultural. y un número también creciente de mujeres. Dentro de este abigarrado conjunto es evidente que sufrirán de mayor marginación quienes participen a la vez, de las características de varios de estos grupos.




47. Este tercio intermedio se está también ensanchando. ya que. debido a la crisis, caen a él familias y personas que antes se encontraban. aunque no sin problemas, instalados en el primero. Tradicionalmente, ha pertenecido a él una gran parte de la masa de jornaleros andaluces. con trabajo sólo eventual. bajos salarios y condiciones muy duras de existencia. precariamente corregidas hoy por la política de subsidios. Además de ellos. Se incluyen ex-obreros tradicionales. ahora contratados en precario o en condiciones claramente ilegales. "auto empleados" en trabajos negros. muchos pensionistas y viudas con subsidios bajos, estudiantes sin expectativas...



48. Véanse mis trabajos "La identidad andaluza y el 92", en J. A. Lacomba (ed.): Andalucía y los andaluces. Propuestas para un debate, pp. 37-44. Publicaciones Universidad de Málaga, 1992. y "América y el nacionalismo de estado español del IV al V Centenarios". Revista de Estudios Regionales. n.O 34, pp. 53-78. Universidades de Andalucía. Málaga, 1992.



49. En el Estatuto de Autonomía de Andalucía, artículo 8.3 puede leerse: las comunidades andaluzas asentadas fuera de Andalucía podrán solicitar; como tales. El reconocimiento de la identidad andaluza entendida como el derecho a colaborar y compartir la vida social y cultural del pueblo andaluz..." y en el artículo 12.3.4° señala como uno de los "objetivos básicos "hacia los que "la Comunidad Autónoma ejercerá sus poderes" el de "la superación de las condiciones económicas, sociales y culturales que determinan la emigración de los andaluces y. mientras esta subsista, la asistencia a los emigrados para mantener su vinculaci6n con Andalucía. En todo caso se crearán las condiciones indispensables para hacer posible el retorno de los emigrantes y que estos contribuyan con su trabajo al bienestar colectivo del pueblo andaluz". Un buen estudio sobre los andaluces en la emigración lo constituye el libro de Emma Martín Díaz: La emigración andaluza a Cataluña. Identidad cultural y papel político.

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